Simone Moro, Denis Urubko y Corey Richards (será interesante saber como se juntan para una aventura de este estilo un italiano, un yanqui y un kazajo) han hecho historia al conquistar un 8.000 (el Gasherbrum II de 8,035 m.) por primera vez en invierno.
Con vientos de 100 km./h. en la cima tenían una temperatura (sensación térmica) de 60 bajo cero, donde se alegraron un montón por la conquista, pero conscientes de que se la estaban jugando. En el plateau bajo la pirámide somital el tiempo se les puso realmente mal y empezaron a ir por el filo de la navaja. En estos casos si sale cara triunfadores, con lo que todo esto supone, y si sale cruz no se entera nadie ni de que lo estaban intentado.
Los barrió un alud y uno de ellos tuvo la suerte de no quedar sepultado y pudo liberar a los otros dos. Después caída en grieta y nieve hasta las orejas con horarios sangrantes. Al límite físico.
Alpinismo extremo que cuenta con sus adictos. Moro ya escapó de un alud en el Annapurna yendo con Boukréyev, uno de los protagonistas de aquella trágica noche del 96 en el Everest en que murieron doce personas y que tan bien relató Krakauer en su interesante libro Mal de altura (Boukréyev publicó también su libro titulado La escalada. Trágicas ambiciones sobre el Everest, en que criticó a Krakauer) y que aficionados y no aficionados a la montaña deberían leer, para entender en que se ha transformado esto de subir al Everest.
Boukréyev se escapó vivo aquella noche en el Everest, pero en el alud del Annapurna no se salvó. Sí lo hizo Moro que emergió vivo 500 m. más abajo. A la mayoría de mortales les pasa algo así y se dedican a cuidar un huerto, pero ya vemos que a Moro le gustan las apuestas fuertes y continuas.
Moro afirma que la montaña les permitió sobrevivir. Siempre me ha fascinado esta forma de ver la montaña que tienen algunos. La tratan como si fuese un ser vivo, más bien un Dios al estilo griego, que elige sus víctimas. Hoy estoy cabreado, ¡toma alud! Hoy estoy contento, te dejo subir. Un poco ingenua la cosa.
Espero leer su libro dentro de poco y espero que no sea otro más de los que tengo en la librería cuyo autor no pudo escribir ya nada más.
Con vientos de 100 km./h. en la cima tenían una temperatura (sensación térmica) de 60 bajo cero, donde se alegraron un montón por la conquista, pero conscientes de que se la estaban jugando. En el plateau bajo la pirámide somital el tiempo se les puso realmente mal y empezaron a ir por el filo de la navaja. En estos casos si sale cara triunfadores, con lo que todo esto supone, y si sale cruz no se entera nadie ni de que lo estaban intentado.
Los barrió un alud y uno de ellos tuvo la suerte de no quedar sepultado y pudo liberar a los otros dos. Después caída en grieta y nieve hasta las orejas con horarios sangrantes. Al límite físico.
Alpinismo extremo que cuenta con sus adictos. Moro ya escapó de un alud en el Annapurna yendo con Boukréyev, uno de los protagonistas de aquella trágica noche del 96 en el Everest en que murieron doce personas y que tan bien relató Krakauer en su interesante libro Mal de altura (Boukréyev publicó también su libro titulado La escalada. Trágicas ambiciones sobre el Everest, en que criticó a Krakauer) y que aficionados y no aficionados a la montaña deberían leer, para entender en que se ha transformado esto de subir al Everest.
Boukréyev se escapó vivo aquella noche en el Everest, pero en el alud del Annapurna no se salvó. Sí lo hizo Moro que emergió vivo 500 m. más abajo. A la mayoría de mortales les pasa algo así y se dedican a cuidar un huerto, pero ya vemos que a Moro le gustan las apuestas fuertes y continuas.
Moro afirma que la montaña les permitió sobrevivir. Siempre me ha fascinado esta forma de ver la montaña que tienen algunos. La tratan como si fuese un ser vivo, más bien un Dios al estilo griego, que elige sus víctimas. Hoy estoy cabreado, ¡toma alud! Hoy estoy contento, te dejo subir. Un poco ingenua la cosa.
Espero leer su libro dentro de poco y espero que no sea otro más de los que tengo en la librería cuyo autor no pudo escribir ya nada más.
Artículo en El País
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