Muchas veces escribo en este blog sobre el azar. Si alguien me hubiera dicho que regresaría a casa de esta excursión ciclista en un autobús de la línea 10 de Barcelona, habría dicho que deliraba. Pero así fue.
Y es que las cosas no fueron bien del todo.
El plan era hacer esta dos vías desde Roquetes (Tortosa) hasta Horta de Sant Joan (casi al final de la vía de la Terra Alta), subir al pueblo de Horta de Sant Joan donde comeríamos y regresar de nuevo por la misma ruta. Total proyectado en una jornada: unos 102 Km. En el tintero se quedaba para otra ocasión añadir la tercera parte, la que lleva de Horta de Sant Joan hasta Alcañiz.
Y digo proyectado porque la excursión acabó abruptamente. La única mujer del grupo, mi amiga Valen, con la que estuvimos en Suecia, se cayó en el último túnel que hay justo antes de llegar a la Fontcalda, ya de regreso, cuando llevábamos recorridos un total de 70 Km.
Un gran trompazo que en el primer momento nos preocupó. Valen se recuperó del shock y por su propio pie pudo bajar al balneario. Parte del grupo se fue a buscar los coches a Roquetes y parte nos quedamos en la Fontcalda. Los brazos y un hombro parecían los grandes damnificados. Salimos de la Fontcalda cuando nos volvían a caer unas gotas entre nubes misteriosas por un trazado fantasmagórico por la Sierra de Pándols. Por aquí los combates en la Guerra Civil fueron durísimos. Este balneario-santuario está más o menos en el culo del mundo.
Volvimos a Barcelona lo más rápido posible con destino directo al Hospital del Valle Hebrón. Yo me fui para casa desde el hospital y deje la bici en el coche de Román. Ni asomo de taxis (final de la Champions por la tele), así que me pillé el autobús cuya línea, mira que bien, me dejaba casi a la puerta de casa. Como no cojo nunca el autobús ignoraba que no aceptan billetes de más de 10 €, y no hubo más remedio que ir de polizón con el permiso del conductor. Total, íbamos a esas horas casi solos los dos. La pinta que metía yo con mi equipo de ciclista-mochilas-casco y todo desgreñando supongo que lo ayudaron a compadecerse de mí.
Casi a las once de la noche vi a Valen ya enyesada: fractura de radio y cúbito de la mano derecha. Verdadera mala suerte.
Y ahora un poco de literatura sobre este recorrido que corresponde al tren de vía estrecha que iba desde La Puebla de Híjar a Tortosa.
Este proyecto ferroviario, el Ferrocarril del Val de Zafán fue un proyecto que nunca llegó a ver completamente la luz. Lo de los trenes entonces es como las punto com ahora. Cualquier proyecto pensaban que sería una mina de oro y fracasaron con el tiempo. La proliferación del coche los remató.
Los primeros esfuerzos para construir un ferrocarril que uniera el puerto de San Carlos de la Rápita con la Puebla de Híjar, en Teruel, datan de 1863. En la génesis de este ferrocarril hay que tener en cuenta una consideración ciertamente curiosa. Una antigua hipótesis que los militares barajaban como escenario de potenciales conflictos era la de una invasión procedente allende los Pirineos, en la cual, superadas estas montañas, la siguiente barrera natural la formaba el curso del río Ebro. De esta manera, era muy interesante tener un ferrocarril en la orilla sur del río que pudiera abastecer este eventual frente bélico.
Con esta hipótesis se dieron todas las bendiciones castrenses a este proyecto ferroviario.
A pesar de esto, el proceso de nacimiento fue largo y penoso, con un continuo inicio oficial de obras que nunca fraguaban en nada concreto. En 1891, la Compañía del Ferrocarril del Val de Zafán inició las obras de explanación de la traza. Hubo que esperar al año 1895 para asistir a la inauguración del tramo, de 32 Kms, entre Puebla de Híjar y Alcañiz, el tramo más fácil. Durante décadas los trenes se daban la vuelta en esta estación turolense.
La prolongación de la línea hasta Tortosa no se logró hasta 1942, siendo adjudicada desde el principio su explotación a Renfe. Tuvo que ser la Guerra Civil la triste circunstancia que propició la realización de este tramo, contienda en la que la línea jugó un importante papel logístico durante la Batalla del Ebro. Por otro lado, gran parte de los obreros que ejecutaron la última fase de las obras de este ferrocarril fueron los propios prisioneros republicanos.
Este ferrocarril, conocido en la zona como el "Sarmentero" (ya que atravesaba una tierra de viñedos), tuvo una lánguida existencia durante su corta vida: apenas 31 años. En todo este tiempo no llegó a concluirse el último tramo, entre Tortosa y Sant Carles de la Rápita, a pesar de estar construida toda la explanación. El 19 de Septiembre de 1973, el hundimiento de un túnel entre las estaciones de Pinell de Brai y Prat del Comte sirvió como excusa perfecta para el cierre definitivo de este ferrocarril, a pesar de los sucesivos intentos para su reapertura.
La ruta en bici la hicimos desde el punto de partida tradicional, ya cruzado el Ebro, desde un lugar con buen aparcamiento en Roquetes. Por primera vez salía con este grupo de ciclistas, todos con muchas millas, vistas las bicicletas que llevaban. Uno ya empieza a entender un poco del tema.
Los primeros kms. siguen el Ebro pasando por Aldover y Xerta, con frutales por todos los lados, para más adelante virar hacia el oeste siguiendo el río Canaletes. Seguir el Ebro es fantástico especialmente cuando se llega al Azud de Xerta (Km. 15), una vez pasada la población, obra de ingeniería que embalsa agua (con sólo 6 m. de altura) con un muro en diagonal de 310 m. de longitud (el Ebro es el río con más caudal de España y es muy ancho) y que tiene dos exclusas para que el murito no impida que el río sea navegable.
En el kilometro 22 nos paramos en la antigua estación de Benifallet (lejos del pueblo), ahora habilitada como restaurante, donde desayunamos como reyes.
Aquí la vía deja el Ebro y se dirige ya para el interior, acabando en el km. 26, donde se inicia sin interrupción la Vía Verde de la Terra Alta.
En el kilometro 20 de esta vía (el km. cero se halla en Arnes, por lo que la cuenta ahora va al revés), tan solo cuando se llevan tres de ella (pero en las piernas ya llevábamos 29 km.), encontramos la gran sorpresa de la ruta: el
Santuario-Balneario de la Fontcalda, lugar recóndito al que llega una pista asfaltada, además de la vía verde. Aguas termales y rocas estupendas para la escalada. Algún que otro
parabolt vi brillar por las rocas.
Accedimos al Santuario desde la Vía Verde en potente bajada (que luego es subida) pero, dentro de todo, corta.
El recorrido de esta vía verde es una lección de ingeniería ya que mantiene la pendiente constante y para ello el trazado supone un sinfín de viaductos y sobre todo túneles. En el tramo del Baix Ebre hay 19 y en el de la Terra Alta 20 (túneles que sirvieron de hospitales de campaña en la guerra civil). Algunos están iluminados (lo justillo) y hay que llevar luz potente y una roja detrás para que “no se te coman”. Muy atentos a los bordes en los túneles ya que sí sales del asfalto hay una profunda cuneta con piedras gruesas.
Román pudo comprobar las consecuencias de poner el pie fuera de la ruta en una parada que hizo dentro del túnel. El casco le evitó dejar la cabellera (o algo más) en la pared del túnel.
Mientras recorrimos la orilla del Ebro ganamos muy pocos metros de altura, pero después, poco a poco, se va subiendo ya que Horta de Sant Joan está a 440 m. sobre el nivel del mar.
Pasamos por la población de Bot en el km. 15. Bot es el único pueblo que está cerca de su estación. La necesidad de trazar el ferrocarril por su línea de menor esfuerzo, y por lo tanto coste, le impedía pasar por los pueblos, muchos de ellos, como Horta de Sant Joan, situados en pequeñas colinas. Por lo tanto la gente tenía que caminar sus millas para llegar a las estaciones. Las maletas no tenían ruedas en aquellos tiempos, pero había mulos en abundancia para solucionar el problema. Que la estación llevase el nombre del pueblo no quería decir nada. En la vía de la Val de Zafán, Valderrobres se halla a 6 km. de la estación que lleva su nombre.
Y finalmente llegamos a la estación abandonada de Horta de Sant Joan, dejando la vía verde (faltaban cinco kilómetros hasta su final en Arnes) y subimos la colina donde se halla Horta, desde donde se divisan las montañas de los Ports de Tortosa-Beseit, que estaban inundadas de nubes que caían como una cascada por su ladera. El tiempo amenazaba ruina.
Horta de Sant Joan es un
pueblo importante en la vida de Picasso (
al igual que Gósol, en el Cadí), ya que aquí vivió dos años, recuperándose de una afección respiratoria, debido a que su amigo Pallarés era de esta villa. Aire sano y tranquilidad que le llevaron a aplicar aquello que decía: “yo pinto lo que pienso, no lo que veo” y (dicen los críticos en arte) a parir aquí el cubismo.
Las señoritas de Avinyó (se refería a la calle Avinyó de Barcelona), el cuadro que dio origen a esta revolución en la pintura (donde Picasso introduce, además, una novedad que será esencial en el Cubismo posterior, y que fue revolucionaria en la composición pictórica ya que representa múltiples puntos de vista en una misma figura y le da cierta profundidad a un espacio completamente plano), probablemente tuvo su origen por estas tierras.
Comimos en el restaurante Miralles (te guardan las bicis), lugar tradicional para los que hacen la vía, mientras caía una buena tormenta pero, como si estuviese programado, cuando decidimos salir aclaró y ya no llovió más. En este aspecto tuvimos suerte.
Y descenso agradecido hasta que se estropeó todo en la Fontcalda.
Todo un descubrimiento estas dos vías verdes que recomiendo y que pueden hacerse de forma muy segmentada. Eso sí, mucha luz para los túneles y mucho cuidado en su interior.
Kilometraje: 70,2 Km. y desnivel unos 540 m. (el Forerunner con tanto túnel perdía la conexión vía satélite continuamente y no midió bien el desnivel) que incluyen la bajada/subida a la Fontcalda para pasar visita al santuario-balneario.
La última foto recoge el momento posterior a la caída de Valen. Click en las fotos para verlas a mayor tamaño.
Ver el programa de esta vía verde (09) que emitió TVE:
1 -
2 -
3