Una obra de teatro llevada al cine (con el riesgo que normalmente se corre en estos casos), pero que sigue siendo una obra de teatro… en versión cinematográfica, con un guión realizado tanto por el director de la película como por Yasmina Reza, autora de la obra teatral.
Cuatro actores fantásticos -Christoph Waltz con sus geniales conversaciones telefónicas está sublime- que de no ser así podrían haber hecho fallar estrepitosamente el proyecto. En la versión teatral española los papeles femeninos fueron interpretados por Maribel Verdú y Aitana Sánchez Gijón.
Basta una sala de una casa, para encerrar a cuatro personas y dejar que fluyan sus impulsos salvajes de forma descarnada, impulsos siempre soterrados bajo las finas capas de corrección que la educación exige en nuestra civilización, pero que en determinados momentos pueden aflorar.
Ochenta minutos de acción mantenida sin que decaiga el interés y basado todo en el diálogo. La acción real dura lo mismo que la película. Esto en el teatro es fácil pero no lo es tanto en el cine. El movimiento y posición de la cámara que sabe darle fuerza al conflicto entre personajes, en un espacio tan reducido, consigue que el espectador se vea inmerso en esta descomunal y caótica disputa entre padres.
Y lo mejor la moraleja final (con los protagonistas verdaderos -tres-, que solo aparecen en los créditos iniciales y finales) que, naturalmente, no la cuento. Buenísimo el final, excelente la película. Un Polanski que nunca decepciona.
Crítica en El País: El infierno puede ser hilarante.
Otro artículo de Toni García.
Entrevista a Christoph Waltz.
John C. Reilly: "Cuando te llama Polanski resulta difícil no decirle que estás loco por trabajar con él"
Cuatro actores fantásticos -Christoph Waltz con sus geniales conversaciones telefónicas está sublime- que de no ser así podrían haber hecho fallar estrepitosamente el proyecto. En la versión teatral española los papeles femeninos fueron interpretados por Maribel Verdú y Aitana Sánchez Gijón.
Basta una sala de una casa, para encerrar a cuatro personas y dejar que fluyan sus impulsos salvajes de forma descarnada, impulsos siempre soterrados bajo las finas capas de corrección que la educación exige en nuestra civilización, pero que en determinados momentos pueden aflorar.
Ochenta minutos de acción mantenida sin que decaiga el interés y basado todo en el diálogo. La acción real dura lo mismo que la película. Esto en el teatro es fácil pero no lo es tanto en el cine. El movimiento y posición de la cámara que sabe darle fuerza al conflicto entre personajes, en un espacio tan reducido, consigue que el espectador se vea inmerso en esta descomunal y caótica disputa entre padres.
Y lo mejor la moraleja final (con los protagonistas verdaderos -tres-, que solo aparecen en los créditos iniciales y finales) que, naturalmente, no la cuento. Buenísimo el final, excelente la película. Un Polanski que nunca decepciona.
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