Naomi Klein, tras el éxito de su libro NoLogo, nos obsequió ya hace casi cinco años con un excelente libro que adquirí en dicha fecha, pero que solo leí parcialmente: La doctrina del shock.
No me dí cuenta en ese momento que tenía en mis manos la explicación más clara sobre la crisis actual… claro que entonces aún no se había producido. Naomí nos anticipaba lo que nos iba a caer y no nos dimos cuenta.
Cuando hace dos años cayó casualmente el libro de nuevo en mis manos lo leí de un tirón... y abrí los ojos. Ahora, cuando veo lo ocurrido ayer, en que S&P nos baja el rating de la deuda, lo veo todo con una claridad meridiana y es que S&P no solo se limita a degradarnos, sino que nos ordena aprobar la reforma laboral (que agravará la crisis, pero abaratará los salarios) "lo antes posible", so pena de degradarnos de nuevo.
Un impresionante trabajo el de Naomi Klein cuya tesis es mostrar que lo que nos está ocurriendo ahora es algo que obedece a un plan: aprovechar las crisis –económicas, sociales o políticas— y las catástrofes ambientales para introducir unas reformas neoliberales que lleven a la demolición del Estado de Bienestar, o sea, el retorno al capitalismo salvaje y a la explotación de los trabajadores de forma global.
El libro nos muestra como esta doctrina se ha ido aplicando en numerosos países. Primero fue Sudamérica: Chile, Paraguay, Argentina, Brasil, Guatemala, Venezuela. Pero esta fase de aplicación de la doctrina tenía un pequeño problema. Se aplicaba con tanques en las calles y tortura sistemática en las prisiones, mientras que se hacía desaparecer a los disidentes. El fascismo seguía aplicando el mismo modelo de siempre.
Detrás de todo lo ocurrido en Sudamérica estaba la filosofía económica neoliberal apadrinada por Milton Friedman y sus Chicago Boys, quienes sostenían sin tapujos que las crisis pueden usarse para una "terapia de shock" a favor del libre mercado.
La estrategia que sí se prueba durante la "guerra de la deuda" en América Latina es algo que ahora está siendo muy útil: crear el pánico, para luego presionar a fin de que se adopten "terapias" económicas neoliberales. El Banco Mundial y el FMI se convierten entonces en instituciones supranacionales adaptadas al objetivo de limitar la soberanía popular y privar a los gobiernos nacionales de cualquier autonomía decisional.
Pero el objetivo divino, el gran sueño, era acabar con el estado del bienestar en el corazón del sistema, o sea en Europa. Y ahí apareció Margaret Thatcher. Una guerra en las Malvinas oportunamente generada y el más detestado de los dirigentes europeos (aceptación sólo de un 25% en las encuestas, la más baja que había registrado nunca un líder europeo), se convirtió, gracias a la “gran victoria en la guerra” en un líder aclamado. La gran dama de hierro aprovechó la ocasión para cargarse los sindicatos ingleses y dar así un paso importante para iniciar la imposición del neoliberalismo en Europa.
Y después llegó la caída del muro de Berlín y el desplome de la Unión Soviética y del socialismo real. Una oportunidad sin igual para conciliar la democracia con las "leyes naturales" del mundo de los negocios.
Naomi nos sigue explicando numerosos casos en que la crisis se aprovechó para imponer el credo neoliberal: la Polonia de Walesa, la Rusia de Yelstin (un auténtico salvajismo que muestra como unos pocos se pueden apoderar de un país) y años después les llegó el turno a Tailandia, Filipinas, Malasia, Indochina y Corea del Sur que capitularon frente al FMI. Un "Chicago boy" escribió una columna en el Financial Times parangonando la revolución del libre mercado en Asia con una "segunda caída del Muro de Berlín".
Resulta impresionante el trabajo hecho por Naomi Klein de reconstrucción de las carreras políticas, los vínculos de amistad, las relaciones de negocios de hombres –de Dick Cheney a Donald Rumsfeld, de John Ashcroft a Domingo Cavallo, de Michel Camdessus a Paul Bremen, a Paul Wolfowitz y a la familia Bush— que pasan de un consejo de administración de alguna transnacional a la dirección de un think thank neoliberal, de puestos de responsabilidad en algún gobierno a los despachos del Banco Mundial o del FMI.
Estamos ahora ya ante la fase definitiva del capitalismo neoliberal: arrasar el estado del bienestar que sobrevive en Europa. Para ello nada mejor que el sobredimensionado problema de la deuda para aplicar el llamado consenso de Washington, con su corolario de "programas de ajuste estructural".
Nos dicen ahora que lo que corresponde es que todas las actividades productivas y los servicios sociales gestionados por el estado sean puestos en almoneda, aun a costa de sacrificar centenares de miles de puestos de trabajo sobre el altar de la competitividad internacional. La pobreza, no dejan de repetir, es un efecto colateral que sin embargo acabará siendo despejado por la mano invisible del mercado, aunque no nos dicen la fecha.
La "terapia de shock" se nutre de estrategias de marketing, propaganda y falsificación de datos, tratando de demostrar que el mercado libre es la única vía para escapar de la decadencia económica y de la pobreza masiva, y así con nuestros votos damos el aval al poder que precisamente nos aplicará la terapia del shock. Vemos como el capitalismo ha mutado y se ha perfeccionado: ya no hacen falta tanques, ni presos, ni desaparecidos, a lo sumo algo de policía.
Visto el maná que ha representado el 11 de septiembre para los neoliberales, uno empieza a creer que al igual que se montó la guerra de las Malvinas, pudo orquestarse la caída de la Torres Gemelas. Ya no suena a teoría de la conspiración, ya que tras su caída hemos tenido más sesiones de shock como la invasión de Afganistán y de Irak, y temas sorprendentes como nos explica Naomí en el capítulo dedicado al crecimiento de la tecnología high-tech de la seguridad en Israel y de la llegada de los hebreos de la Europa del Este a ese país tras la caída del Muro de Berlín, dos de las claves interpretativas –no las únicas— del paso de una hipótesis de paz con los palestinos al funesto paseo de Ariel Sharon por la explanada de las mezquitas que provocó la segunda Intifada. Los prófugos del Este europeo pudieron substituir la fuerza de trabajo Palestina a bajo costo, mientras que las empresas high-tech pudieron ofrecer sus productos al mundo entero, visto que la guerra al terror es la guerra de la civilización occidental contra sus enemigos.
Leeremos también como el tsunami ocurrido en Asia se utilizó para transformar algunas regiones o incluso naciones (Sri Lanka, Tailandia y las Maldivas) en clubes de vacación para las elites globales.
La doctrina del shock nos anticipaba lo que nos iba a llegar y no nos dimos cuenta. Creímos que eran teorías conspiranoicas, cuando ahora está claro que estamos ante algo muy bien organizado y planeado.
Un denso e importante libro para aquel que tenga tiempo, pero que le dejará todo muy claro sobre lo que nos está pasando. Ahora, a toro pasado sería fácil construir la tesis de este libro, pero el merito de Naomí es que lo hizo mucho antes, en el 2007.
Y si no se quiere leer el libro, aquí está el documental que se hizo sobre él y que refleja todo lo que nos explica Naomi Klein.
No me dí cuenta en ese momento que tenía en mis manos la explicación más clara sobre la crisis actual… claro que entonces aún no se había producido. Naomí nos anticipaba lo que nos iba a caer y no nos dimos cuenta.
Cuando hace dos años cayó casualmente el libro de nuevo en mis manos lo leí de un tirón... y abrí los ojos. Ahora, cuando veo lo ocurrido ayer, en que S&P nos baja el rating de la deuda, lo veo todo con una claridad meridiana y es que S&P no solo se limita a degradarnos, sino que nos ordena aprobar la reforma laboral (que agravará la crisis, pero abaratará los salarios) "lo antes posible", so pena de degradarnos de nuevo.
Un impresionante trabajo el de Naomi Klein cuya tesis es mostrar que lo que nos está ocurriendo ahora es algo que obedece a un plan: aprovechar las crisis –económicas, sociales o políticas— y las catástrofes ambientales para introducir unas reformas neoliberales que lleven a la demolición del Estado de Bienestar, o sea, el retorno al capitalismo salvaje y a la explotación de los trabajadores de forma global.
El libro nos muestra como esta doctrina se ha ido aplicando en numerosos países. Primero fue Sudamérica: Chile, Paraguay, Argentina, Brasil, Guatemala, Venezuela. Pero esta fase de aplicación de la doctrina tenía un pequeño problema. Se aplicaba con tanques en las calles y tortura sistemática en las prisiones, mientras que se hacía desaparecer a los disidentes. El fascismo seguía aplicando el mismo modelo de siempre.
Detrás de todo lo ocurrido en Sudamérica estaba la filosofía económica neoliberal apadrinada por Milton Friedman y sus Chicago Boys, quienes sostenían sin tapujos que las crisis pueden usarse para una "terapia de shock" a favor del libre mercado.
La estrategia que sí se prueba durante la "guerra de la deuda" en América Latina es algo que ahora está siendo muy útil: crear el pánico, para luego presionar a fin de que se adopten "terapias" económicas neoliberales. El Banco Mundial y el FMI se convierten entonces en instituciones supranacionales adaptadas al objetivo de limitar la soberanía popular y privar a los gobiernos nacionales de cualquier autonomía decisional.
Pero el objetivo divino, el gran sueño, era acabar con el estado del bienestar en el corazón del sistema, o sea en Europa. Y ahí apareció Margaret Thatcher. Una guerra en las Malvinas oportunamente generada y el más detestado de los dirigentes europeos (aceptación sólo de un 25% en las encuestas, la más baja que había registrado nunca un líder europeo), se convirtió, gracias a la “gran victoria en la guerra” en un líder aclamado. La gran dama de hierro aprovechó la ocasión para cargarse los sindicatos ingleses y dar así un paso importante para iniciar la imposición del neoliberalismo en Europa.
Y después llegó la caída del muro de Berlín y el desplome de la Unión Soviética y del socialismo real. Una oportunidad sin igual para conciliar la democracia con las "leyes naturales" del mundo de los negocios.
Naomi nos sigue explicando numerosos casos en que la crisis se aprovechó para imponer el credo neoliberal: la Polonia de Walesa, la Rusia de Yelstin (un auténtico salvajismo que muestra como unos pocos se pueden apoderar de un país) y años después les llegó el turno a Tailandia, Filipinas, Malasia, Indochina y Corea del Sur que capitularon frente al FMI. Un "Chicago boy" escribió una columna en el Financial Times parangonando la revolución del libre mercado en Asia con una "segunda caída del Muro de Berlín".
Resulta impresionante el trabajo hecho por Naomi Klein de reconstrucción de las carreras políticas, los vínculos de amistad, las relaciones de negocios de hombres –de Dick Cheney a Donald Rumsfeld, de John Ashcroft a Domingo Cavallo, de Michel Camdessus a Paul Bremen, a Paul Wolfowitz y a la familia Bush— que pasan de un consejo de administración de alguna transnacional a la dirección de un think thank neoliberal, de puestos de responsabilidad en algún gobierno a los despachos del Banco Mundial o del FMI.
Estamos ahora ya ante la fase definitiva del capitalismo neoliberal: arrasar el estado del bienestar que sobrevive en Europa. Para ello nada mejor que el sobredimensionado problema de la deuda para aplicar el llamado consenso de Washington, con su corolario de "programas de ajuste estructural".
Nos dicen ahora que lo que corresponde es que todas las actividades productivas y los servicios sociales gestionados por el estado sean puestos en almoneda, aun a costa de sacrificar centenares de miles de puestos de trabajo sobre el altar de la competitividad internacional. La pobreza, no dejan de repetir, es un efecto colateral que sin embargo acabará siendo despejado por la mano invisible del mercado, aunque no nos dicen la fecha.
La "terapia de shock" se nutre de estrategias de marketing, propaganda y falsificación de datos, tratando de demostrar que el mercado libre es la única vía para escapar de la decadencia económica y de la pobreza masiva, y así con nuestros votos damos el aval al poder que precisamente nos aplicará la terapia del shock. Vemos como el capitalismo ha mutado y se ha perfeccionado: ya no hacen falta tanques, ni presos, ni desaparecidos, a lo sumo algo de policía.
Visto el maná que ha representado el 11 de septiembre para los neoliberales, uno empieza a creer que al igual que se montó la guerra de las Malvinas, pudo orquestarse la caída de la Torres Gemelas. Ya no suena a teoría de la conspiración, ya que tras su caída hemos tenido más sesiones de shock como la invasión de Afganistán y de Irak, y temas sorprendentes como nos explica Naomí en el capítulo dedicado al crecimiento de la tecnología high-tech de la seguridad en Israel y de la llegada de los hebreos de la Europa del Este a ese país tras la caída del Muro de Berlín, dos de las claves interpretativas –no las únicas— del paso de una hipótesis de paz con los palestinos al funesto paseo de Ariel Sharon por la explanada de las mezquitas que provocó la segunda Intifada. Los prófugos del Este europeo pudieron substituir la fuerza de trabajo Palestina a bajo costo, mientras que las empresas high-tech pudieron ofrecer sus productos al mundo entero, visto que la guerra al terror es la guerra de la civilización occidental contra sus enemigos.
Leeremos también como el tsunami ocurrido en Asia se utilizó para transformar algunas regiones o incluso naciones (Sri Lanka, Tailandia y las Maldivas) en clubes de vacación para las elites globales.
La doctrina del shock nos anticipaba lo que nos iba a llegar y no nos dimos cuenta. Creímos que eran teorías conspiranoicas, cuando ahora está claro que estamos ante algo muy bien organizado y planeado.
Un denso e importante libro para aquel que tenga tiempo, pero que le dejará todo muy claro sobre lo que nos está pasando. Ahora, a toro pasado sería fácil construir la tesis de este libro, pero el merito de Naomí es que lo hizo mucho antes, en el 2007.
Y si no se quiere leer el libro, aquí está el documental que se hizo sobre él y que refleja todo lo que nos explica Naomi Klein.
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