lunes, octubre 17, 2011

En el Aneto (8ª ascensión). Edurne Pasaban andaba por allí.


¡Cuántas emociones este fin de semana! Después de muchos años, demasiados, volvía a pisar el suelo de La Renclusa y así ver a Antonio Lafón, el guarda de este histórico edificio del Pirineo, que ha seguido siempre siendo un gran amigo en el recuerdo, a pesar de los años transcurridos, en que no hemos dejado de saber el uno del otro mediante terceras personas.

Pero todo llega. Subí a La Renclusa de nuevo el viernes. El objetivo era subir a la Espalda del Aneto (pasando por la cumbre del Aneto una vez más), única cumbre importante que me queda por subir en La Maladeta. A pesar de los muchos tres miles que llevo no soy propiamente coleccionista, pero puestos a subir una cumbre, elijo las que tengo pendientes, como he hecho estas últimas semanas.

Impactante fue encontrarme con el refugio remodelado en el 2006. Esta ya no es mi Renclusa, como ya no lo será Goritz cuando acaben las obras, o no lo es ya el Forcau, un pequeño y delicioso refugio que se convirtió de golpe en un monstruo.

Y por si no fuese suficiente con esto, se añadía el hecho que Edurne Pasaban subía el mismo día, el sábado, al Aneto, en una excursión comercial patrocinada por Goretex, firma que ha contratado recientemente a Edurne.

Me recibió al llegar David, el hijo de Antonio, al que no había visto desde que era pequeño, pero al que había seguido en la prensa, ya que competía nacionalmente, con un alto nivel, en esquí de fondo. Y es que David ha sacado la capacidad física de su padre, la fortaleza del cual ya había tenido ocasión de comprobar, especialmente subiendo a la Maladeta con esquís. ¡Cómo tiraba Antonio!

La reforma de La Renclusa, dentro de todo, ha quedado bien, ya que el edificio antiguo se perfila intacto, aunque le han añadido un cobertizo en la puerta de entrada, que sigue en el mismo sitio, así ahora a la gente no le caen al entrar chuzos de punta después de una nevada. Se ha anexionado una nueva nave, formando una ele, que aloja cocina (¡quien me iba a decir que vería una gran cafetera en La Renclusa!), comedor y una pequeña sala de estar. La despensa ahora es enorme, con una gran nevera. Todo alimentado con un enorme generador colocado en el antiguo refugio invernal (esto sí que me duele, ya que ahí he pasado agradables noches), con el ruido y olor del cual el refugio ha pasado a mejor vida. Total, que ahora La Renclusa tiene incluso hasta duchas de agua caliente.

Nada más llegar Antonio me invitó a una cerveza y a un jamón estupendo que rápidamente cortó para celebrar el reencuentro. Poco rato después llegó Edurne con su séquito, es decir las chicas de diferentes países que habían sido elegidas por Goretex (a través de un proceso de selección popular en Facebook) para acompañarla en una ascensión al Aneto. Se añadía al grupo un guía contratado para la ocasión, una periodista, un fotógrafo y alguna persona más.

Pude hablar y hacerme una foto con ella. Aproveché la ocasión para que me firmara su libro, que no olvidé colocar en mi mochila. Encantadora, tal como me imaginaba.

Cené con Antonio y su familia, recordando muchísimas cosas, como el día que en la norte de la Chardonnet salimos de un buen apuro dando su matrícula de radioaficionado a través de un aparato de FM con el que solicitaba ayuda de helicóptero, ya que un compañero de cordada se había accidentado. No nos hacían caso (y se iba haciendo de noche) hasta que recité el código salvador. Gracias mil a Antonio por aconsejarme llevar encima una emisora de FM, que pesaba lo suyo, comparado con los aparatos actuales. Ahora ya llevamos otras cosas aún más eficaces, como el Spot que va siempre en mi mochila y que me conecta vía satelite.

Dormí en la última habitación del piso superior, que coincidía con el sitio, más o menos donde dormí mi primera noche en La Renclusa. Año 1967, día de San Lorenzo, nada más y nada menos (la última ascensión es de 1986, hace ¡25 años!). Veía la luna a través de una pequeña ventana que se asomaba al inclinado tejado del edificio, de forma que su luz daba en mi litera. Perfecto y romántico.

Pero no pegué ojo. Demasiados recuerdos. Por un momento pensé que al día siguiente no podría dar un paso y la realidad es que el motor no funcionó como otros días, pero dio al menos para llegar a la cumbre del Aneto.

Mi plan era ir muy rápido, llegar a la cumbre del Aneto, seguir sin parar hasta la Espalda y volver rápidamente para contemplar la llegada del grupo de Edurne a la cumbre, ya que imaginaba, como así fue, que tanta gente junta no iría muy rápida. Pero una cosa son los planes y otra la realidad.

Salí cuando lo hacía el grupo de Edurne (y mucha gente más, ya que el Aneto es una romería casi todo el año), en plena noche aún, a las seis treinta, aproximadamente.

La gente fue adelantando ya que el grupo Goretex no iba muy rápido. Yo, de momento, como vi que no iba muy fino, me puse detrás de Edurne, que cerraba el grupo.

La subida al Portillón inferior es monótona y en este caso fue más bonita que en otras ocasiones, ya que la niebla cubría la parte inferior del valle.

Cuando empezó a amanecer (hora y media después) el fotógrafo contratado para la ocasión se colocó cerrando filas y yo seguí al paso.

Fue en ese momento cuando dos personas se me pegaron. Les habían dejado atrás los de su grupo, y no tenían ni idea de por donde iba la cosa. Lo cierto es que todos salimos ganando de esta coalición porque llevaban agua suficiente y a mi se me había soltado la boquilla del CamelBack y había perdido casi la totalidad del líquido. Vaya tontería. Al bajar Antonio, tan tradicional como siempre, me recordó riéndose mucho, que a las cantimploras no les pasan estas cosas.

En una parada, ya en el Portillón inferior, les comenté que iba a pasar al grupo de Edurne, ya que iban lentos. Me dijeron que vale, que no había problema y en ese momento vino lo divertido del día (mejor es tomarse estas cosas a broma), ya que lo triste y grave vendría después.

Edurne, había contratado para la ocasión a un guía del valle, de forma que solo dos personas expertas acompañaban al resto (mucho menos experto por lo que vi) del grupo.

Pues en ese momento el guía me vino a ver mientras me comía una barrita y mis colegas virtuales me daban líquido, y me vino a decir que él era un guía y que como tal se ganaba la vida llevando la gente a la montaña y no aceptaba que nadie le siguiese y chupase rueda y que con las fotos que iba haciendo ¡CUIDADÍN! Sí, sí, dijo eso, ¡CUIDADÍN!

Lo bueno es que había estado hablando con él en la cocina de La Renclusa y le había dicho que era mi octava ascensión. ¿Mala memoria?

¿Cómo iba a chupar rueda habiendo subido tantas veces al Aneto? No quise cabrearme y le dije que OK, no problem tío, que eres un fiera, total ya les iba a pasar. En esta vida a veces es mejor callarse y ni tan siquiera replicar desfachateces tales.

Dicho y hecho. Hasta opté por subir al Portillón superior por un recorrido más alto, (sospechando acertadamente que ellos irían por el recorrido bajo) para así evitar otro encuentro en la tercera fase con grupo tan selecto.

Mis compañeros virtuales sudaron de lo lindo, ya que la traza elegida, cuando llegas al Portillón, requiere un pequeño desgrimpe. A mi me salvaron de la deshidratación.

Pasamos el Portillón y apareció el Aneto al fondo, presidiendo un desolador espectáculo. Antiguamente cuando pasabas el Portillón ya te ponías poco después los crampones (bueno, he hecho muchas ascensiones al Aneto y otras cumbres sin ponérmelos, porque con la amplia traza que hay siempre y con buena nieve, no hacía falta utilizarlos, aunque el piolo sí que lo he llevado siempre), pero ahora el glaciar ha retrocedido tanto que hasta que llegas a la nieve hay que recorrer una zona de bloques, demoledora para el cuerpo. ¡Con lo cómodo que era antes!

Se alargó tanto el trayecto hasta llegar al hielo (nada de nieve) que pensaba que llegaba ya al Collado Maldito. En este trayecto mis colegas aceleraron y se separaron ligeramente. Viendo que tenían el Aneto a la vista, pensaron que Joaquín ya no les hacía falta. Ya se sabe, en esta vida te utilizan cuando conviene y cuando no te tiran como un pañuelo. Yo seguí a mi ritmo y empecé a pensar que sin agua y mal dormido lo tenía crudo y como mínimo la Espalda del Aneto quedaba para otro día, como así fue.

Llegué al hielo y ahí me puede percatar de lo que ha ocurrido estos últimos años. Aquello era una auténtica pista de patinaje sobre hielo. Un auténtico vidrio en el que los crampones pillaban lo justillo. Encima me había llevado de los cuatro pares que tengo los más chicha y nabo que tengo, pero que no pesan, pensando que “para un Aneto son suficientes”. Pues bien, en la mayoría de mis ascensiones por los Alpes nunca me he encontrado tamaña porquería. Además me imaginaba una caída. ¿Se clavaría el piolo en semejante cemento? ¿Frenaría? Las dudas me producían un cierto yu-yu.

Me puse mis livianos crampones, piolet en mano derecha, como corresponde al trazado y empecé a subir, encontrándome tras unas rocas a mis excolegas, que se estaban sacando los crampones (les habían ayudado a ponérselos, ya que no tenían ni idea). Se habían adentrado en el hielo y rápidamente vieron que aquello les iba muy grande y además ¡no llevaban piolet! No me había percatado de ello. Una buena negociación y conseguí que me dieran una de sus botellas de agua ya a medio consumir (menos mal que llevaban el líquido en botella de plástico desechable).

Seguí solo hasta alcanzar la parte superior del trazado que va a buscar el filo de la gran rimaya que se abre bajo la Cresta del Medio. No es el trazado correcto. De hecho lo había seguido en muchas ocasiones para pasarme por Collado Maldito al regreso de la cumbre.

Me uní por un rato con un grupo de cuatro personas. Les hice una foto y les pedí que me hicieran otra. Me dirigí a ellos en catalán, y rápidamente corregí al castellano, pero me dijeron que tranquilo que eran de Valencia, menos este, me dijeron, que es de Castellón, pero habla el catalán mejor que nosotros.

Este trazado busca tener un tramo del recorrido un poco más seguro, ya que es un poco amplio y no hay hielo, lo que se agradece enormemente. Pero tiene su contrapartida, ya que has de bajar para llegar bajo el collado de Coronas y esa bajada estaba enormemente mal, ya que era un hielo mezclado con tierra, un tramo que en bajada hay que mantenerse alerta.

Y más aún. Lo normal es que el trazado por la mezcla de hielo y nieve en la pala final, la más pendiente, sea un recorrido que hace zetas. Pues no, todo un recorrido directo hacia arriba, exigente a estas alturas, cuando ya llevas horas dándole al pedal.

El grupo de Edurne venía lejos. Este último tramo lo hice con un grupo de simpáticos rusos (dos chicos y tres chicas) afincados desde ya hace diez años en Barcelona. Habían alquilado todo el material y a las chicas les iba justillo el tema. Llegué a la parte superior, a los últimos cien metros en roca, donde se notaban los efectos de la pasada nevada y allí dejé todo menos la cámara de fotos y me abrigué, ya que soplaba una ligera rasca. Arriba me crucé con los valencianos, que bajaban, ya que habían subido mucho más rápido.

Pasé el Paso de Mahoma solito, mientras las rusas se lo miraban, con la emoción contenida una vez más, recordando la primera vez que lo crucé, cuando aún no escalaba y aquello me parecía algo serio. Y es que el Aneto es el Aneto y fue durante mis años de infancia el Everest soñado.

Estuve en la cima durante un rato charlando con la única persona que me encontré, que era catalán. Repasamos todo el horizonte. Da gusto cuando encuentras una persona que lo conoce tan a fondo, ya que puedes compartir las dudas en la identificación de las pequeñas cumbres. El día era muy bueno, pero todo el sur estaba cubierto de nubes (el Cotiella emergía como una isla en medio del mar de nubes), cosa rara, porque lo normal es que las nubes estén en el lado francés y en España luzca un radiante sol.

Llegaron los rusos (surrealista esto de alcanzar la cumbre del Aneto oyendo ruso) y se instalaron en un vivac que hay en la cumbre, más al sur. Por cierto la Virgen del Pilar que había en la cumbre ha desaparecido y solo queda el pilar.

Me esperé a que llegarán Edurne y CUIDADÍN (evito dar su nombre) con su séquito.
Profunda alegría ya que alcanzaron la cumbre todas las chicas del grupo. Objetivo cumplido.

Hice fotos y al final me ofrecí a hacérselas a todo el grupo, incluyendo al fotógrafo, que el pobre se quedaba sin recuerdo. No soy rencoroso.

Y es en estas ocasiones cuando uno es testigo de los diferentes conceptos de la montaña que tenemos, como me ocurrió una vez en la cumbre del Algas. Lo importante para el grupo de Edurne era cumplir el objetivo, fotos con logos y media vuelta. Negocio contratado, pacto cumplido, y a por otra cosa mariposa. Este es el lado oscuro de la montaña como profesión, que no tiene nada que ver con la montaña como deporte amateur. ¿Miraron el horizonte? ¿Respiraron profundo tan solo un momento?¿Se dieron cuenta que el cielo era azul?¿Se relajaron unos minutos? Nada de eso. Materialismo opuesto a romanticismo, víctima de los tiempos que corren. Hicieron cumbre como se hace en un 8.000, donde la cima es un punto de rebote, mitad del recorrido. Para mí, y otros muchos, la cima es algo sagrado, es un hito, algo que merece otra consideración. Puntos de vista muy diferentes.

Y me fui para abajo junto con mi colega catalán temporal. Visto como estaba el terreno, las alianzas nacen solas. La pala estaba mejor que al subir. El séquito de Edurne había machacado el recorrido. Gracias.

Poco después de iniciado el tramo que lleva bajo el collado de Coronas vi una persona en el trazado y dos compañeros que salían corriendo (en la medida de lo posible) hacia abajo. Cuando llegué a su altura comprobé que era el grupo de valencianos. Me explicó el que se había quedado arriba que uno de los compañeros (luego me enteré que era el de Castellón) se había caído por la pendiente y sin saber pararse con el piolet había llegado hasta las piedras finales (cuando el glaciar tenía otras dimensiones, las piedras quedaban muy, pero que muy abajo) a toda velocidad. Al ver que no emitía ninguna señal habían decidido bajar. Me ofrecí a llamar al 112 con mi Spot (¡menudo susto para mi mujer, al ver un SOS en su teléfono –que lo recibe en paralelo al del 112-, pero si era necesario había que hacerlo), pero me dijo que había cobertura teléfonica en el glaciar y que ya habían llamado, sospechando que se había hecho mucho daño.

No me imaginaba que llegando ya al final de mi recorrido en hielo, me iba a pasar lo mismo. La sombra (el sol ya va muy bajo) de la Cresta del Medio inundaba ya gran parte del recorrido, helando la nieve caída días atrás. Merengue helado, una costra que se rompía y debajo de ella aparecía el hielo duro y puro. Y en una de esas la costra, mucho más fina, cedió y al bajar el crampón no se clavó bien y se me fue el pie y décimas de segundo después estaba deslizándome pendiente abajo, que en este tramo, por suerte, no es tan acusada como en otros. Rápida reacción echándome sobre el piolo, evitando primero bajar de cabeza (pesa más y te deslizas enseguida con la cabeza por delante) y controlando la bajada. Un segundo de angustia porque como me temía el hielo-cemento impedía una buena clavada y finalmente me paré. Tan solo ocho metros, pero toda una eternidad. En el fondo, mira por donde, un ejercicio práctico que da seguridad.

Mi colega, más joven, iba más rápido, así que nos separamos y ya bajé casi solo, siguiendo el mismo recorrido, ahora del Portillón Sup. al Inf., por la ruta más baja, ya que no tenía que preocuparme de encontrarme con CUIDADÍN, que había elegido para bajar la ruta que desciende por el glaciar y que va a buscar un colladito al sur del Pico de La Renclusa, para pasar de nuevo por el refugio.

Más abajo del Portillón Inf. fluía agua por doquier. Obviamente, con la sequía que hay la procedencia del agua debe ser del deshielo permanente al que esta sujeta toda la zona (si el glaciar del Aneto está moribundo el de Maladeta está terminal).

Pero la temperatura estaba descendiendo y había agua helada por encima de muchas piedras. Verglás de ese transparente que no se ve. Me pegué un leñazo de narices quedándome en el lado izquierdo de la zona torrencial y después no había forma de volver al camino, ya que estaba todo helado. Así que tuve que apañármelas para bajar fuera de traza, lo que me retrasó muchísimo.

Cuando pude cruzar el torrente y recuperar el camino normal, ya estaba relativamente cerca del refu. Anochecía y pensé que por pocos minutos tendría que sacar la frontal, pero una chica, que iba sola, me llamó desde arriba y me pidió que la esperara. En realidad no iba sola, pero lenta que era la habían dejado al albur. Un grupo de amigos ejemplar, pensé. Le pregunté si había alcanzado la cumbre y me contestó que solo había llegado hasta el “iceberg”. Quería decir el glaciar, claro. Visto esto uno ya se imagina la diversidad de personas que acuden a las faldas de esta montaña y de la falta de nivel que hay. Los accidentes (de muy diferentes tipos) están servidos, por pura estadística.

Llegué a La Renclusa un poco antes de que partiese Edurne y sus chicas y poco después CUIDADÍN nos largo un saludo de despedida a la cocina, donde estaba sentado con Antonio explicándole los avatares de la jornada. En ese momento me enteré que el accidente había sido mortal (fractura de cráneo al entrar de cabeza en las piedras). Mi más sentido pésame para la familia de este joven. Se produjo otro accidente por el estilo, con fracturas en un brazo, pero la persona accidentada había bajado por su propio pie. Tuvo suerte.

El domingo me levanté tarde y estuve charlando en la cocina con David mientras arreglaba el comedor. David, como su padre, es una excelente persona.

La temperatura había bajado mucho y hacía ya un fresco más propio de este tiempo. Hice fotos al refu y me hice una foto en la puerta con David y con el ayudante que tiene, Adrián, un argentino muy simpático.

¿Volveré a la cumbre del Aneto? No sé, ya que la Espalda del Aneto sigue pendiente, aunque puedo hacerla por Barrancs y en mayo-junio, claro, época en que esta montaña aún parece ser lo que era antes. En otoño (incluso final del verano) tengo claro que no me pillarán ya en ningún glaciar moribundo (lo son todos) del Pirineo. Es un “patiment” que decimos en Catalunya y a estas alturas la montaña en malas condiciones no entra en mis planes.

Fotos (click en las fotos para verlas a mayor tamaño) con todo el cariño para CUIDADÍN, con vídeo incluido.
Arriba: en la cumbre del Aneto una vez más.
Abajo:
1-2) El grupo Goretex llega a La Renclusa.
3) Con Edurne en la puerta del refugio.
4) Empieza el trabajo mediático.
5) Tertulia en el monumento próximo al refugio.
6) Con Edurne en el mismo sitio.
7) Carolina, la nieta de Antonio Lafont.
8) Antonio, su nieta y Edurne.
9) Calzándose las botas. Salimos todos juntos a la misma hora. Cosas de tocar diana a las 5.30 h
10) El grupo Goretex organizando la salida.
11) Subiendo al Portillón.
12-15) Un descansito ya próximos al Portillón. Amanece.
16) Composición con tres fotos del fondo del valle.
17) ¡Por fin! El sol.
18) Primera visión del Aneto y del desastre ecológico: un glaciar moribundo.
19) Edurne posa con sus chicas.
20) Una buena vista desde el Perdiguero hasta el collado de Gourgutes.
21) Dejo atrás al grupo Goretex.
22-23) Portillón superior por ambas vertientes.
24) Primer contacto con el hielo. La foto me la hace el grupo de valencianos que tuvieron el accidenten y aparecen en la siguiente fotografia. Este era el tramo cómodo.
25-26) El grupo que se accidentó. La segunda foto está tomada en el tramo de descenso bajo el collado de Coronas. Una guarrería de hielo.
26) En esta foto puede verse mejor el tramo. Supongo que por aquí Edurne ni se entera, acostumbrada a las morrenas de los grandes glaciares del Himalaya.
27) De nuevo subida a buscar la pala final.
28) Antes y desde el Paso de Mahoma. Puede verse en lo alto, en la rimaya blanca al grupo de Edurne.
29) Las chicas antes de pasar el paso.
30) En la cruz, cara al nublado sur. Contraluz.
31) El Cotiella emerge como una isla en el mar de nubes.
32) Vista hacia el Posets.
33) Vista de la cresta hacia el sur: Espalda, Tempestades, Margalida, Rusell, cresta de Salenques y un poco a la izquierda el Mulleres.
34) Aparece Edurne cerca de la cumbre ya.
35-39) Fotos en la cumbre del grupo saboreando la victoria.
40) Las chicas en el paso de Mahoma, en el regreso.
41-42) Regresando en el glaciar.
43) Cresta del Medio. Esto ya no es una rimaya, esto es un rimayón. Aquí es donde puede verse de manera más descarnada lo que ocurre.
44) El helicoptero buscando al herido por la parte alta, cuando estaba mucho más abajo.
45) Con David en la puerta del refu. Me hice otra con Adrián pero ha salido movida.
46) El pequeño refugio invernal, convertido en fuente de energía.
47) El moribundo glaciar de Maladeta desde el refugio.
48) La Renclusa versión 2006.0.
49) Y la enorme cocina, con David a los mandos de la cafetera. Todo un lujo a estas alturas.






4 comentarios:

amnesia dijo...

Tengo que reconocer que comencé a seguir este blog porque sus artículos sobre economía me parecen fantásticos para comprender la situación que padecemos. Pero con estos relatos y fotografías, me estoy haciendo un gran aficionado al montañismo. Felicidades.

Ali dijo...

Hola,
Gracias por compartir tu experiencia con todos y por las fotos sobre un paisaje que deseamos que pronto se llene de nieve.

Me alegra saber que compartimos la opinión sobre el buen trato que se da en ese refugio.

No obstante, creo que es bastante normal que el guía de Edurne y que el grupo te pidiera que no los siguieras. En primer lugar, los guías de montaña realizan un seguro para todos sus clientes, pero por otro lado está la parte moral de la profesión ¿Qué ocurre si alguien que va pegado a tu grupo, como un cliente más, se hace daño? pongo la mano porque ningún guía lo dejaría ahí, aún sabiendo que su seguro no cubriría nada en caso de que esta persona decidiera denunciarle por una "mala ayuda" y que el accidentado no dispone de ningún seguro.

Por otro lado, se trataba de un evento de una marca, asociado a una persona conocida, y todo esto conlleva un coste económico. Es normal que te pidieran que no les siguieras, puesto que no formabas parte de ese evento. Si organizaras una de las experiencias más emocionantes del año, como podía ser para los clientes de este guía subir con Edurne al Aneto, ¿te gustaría que alguien desconocido "invadiera" tu momento? Yo creo que, por mucho que te guste compartir, preferirías disfrutar el momento con la gente con quien decidiste hacerlo.

Creo que se de qué guía hablas y en parte me siento ofendida, puesto que es una persona que ha aprendido cada rincón de esas montañas, precisamente, tras los pasos de Antonio Lafón, guarda del refugio, persona a la que guardo un gran respeto y admiración.

Espero que mi opinión no te haya ofendido, pero al leer esta entrada, necesitaba compartirla contigo, puesto que creo que hay cosas que se pueden mirar desde otros puntos de vista.

Me alegro de que decidieras volver a este maravilloso Valle. Estoy segura de que la próxima vez que vuelvas te recibirán igual de bien.

Un cordial saludo

Anónimo dijo...

Hola Ali, no soy Kim, espero q seas hija de ese valle para poder desear q Kim sea recibido de una manera afable en el mismo. Pero me gustaria aclararte q nuestro Bisabuelo y Tatarabuelo ya pasaban el portillon a principios del siglo pasado para ir a currar a Francia, asi que tambien espero q a ti tambien te reciban bien todos los parientes y contraparientes q Kim y yo tenemos en el valle de Benasque, Isabena, Plan y la Fueva.

Respecto a la privatizacion de la montaña estoy de acuerdo con Kim, da verguenza, sólo faltan anuncios de alguna casa comercial en las fitas, como en los hierros de Cerler o las palmeras del Pitzza-Ampriu.

Un cordial saludo Ali

vall de benàs dijo...

Hola, nos hemos divertido mucho con tu escrito.Conocemos muy bien a las personas que describes, y estamos de acuerdo contigo. Antonio, y David son fantásticos, son auténticos montañeros, y en una palabra son GRANDES personas, en todos los sentidos de la palabra. En cambio, "cuidadín" es...mejor no hablar, pero de poco fiar.

 
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