martes, febrero 07, 2012

Adiós a un gran pintor: Tàpies


Tan solo hace poco más de un año que puse los pies por vez primera en el museo Tapies, en pleno centro de Barcelona y muy cerca de mi casa. Hacía dos años que la Fundación Tàpies estaba cerrada por reformas, así que cuando la abrieron me decidí a visitarla.

Me gusta mucho el arte moderno. Hace dos veranos, cuando recorrí el Rin, no dudé en llegarme hasta Colonia, donde ya había estado anteriormente, para que mi mujer tuviera la oportunidad de visitar el Museo Ludwig (donde tuvimos la suerte de ver una exposición extraordinaria de cien obras de Roy Lichtenstein). Fue este museo el que me descubrió el arte moderno y donde aprendí a admirarlo y eso que he de reconocer que algunas de las obras expuestas me parecieron entonces que “cruzaban la línea roja”.

Y por línea roja entiendo lo que separa el arte de lo que no lo es. Pero, ¿dónde poner la raya? ¿Quién la pone? ¿Hay realmente una línea? Tema difícil, por no decir imposible, este. Por lo tanto cada uno ha de establecer su línea, con sus criterios y sus gustos. Decía Manuel Vicent en un artículo (Expresionismo, El País 2-2-2003) que "un pintor sólo es verdadero, y por tanto diabólico, cuando secuestra el alma de quien contempla cualquiera de sus obras".

Para muchos, durante décadas, el arte figurativo era el único que tenía valor y “lo abstracto” nombre con el que se denominaba a todo lo que no era figurativo, no dejaba de ser algo sin sentido, o sea que más bien y durante mucho tiempo, no fue oficialmente arte.

Pero el mundo da muchas vueltas y ya sabemos que en cuestiones de arte (ya sea cine, música, pintura, literatura, etc.) lo que es revolucionario un día acaba siendo aceptado hasta por los conservadores más acérrimos y ahora estamos precisamente en el extremo opuesto y lo difícil es ya valorar el arte figurativo.

Ahora todo lo vanguardista “cuela” y uno ya está preparado para ver cualquier cosa elevada a la categoría de arte. La transgresión ha devenido permanente y para ser alguien considerado artista no ha habido más remedio que romper moldes de forma permanente.

Aquí es donde creo que encaja Antoni Tàpies, pintor con una creatividad permanente y con una obra totalmente diferenciada y prodigiosa, con sello de autor, uno de los mejores de Europa tras la Segunda Guerra Mundial, muy respetado allende las fronteras y muy influido por Klee (se le incluye dentro del movimiento denominado Informalismo). El paso del tiempo le ha sentado bien a la obra de Tàpies, como en general a todos los vanguardistas. Trasciende todo lo tradicional cuando muestra sus “pinturas” 3D con materiales, soportes y lienzos de lo más impensable. Una exploración constante buscando nuevas posibilidades: un luchador permanente en busca de la originalidad. Y para entender la obra de Tàpies nada mejor que atender al título de alguna de sus obras: Caja de embalar; Armario, pantalón y alambre; Silla y ropa; Alambre y lazos rosas; Pila de platos; Huevera y periódico; Caja de cordeles, Gran trapo anudado con desechos, etc…

Entiendo que a muchos Tàpies no les diga mucho o más bien nada (a mí nunca me ha atraído su obra, al igual que la de Miquel Barceló, de la que vi una amplia muestra de su obra en Avignon, hace dos veranos, y me quedé más frío que un Magnum de chocolate (en esta página puede verse algo de su obra). En mi opinión, Barceló es de los que ha cruzado la línea roja en la mayor parte de su obra para mi gusto personal y quien quiera valorarlo que lo valore. A mí no me transmite absolutamente nada. Ni tan siquiera considero que su obra sirva para llenar paredes.

Como decía antes, se han realizado reformas en la Fundación Tàpies, que han permitido ampliar la sala en 600 m2, gracias a una inversión de 8,3 MM. de euros (ignoro quién puso el dinero). Aprovechando esta reforma se ha colocado en la terraza superior de la Fundación/Museo el famoso calcetín, en versión reducida (el entorno, un patio interior dentro de una manzana de casas del ensanche, le sienta fatal al calcetín).

El calcetín de Tapies es una obra que el MNAC rechazó en 1991. Originalmente el calcetín tenía 18 metros de altura y era transitable por dentro. El que se ha colocado tiene 2,75 m. Nada que ver con el original. Un remedo que siempre nos recordará lo que debería haber sido.

Reconozco que el dominio de los materiales de Antonio Tàpies es inmenso, realmente sensacional y que en gran parte es lo que ha dado valor a su obra. Y que sus obras son de lo más decorativo: imaginación, explosión de colores, símbolos, objetos, etc. que quedan de fábula colgadas en las paredes, pero…

Sin embargo la visita a la Fundación nos depara algo que realmente vale la pena ver y que está en el sótano: podemos ver la colección particular de este artista, que fue atesorando a lo largo de su vida. Podemos ver arte egipcio, arte moderno occidental, objetos rituales, libros científicos, figuras sumerias, estampas japonesas y hasta un Zurbarán. Lo mejor de la visita.

¿Secuestra tu alma la obra de Tapies? Visitando la Fundación podrás comprobarlo, aunque la muestra es bastante limitada. Barato no es.

Nota: Un excelente artículo sobre Tàpies (“Tàpies íntimo”), con motivo de una de sus exposiciones, puede leerse en el libro de Francisco Calvo Serraller, Libertad de Exposición.

Un buen relato sobre "El arte Contemporáneo" puede leerse en el último capítulo del libro "Para saber ver. Cómo se mira una obra de arte" de Matteo Marangoni.

Artículos en El País:

- La verdad sin coloretes. Vicente Verdú.
- Entrevista a Antoni Tàpies (2004). Sol Alameda.
- El secreto. Victoria Cirlot.
- Esa magia inconfesable. Manuel Borja-Villel.
- Despedida al pintor del silencio. Estrella de Diego.
- La mano que retrató la materia. Jacinto Antón.
- Deslumbrante hasta el final. Francisco Calvo Serraller.

Fotos:
Arriba, el famoso calcetín, con su impagable entorno.
Abajo (en todos los museos estaba prohibido hacer fotos, pero en Avignon pude hacer alguna):
Mi santa con el calcetín, saliendo del Museo Ludwig de Colonia (encantada de haber podido visitarlo) y cuatro de Barceló en dos exposiciones en Avignon (2010).

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