lunes, febrero 14, 2011

¿El regreso de Keynes?


He leído dos veces (y algunas páginas muchas veces más) a lo largo de 2010 el libro de Robert Skidelsky, El regreso de Keynes.

Robert Skidelsky es un gran especialista en Keynes. Escribió la mejor biografía sobre él en tres volúmenes y en el 2009 publicó este pequeño, pero denso volumen, sobre lo que parecía un retorno a los políticas keynesianas después de ver el desastre al que nos había sumido el neoliberalismo imperante, culpable de uno de los fracasos más grandes de la vida económica de los últimos cien años. Parecía oportuno recordar la figura de Keynes en un momento en que los gobiernos de muchos países habían de ejercer de salvadores del sistema financiero y hasta de empresas, afectadas estas últimas por la falta de crédito.

Con el desarrollo de una inmensa crisis en el 2008, parecía en el 2009 que la única forma de salir de la Gran Recesión y evitar que se transformase en una depresión inmensa y planetaria, era que el estado sustituyese a la iniciativa privada e intentar mantener el gasto a través de los presupuestos estatales.

Ya hemos visto como todo esto fue un espejismo. Salvada la banca, que era lo que interesaba, se han suprimido y cancelado las ayudas estatales y peor aún, hemos entrado en una fase de recortes del gasto del gobierno a niveles realmente preocupantes. Primero fue Europa, pero ahora es EE.UU. la que anuncia, como ya era de esperar después de la derrota electoral de los demócratas, recortes impresionantes. Volvemos a la teoría neoclásica: las economías de mercado no necesitan estimulación, ya que responden siempre eficientemente a los shocks.

Fue Eugeni D'Ors el que recriminó a un joven, que había derramado una botella de champaña al intentar una nueva forma de descorche, con la célebre frase de “que los experimentos mejor con gaseosa”. Hacerlos con cava del bueno, si salen mal, puede salir caro.

Pues este refrán no se está aplicando precisamente. En economías deprimidas aplicar políticas de austeridad puede ser explosivo (véase el artículo de Antón Costas de este domingo). El problema es que cuando se vea que, o bien estas medidas no llevan a la recuperación, o, peor aún, nos hunden más en la recesión al deprimir el consumo (tal como explicaba Ignacio Sotelo en su artículo del sábado pasado), ya se habrán perdido dos años (y estaremos con el agua al cuello).

Pero volvamos al libro, que está estructurado en tres partes, con prefacio y una introducción de seis páginas muy interesantes con afirmaciones importantes:

1) Keynes es importante porque proporcionó una teoría general que explica el origen de las crisis y expone políticas para combatirlas.
2) La teoría económica ha fallado (una vez más) para explicar esta crisis.
3) Las reformas en las que nos hallamos inmersos (y esto lo decía en el 2009) son cosméticas. No hay tales reformas.
4) Acusa a la economía (y es economista) de ser una disciplina fundamentalmente equivocada porque hace supuestos sobre el comportamiento humano que son erróneos y absurdos.

El neoliberalismo ha arremetido contra el keynesianismo al que ha relegado permanentemente desde los años setenta. El problema, como se ha demostrado, es que las teorías keynesianas fueron sustituidas por concepciones políticas sin ninguna teoría económica que las sustentase. Estamos viendo ahora que la economía keynesiana obtuvo logros superiores para grandes capas de la población y el neoliberalismo a lo único que conduce es al empobrecimiento del trabajador y al enriquecimiento de unos pocos (en EE.UU. un 25% de la renta lo acapara un 1% de la población).

En la primera parte del libro Skidelsky analiza la crisis y el estado actual de la economía (aquí se analiza de forma muy interesante y en pocas páginas, la evolución de la teoría económica durante las últimas décadas, que como ya sabemos se divide en dos escuelas principales: los neoclásicos y los neokeynesianos. Los neokeynesianos acusan a los neoclásicos de vivir en la Alta Edad Media y los neoclásicos acusan a los neokeynesianos de ser precopernicanos, aunque en el fondo ambas escuelas comparten en gran medida la misma teoría subyacente y se diferencian en su aplicabilidad). La presente crisis económica es un gran fracaso del sistema de mercado y las razones son tres: institucionales (desregulación, como la revocación de la ley Glass-Steagall, y confianza en que el mercado era eficiente), morales (endeudamiento sin límite) y una delirante confianza en un crecimiento económico sin límites.

A la vista de lo que ha ocurrido, leer los supuestos intelectuales sobre los que se basa la teoría del mercado eficiente produce una cierta hilaridad. Veamos estos supuestos:

1) Los precios de mercado son buenos indicadores del valor económico racionalmente evaluado.
2) El desarrollo del crédito titulizado, dado que se basa en la creación de nuevos mercados más líquidos, ha mejorado tanto la eficiencia de la asignación como la estabilidad financiera.
3) Las características de riesgo de los mercados financieros pueden inferirse mediante análisis matemático, proporcionando sólidas medidas cuantitativas del riesgo comercial.
4) La disciplina del mercado puede ser un instrumento eficaz para restringir la asunción de riesgos nocivos.
5) Puede suponerse que la innovación financiera es beneficiosa, ya que la competencia en el mercado desestimaría cualquier innovación que no supusiera un valor añadido.

Este último supuesto, recordando las subprime, produce auténticas carcajadas.

De todos estos supuestos se sigue:

1) Los mercados son, en general, autocorrectores si hay una disciplina del mercado como instrumento más eficaz que la regulación o la supervisión.
2) La principal responsabilidad en la gestión de riesgos radica en la dirección superior y en los consejos de administración de las empresas.
3) La protección al cliente no se consigue mejor por la regulación de los productos o la intervención directa, sino asegurando que los mercados al por mayor sean tan libres y transparentes como sea posible.

Ahora vemos como la medida del riesgo era falsa. Y es que los rendimientos pasados no aseguran rendimientos futuros. La incertidumbre en los resultados sigue existiendo y en muchos casos los modelos de riesgo ignoraron que es imposible a veces calcularlo.

Minsky ya nos describió un sistema financiero que transforma la inversión en especulación para acabar en el colapso. Y Nassim Taleb nos explicó lo de los cisnes negros. A la incertidumbre no se le puede asignar ninguna probabilidad. No hay riesgo medible.

En la segunda parte del libro se explica de forma resumida lo que significó Keynes y su teoría económica, para después analizar si fue un éxito o un fracaso.

La tercera parte, habla del regreso de Keynes, pero el libro queda corto en el aspecto de proponer soluciones a la crisis. ¿Qué políticas habría propuesto Keynes de estar presente? ¿Pensaría que sigue siendo un objetivo prioritario recuperar el nivel de pleno empleo? ¿Qué nos recomendaría a los españoles para salir de esta? ¿Confiar en que la demanda alguna día se recuperará solita?

Un libro intenso y muy interesante, pero advertir que no es un libro de divulgación. No adictos, abstenerse.

A la vista de lo acontecido en el 2010 el libro debería tener ahora otro título, porque Keynes no ha vuelto. Tenemos más de lo mismo, sin reformas y con dosis crecientes de ricino.

Atículo interesante de Skidelsky en La Vanguardia

1 comentario:

Alberto Medina dijo...

Este libro me parece muy interesante. Ahora que he comenzado a estudiar ADE a través de la UNED, visitaré su blog más a menudo.

Saludos.

 
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