miércoles, febrero 08, 2012

Jorge Verstrynge: ¡Viva la desobediencia! Elogio del refractario.


Tuve la oportunidad de saludar a Jorge Verstrynge mientras esperaba en mi coche en la cola de embarque del ferry Algeciras-Tánger. Era la semana santa de 1994 y me dirigía a Marruecos para pasar unos días de vacaciones. Verstrynge iba a su ciudad natal.

Verstrynge había sido diputado del PP y secretario general de ese partido, era el delfín de Fraga, presidente de AP, y el que se presumía su futuro sustituto, hasta que no aguantó más al monstruo humano que era el exfranquista y acabaron a la greña, lo que supuso su destitución. En la actualidad es profesor de Ciencia Política en la Universidad Complutense de Madrid.

Verstrynge que, como se decía en tiempos antiguos, es de mi quinta, ya que nos llevamos tan solo dos meses, es un personaje político atípico que ha recorrido todo el espectro político. Afiliado al fascismo francés en sus años jóvenes, prosiguió su carrera en el PP donde evolucionó (según él) a posiciones más centristas. Después de su ruptura con el PP pasó al PSOE, donde no tuvo ningún cargo y actualmente está en posiciones muy a la izquierda, como puede comprobarse en el buen panfleto que ha escrito, que no es un panfleto al estilo ya habitual de los que proliferan por las librerías sobre la crisis, sus causas y soluciones. Tampoco es un ¡indígnese usted!

Su libro es sencillamente una exposición de cómo los Estados están agudizando su violencia con la crisis; violencia económica, política y social y que la única solución que tenemos es desobedecer.

Violencia económica: paro masivo y crónico; excluidos que no encontrarán nunca trabajo; impuestos a la clase media, protegiendo las rentas altas (supresión del impuesto del patrimonio y sucesiones); salarios congelados o en descenso; lo mismo para las pensiones; descenso de la renta disponible; disminución de la gratuidad en Enseñanza, Sanidad, Justicia); estrangulamiento del pequeño empresario a manos de las multinacionales; secuestro de las plusvalías obtenidas por los trabajadores.

Violencia social: el ideal para el empresario español es una empresa sin trabajadores o con gente que trabaje gratis. Se amplía hacia abajo la pirámide de clase sociales por la irrupción de un subproletariado inmigrado (la nueva trata de negros) y de un “precariado”. Sobrexplotación laboral, con todas sus consecuencias: depresiones, enfermedades mentales, suicidios. Aumentan los horarios y las exigencias de producción, una loca carrera sin fin por la “productividad”.

Violencia política. Los votantes se han de adaptar a lo “políticamente correcto” y para ello nada mejor que pervertir el lenguaje con eufemismos sin fin.
Se deniega ya hasta la consulta al ciudadano para modificar la Constitución, un auténtico golpe de estado. La voluntad general sustituida por las decisiones de organismos extranjeros que carecen muchos de legitimidad democrática.

Hemos pasado del estado providencia al estado penitencia y de la depresión a la represión, todo ello vendido con frases bonitas, como que hay que ser optimistas y que hay que “hacer los deberes”. Tanto da que sea la derecha, como la “izquierda”. Y Verstrynge diferencia entre “izquierda” e izquierda (sin comillas). La primera es la del PSOE, que como hemos visto y vemos sus políticas no difieren casi de las de la derecha, al estar este partido al servicio de los intereses de la oligarquía financiera.

Verstrynge expone en el libro la evolución de nuestra política, desde el franquismo, pasando por esa Transición tan mal hecha (Diputaciones, Senado, Ley Electoral infame, 17 Autonomías con sus parlamentos, más Ceuta y Melilla -el café para todos de Suárez-), hasta la democracia actual que falla por todos los lados, con el gran problema de lo que él denomina la ausencia del mandato imperativo. Es decir, que si nuestros representantes no cumplen lo prometido y por lo cual se les ha votado, los ciudadanos puedan cesarles. La democracia actual es una tomadura de pelo: se llama al ciudadano a intervenir cada equis tiempo, a un plazo más o menos fijo, pero luego se le llama a… callarse y aguantar. Y a obedecer.

Verstrynge nos recuerda algo que deberíamos tener presente: las tres revoluciones.

- La primera proclamó la igualdad civil gracias a la Revolución Francesa (1789).
- La segunda proclamó la igualdad política (finales del XIX y principios del XX).
- La tercera tuvo lugar a partir de 1940 y proclamó cierta igualdad socioeconómica.

- La primera acabó con una dictadura militar (Napoleón) que envió a la muerte (como bien nos explica David Andress en su libro El Terror) a cientos de miles de jóvenes franceses (sólo en el frente ruso murieron 570.000 y nadie ha denunciado este crimen Napoleónico) y que fue seguida por la contrarrevolución del Congreso de Viena tras la caída de Napoleón, y el intento fallido de restablecer el absolutismo.

- La segunda tuvo como contrapartida la contrarevolución fascista, que fue derrotada en 1945.

- La tercera tiene su contrarevolución en la gobernanza de los mercados de nuestros días. Queda claro que el pueblo puede decir misa, pero no se le puede hacer caso a la hora de gobernar. Elegimos unos representantes que ya no deciden nada.

Ha llegado el momento para el Capitalismo de atacar las tres “perversidades” que se han ido acumulando en estos doscientos últimos años:

- Perversidad de la igualdad civil, que sólo puede producir el caos y subvertir lo que la naturaleza ha instituido, a saber, la desigualdad humana.

- Perversidad de la igualdad política. ¿Cómo va a saber gobernar quien carece de la cultura suficiente¿ ¿Cómo puede tener el mismo voto un ingeniero que un jardinero?

- Perversidad de la igualdad socioeconómica, que lo único que hace es fomentar la vagancia.

Verstrynge se dedica también durante algunas páginas a explicarnos lo que ahora ya sabemos: que el euro fue un error y que hay que encontrar una salida a esta situación volviendo además, si es necesario, al proteccionismo, ya que de otra forma la globalización nos arrasará.

Lástima que al final del libro a Verstrynge le patine el embrague y le salga una cierta vena racista y especialmente antiecologista, arremetiendo contra los defensores del calentamiento global. Son los residuos de su pasado en la extrema derecha, lo que deja la sensación de que se ha movido por el espectro político como producto de un profundo resentimiento hacia los que le expulsaron del edén de derechas, aunque Verstrynge justifica su evolución política afirmando que "los ricos se defienden solos, y los demás no…".

¡Desobedezcamos! nos dice Verstrynge; lo que no me queda claro es por donde empezar a desobedecer. ¿Cruzo la calle en rojo? ¿Dejo de pagar las multas y los impuestos (me embargarán)? ¿No voto, facilitando que gobierne el PP y me apliquen más dosis de cicuta neoliberal? Por lo tanto la idea de desobedecer, llena de buenas intenciones, me queda confusa, ya que hay muy pocas propuestas concretas.

Estoy de acuerdo con él que la contrarrevolución que estamos viviendo y que pretende acabar con todos los derechos, sin excepción, únicamente tiene una posibilidad de ser combatida (si aceptamos que la violencia no es aceptable, aunque habrá que ver a que extremos se llega si la austeridad imperante hunde el sistema), ya que huelgas laborales, boicot a los bancos y chorradas por el estilo le hacen cosquillas al sistema. Y esa posibilidad es NO CONSUMIR. Ahí es donde le duele al sistema y por donde podemos hundirlo. Vale que así nos hundimos más, pero cuando nos hundamos TODOS, entonces puede ser que empiecen a cambiar las cosas.

Si la contrarrevolución pretender rebajar (de nuevo) al ser humano (el 99%) a mera mercancía laboral y el 1% sigue con los mismos beneficios, esto no tiene solución. Sólo si el 1% sale perdiendo entonces cambiarán las cosas.

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