Ya he escrito varias veces en este blog sobre la mal llamada
Ciencia Económica, la cual trata de emular a otras ciencias (físicas, matemáticas,
etc.) intentando encontrar leyes que expliquen el mundo económico en el que
vivimos.
Algo vano e inútil, ya que el tiempo viene a demostrar, una
y otra vez, que el ser humano no es racional y por lo tanto no es predecible y sus conductas no son teorizables.
Pero para mayor burla de los científicos económicos, lo más
grave es que la mayoría de Teorías Económicas están hechas por encargo. La
ideología imperante siempre quiere ver refrendadas sus políticas en base a leyes
emitidas por los más insignes economistas. Por lo tanto, ya en su origen, están
pervertidas. Teoría Económica por encargo.
Estos días hemos asistido a la puesta en evidencia de una
falsedad económica. Nada más y nada menos que dos ilustres economistas de
Harvard, Carmen Reinhart y Kenneth
Rogoff (autores del famoso libro “Esta vez es diferente”), divulgaron un
artículo, Growth
in a time of debt (Crecimiento en una época de endeudamiento) en el
que se mostraba la relación entre deuda y crecimiento. La conclusión de tal
estudio es que un país que supere el 90% de endeudamiento respecto al PIB verá
cercenado su crecimiento.
Por lo tanto la receta estaba servida: austeridad para
reducir la deuda y así poder crecer.
Pero al contrario de lo que afirma esta pareja lo que vemos
es que la austeridad no solo no reduce el endeudamiento, sino que además incrementa la
recesión, es decir, en vez de crecer ocurre lo contrario.
Ha tenido que ser un estudiante de doctorado norteamericano,
Thomas Herndon, el que haya descubierto que el trabajo de Carmen Reinhart y Kenneth
Rogoff es falso por los cuatro costados.
La famosa hoja de Excel que utilizaron estos sabios
economistas tenía tres tipos de errores. En primer lugar, habían omitido
algunos datos; en segundo lugar, emplearon unos procedimientos estadísticos
poco habituales y muy cuestionables; y finalmente cometieron un error de
codificación de Excel (¡vaya nivel!). Si corregimos estos errores y rarezas,
obtenemos lo que otros investigadores han descubierto: cierta correlación entre
la deuda elevada y el crecimiento lento, sin nada que indique cuál de ellos
causa qué, pero sin rastro alguno de ese umbral del 90%.
Por eso debemos situar el timo de Reinhart y Rogoff en el
contexto más amplio de la obsesión por la austeridad: el evidentemente intenso
deseo del neoliberalismo (o sea de los ricos) de dar la espalda a los parados
y, en cambio, usar la crisis económica como excusa para reducir drásticamente
los programas sociales.
Hoy Krugman en El País nos explica esto a fondo en un
artículo titulado “La solución del 1%”.
Dice Krugman: “Sin
embargo, la austeridad mantuvo (a pesar de la evidencia de que es mentira) e incluso reforzó su dominio sobre la
opinión de la élite. ¿Por qué?
Parte de la respuesta seguramente
resida en el deseo generalizado de ver la economía como una obra que ensalza la
moral y las virtudes, de convertirla en un cuento sobre el exceso y sus
consecuencias. Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, cuenta la
historia, y ahora estamos pagando el precio inevitable. Los economistas pueden
explicar hasta la saciedad que esto es un error, que la razón por la que
tenemos un paro tan elevado no es que gastásemos demasiado en el pasado, sino
que estamos gastando demasiado poco ahora y que este problema puede y debería
resolverse. Da igual; muchas personas tienen el sentimiento visceral de que
hemos pecado y debemos buscar la redención mediante el sufrimiento (y ni los
argumentos económicos ni la observación de que la gente que ahora sufre no es en absoluto la misma que pecó durante
los años de la burbuja sirven de mucho).
Pero no se trata solo del
enfrentamiento entre la emoción y la lógica. No es posible entender la
influencia de la doctrina de la austeridad sin hablar sobre las clases y la
desigualdad…
….al estadounidense medio le preocupan
un poco los déficits presupuestarios, lo cual no es ninguna sorpresa dado el
constante aluvión de historias de miedo sobre el déficit en los medios de comunicación,
pero los ricos, en su inmensa mayoría, consideran que el déficit es el problema
más importante al que nos enfrentamos. ¿Y cómo debería reducirse el déficit
presupuestario? Los ricos están a favor de recortar el gasto federal en
asistencia sanitaria y la Seguridad Social —es decir, en “derechos a
prestaciones”—, mientras que los ciudadanos en general quieren realmente que
aumente el gasto en esos programas.
Han captado la idea: el plan de
austeridad se parece mucho a la simple expresión de las preferencias de la
clase superior, oculta tras una fachada de rigor académico. Lo que quiere el 1% con los ingresos más
altos se convierte en lo que las ciencias económicas dicen que debemos hacer.
Y esto hace que uno se
pregunte hasta qué punto cambiará las cosas el hundimiento intelectual de la
postura austeriana. En la medida en que tengamos una política del 1%, por el 1
% y para el 1 %, ¿no seguiremos viendo únicamente nuevas justificaciones para
las viejas políticas de siempre?
Pronto veremos nuevas demostraciones de que la austeridad es
lo que conviene. Hay mucho dinero para pagar las Teorías Económicas que hagan
falta.
Hoy tenemos el ejemplo de José Luis Leal, que ya aparece blandiendo
la espada. Es decir, Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff se equivocaron, pero solo hay una verdad
verdadera que está por encima de todo.
He aquí lo que dice:
“Actualmente, sin
embargo, es probable que
la dirección de la causalidad sea la inversa. El incesante aumento de la deuda
pública, que se aproxima rápidamente al 90% del PIB, limita nuestro crecimiento
al obligarnos a una dura política restrictiva que solo ha conseguido reducir el
déficit hasta el 7% del PIB en 2012,
a pesar del importante coste social del esfuerzo
realizado.
Es obvio que tenemos que
desendeudarnos, ya que si no lo hacemos tendrán que hacerlo nuestros hijos,
pues alguien deberá hacer frente a unas deudas que no desaparecerán por
milagro. El problema consiste en el ritmo al que debemos hacerlo para no dañar,
o dañar lo menos posible, el crecimiento”.
Es decir, en román paladino, sigamos igual pero con
suavidad. Lo que me gustaría es que me
indicase este señor cual es ese ritmo que no perjudica el crecimiento. Dígame el númerito, porfa, vaaaa. Afirmar
generalidades siempre es fácil.
Y una pregunta al final, ¿Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff se
equivocaron o cobraron por equivocarse? Hoy en El País se defienden, pero como
diría Hamlet, algo huele a podrido en Dinamarca, o mejor dicho, en la Teoría Económica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario