miércoles, noviembre 02, 2011

El PP y el empleo


Según sus acérrimos defensores, el libre mercado es un sistema científico perfecto, un sistema en que los individuos siguiendo sus propios intereses crean el máximo beneficio para todos, de lo que se sigue ineluctablemente que si algo no funciona en una economía de libre mercado, ya sea alta inflación o desempleo, tiene que ser porque el mercado no es auténticamente libre. Tiene que haber alguna intromisión, alguna distorsión del sistema. La solución es siempre la misma: más fundamentalismo de libre mercado.

Hemos tenido (y seguimos teniendo) excelentes demostraciones de que todo esto es falso, especialmente lo de que “los individuos siguiendo sus propios intereses crean el máximo beneficio para todos”, ya que España es uno de los países que tiene ya el privilegio de tener una desigualdad impresionante. Solo nos superan Letonia, Lituania y Rumanía. Sin comentarios. Al menos pronto vamos a ser líderes en Europa en algo. Por lo tanto la frase debe más bien decir así: “los individuos siguiendo sus propios intereses crean el máximo beneficio para unos pocos”. Esto ya me lo creo más.

Según estos iluminados de la economía científica, uno de los mercados que “no funciona” es el del trabajo. Y no funciona porque “no es libre”. Las restricciones que impone la actual legislación, según ellos, impiden que oferta y demanda de trabajo se equilibren.

Los neoliberales creen que los mercados son perfectos, eficientes y se autorregulan (aunque tenemos demostraciones diarias de que no es así, pero, ya se sabe, la fe mueve montañas).

El PP, seguirá a partir del día 20 el manual-guía del neoliberalismo, que aplicará a rajatabla.
Vayamos aprendiendo de memoria los tres ejes básicos sobre los que se basará todo lo que nos va a llover:

1) Eliminación de todas las reglamentaciones y regulaciones que dificulten la acumulación de beneficios.

2) Vender todo activo que posea el estado que pueda ser operado por una empresa privada y dar beneficios.

3) Recortar profundamente el gasto del estado (hasta el mínimo posible), especialmente los gastos sociales. Cuanto menos estado, mejor. Esto acompañado de la reducción de impuestos (los que atañen a las empresas y al capital, claro).

En el planteamiento neoliberal, el trabajo puede verse como algo que se vende en un mercado. Si se trata de un mercado libre (lo que no significa que sea un mercado competitivo) siempre existirá un precio de equilibrio, es decir, un salario al cual todo el que desee trabajar encontrará a alguien que le contrate y, por lo tanto, no puede producirse desempleo involuntario. Por lo tanto, si hay paro, es porque el salario es superior al precio de equilibrio y esto es consecuencia de la falta de “flexibilidad” del mercado.

Pero no nos confundamos, pleno empleo nunca, porque esto no es el objeto del neoliberalismo, quien considera que siempre hay (o ha de haber) una tasa natural de paro, que presionará a la baja los salarios y los precios. Si los salarios no suben no habrá presión sobre los precios y así no habrá inflación. Es más importante para los neoliberales que no haya inflación, que paro.

Naturalmente este esquema simplista está lleno de falsedades y peligros.

En primer lugar que bajen los salarios no asegura que aumente el empleo. Nadie sabe hasta que nivel tendrían que bajar los salarios para que los empresarios decidan crear puestos de trabajo.

En segundo lugar la creación de empleo de lo que depende realmente es del aumento de la demanda, del consumo, del crecimiento. Si no hay ventas, no hay empleo. Así de claro.

Vamos a ver, por lo tanto, como se “moderniza” el mercado de trabajo español, reforma que pasa por borrar del mapa a los sindicatos, suprimir los convenios colectivos, permitir contratos laborales que de contratos no tendrán nada, flexibilidad de horarios y despido libre y barato.

Naturalmente los empresarios están encantados con lo que viene, asegurando que esto va a crear empleo. Me remito a las cifras de empleo de aquí un año para desenmascarar esta gran mentira, aunque nos dirán que esta era una condición necesaria, pero no suficiente, y que hacen falta aún arreglar otras muchas cosas más (entre ellas no pagar impuestos, y bajar las cotizaciones a la seguridad social, lo cual también nos dirán que crea empleo). Y como ejemplo de todo esto puede leerse lo que afirma el Presidente del BBVA, que sabe muy bien que no va a crear ni un puesto de trabajo, pero va a reducir los costes salariales de su banco. El título de su artículo debería decir: “Convirtamos la crisis en una gran oportunidad de crecimiento… de nuestros beneficios”).

¿Hasta donde van a ir a parar los salarios de los españoles, en un proceso degradado por una inflación permanente, que no recuperarán, ya que los aumentos serán siempre inferiores a la pérdida de poder adquisitivo, con lo cual podemos ver una reducción anual del 3-5%, como mínimo?

Es una falacia afirmar que liberando el mercado del trabajo de esas trabas tendremos un mercado competitivo, ya que un mercado libre puede dar lugar a un monopolio. Un mercado competitivo requiere legislación. La relación entre trabajador y empresa ya no podrá estar equilibrada con la anulación de los convenios colectivos a nivel estatal. ¿Quién en una pequeña empresa se enfrentará al propietario para defender el nivel de salarios? El primero que tosa estará despedido y a precio muy barato. Se tratará de un contrato entre desiguales, un contrato en que el trabajador será la parte más débil.

Por lo tanto tendremos un mercado (otro más) que impondrá su ley y dada la avaricia sin fin del capitalismo, una vez que se le eliminen las bridas que lo sujetaban puede llevar a auténticas barbaridades con el paso del tiempo. Los mercados sin regulación acaban siendo no competitivos y por lo tanto no eficientes.

Y recordar algo muy importante. El salario no es un precio más, no es un precio cualquiera. Es un precio que fija las rentas, los ingresos, de gran parte de los seres humanos que son al fin y al cabo los que mantienen con su consumo el crecimiento. Los mercados laborales sin regular deprimen los salarios hasta niveles similares a los que relataba Emile Zola en su novela Germinal y llevan al crack de la demanda. Si se hunde la demanda y en España esto está ocurriendo, no hay quien nos salve.

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