sábado, enero 14, 2012

¿Iban fumaos?


¿O la tripulación del barco estaba repleta de temporales con minijobs de 400 €?

Correcta la actuación del capitán del barco encallando frente a la isla de Giglio, para así facilitar el salvamento de las 4.200 personas que iban a bordo de uno de estos monstruos de las galletas que surcan hoy en día nuestros mares.

Al ver que el barco se hundía el capitán ha evitado convertir el Costa Dorada en un nuevo Titanic (estamos en invierno y el agua está muy fría, lo que significa que bastan unos minutos en el agua para morir de hipotermia) y se ha dirigido raudo y veloz contra la costa, mientras el barco se iba escorando.

Parece ser que el barco ha impactado con un farallón sumergido que ha abierto una importante vía de agua. GPS’s de última generación que dan la posición con pocos metros de error y sondas que dibujan el fondo del mar con precisión de centímetros no han evitado el impacto. ¿Qué ha ocurrido?

Me viene a la memoria ahora aquel avión de Spanair alquilado por una compañía sueca que aterrizó en Sevilla cuando en realidad se dirigía a Santiago de Compostela. Se teclea origen y destino en el programador de vuelo (en este caso
SVQ en vez de SCQ) y se dan los waypoints (puntos) por donde ha de pasar la ruta. La ciudad (aeropuerto) de destino son tres o cuatro letras, y si se equivoca uno al teclearla y no se hacen las comprobaciones pertinentes y se duerme la siesta mientras el avión vuela solo, uno puede aparecer en Sebastopol sin enterarse.

Algo así le debe haber pasado al Costa Dorada, que evidentemente estaba fuera de ruta, ya que de otra forma no habría impactado contra un fondo marino. Antes era el menosprecio a los icebergs, ahora la calidad del personal. Una vez más, por más que avance la tecnología, se demuestra que el riesgo cero no existe.

El lunes tendremos un día de relax en Barcelona, ya que estos 4.200 guiris tenían previsto pasearse por las Ramblas.

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