lunes, enero 16, 2012

Adiós a un antidemócrata


Al igual que cuando murió Franco se descorcharon muchas botellas de cava, me temo que ayer se descorchó también más de una (lo malo es que hay que seguir comprando botellas). La vida es muy sabia y ha hecho al ser humano perecedero, como los yogures, y da de baja del planeta tanto a lo bueno como a lo malo. Esto último no deja de ser una ventaja cuando ves a los tiranos pasar a mejor vida.

Ayer por la noche leí ya multitud de artículos laudatorios sobre este peculiar hombre, (artículos evidentemente escritos hace meses), un individuo poder-alcoholic, pero que, sin embargo, puro castigo a su obsesión, no llegó a regir, por suerte para casi todos, los destinos de España.

El País, convertido ahora ya en un diario neoliberal, hoy no escatima loas (con alguna pequeña excepción, para que no se diga). Hasta Rosa Montero le lame el culo, aprovechando su artículo para explicarnos lo listilla que fue cuando lo entrevistó una vez. Nos recuerda que le hizo preguntas atrevidas y que Fraga no le pegó. Todo un éxito frente al tirano.

Muy profiláctico lo de El País anoche, ya que cuando fui a escribir un comentario al artículo de Rosa Montero, desapareció de repente la posibilidad de hacerlo. Supongo que el aluvión de comentarios que decían todo lo contrario a lo que El País exponía (inteligencia, un gran hombre, un gran demócrata, padre de la Constitución, hombre fundamental en la transición democrática española, gran figura en pos de la construcción de un país de libertades, ejemplo de honestidad, preparación intelectual, capacidad de trabajo y servicio al Estado, referente indiscutible, ingente labor, modernizador de Galicia, capacidad de adaptarse a los tiempos, hombre irrepetible, apaciguador de la derecha cerril, personalidad única, hombre ejemplar,etc.) llevó a este periódico a eliminar la posibilidad de dejar que la gente expresase lo que realmente piensa. Intente usted hacer algún comentario a algún artículo sobre Fraga y verá que es imposible. Flaco favor a la libertad de expresión, una vez más, la de El País. Acerté plenamente cuando me di de baja como suscriptor hace pocas semanas.

Recuerdo perfectamente los artículos que escribió Fraga en la Vanguardia cuando se fue de embajador a Londres en 1973 exponiendo su particular visión de lo que necesitaba políticamente España "cuando se produjese el hecho sucesorio" (escribir que Franco se moriría algún día estaba literalmente prohibido). La salud de Franco declinaba y se intuía la proximidad de un cambio profundo. Fraga lo vio enseguida y no dudó en alejarse del franquismo y reaparecer travestido de demócrata a su muerte.

Un demócrata
sui generis ya que no aceptaba el comunismo. La democracia que el quería para España era una democracia-maquillaje, sin alterar sus cimientos, y que permitiese a los mismos de siempre permanecer en el poder. Craso error, ya que, como hemos comprobado, se ha podido conseguir lo mismo igualmente sin necesidad de seguir sus cortos, limitados e interesados planes de imponer una falsa democracia.

Fraga fue ministro franquista, participó en gobiernos de la dictadura y firmó como tal penas de muerte políticas, incluido el infame fusilamiento de Grimau. Por lo tanto cuando se lee que estamos ante la figura de una gran demócrata, uno piensa que Orwell y su 1984 ya están aquí, dispuestos a cambiar la historia.

Fraga pasará también a la historia de España como el gran chaquetero, el más importante de los franquistas (entre otros tan remarcables como Suárez, Martín Villa y Samaranch) que no dudaron en subirse a otro carro con tal de seguir en el poder (y algunos llenar el bolsillo).

Intentó con todas sus fuerzas limitar la transición democrática de este país y solo cuando vio que no podía detener un verdadero cambio democrático, chaquetero él, de nuevo se adaptó a lo que había (aceptando a regañadientes la Constitución), pero se dedicó con su partido, Alianza Popular (una colección de carcamales del antiguo régimen franquista) a derribar a UCD, vengándose así, al hundir a Suárez, de no haber sido él el elegido por el Rey para conducir la transición.

Muchos no han olvidado aún, que como ministro del Interior de Arias Navarro (primer gobierno postfranquista), Fraga, un autoritario donde los haya, fue directamente responsable del asesinato de obreros en Vitoria y de militantes carlistas de izquierda en Montejurra (Navarra). "La calle es mía", dijo entonces, demostrando así su talante demócrata. No sólo perseguía quedarse con la calle, quería quedarse con España entera, pero erró el tiro.

Dios lo tenga en su gloria, como se suele decir, en este caso a su diestra (naturalmente) al lado de ejemplares celestiales como Franco y Pinochet. ¡La de baba pepera que nos espera ver estos días en el entierro del faraón del partido! Si no fuese invierno serían unos días ideales para irse al monte.

Nota: Ví personalmente a Fraga en una ocasión, en 1985, en la bonita población asturiana de Llanes. Fraga se dedicaba en sus vacaciones a recorrer Galicia y Asturias haciendo proselitismo político. Para ello montaba reuniones-merienda en diversas poblaciones invitando a ellas a los votantes de SU partido, AP. Para desplazarse utilizaba un Volvo verde, blindado, que le había regalado Botín. En aquellos tiempos regalos de este tipo no eran motivo de escándalo (ahora ya vamos aprendiendo de que va esto). Botín ya se adelantaba a la posibilidad de que Fraga algún día llegase a gobernar. Había que tenerlo contento. Lástima que se me haya justo estropeado hoy el escaner y no pueda incluir alguna de las fotos que le hice.
Nota 2. Observo que en un artículo de El País sí que se pueden hacer comentarios: "Manuel Fraga o la ensoñación canovista".

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