La propuesta es muy sencilla. PSOE y BdE no han querido saber nada de ella, pero ahora que viene el PP, el partido amiguete de empresarios y financieros, ¿por qué no sacar del cajón este plan y ponerlo encima de la mesa?
Y la propuesta es sencilla. Todos esos activos tóxicos del ladrillo, viviendas y terrenos, que se han tenido que comer los bancos por impago de los créditos arriesgados que concedieron en su día, ¿por qué no sacárselos de encima? ¿Por qué no “vendérselos” al estado? Así los bancos se quedarían limpios y radiantes y “la eficiencia” y el crédito fluirían de nuevo por nuestro economía. Una propuesta de gente muy lista.
O sea que el Estado, es decir el contribuyente, se quedaría con todas esas viviendas invendibles y ¿a qué precio? ¿Cómo se puede fijar precio de algo que no se vende (ya que no hay mercado), de algo que pierde valor día a día porque no hay compradores?
Ya vemos como va esto del liberalismo. Si hay negocios estatales que dan beneficios hay que privatizarlos, pero si los negocios privados dan pérdidas entonces ¡viva lo público! Para eso si que ha de haber Estado salva empresarios.
Crear un banco malo estatal sería trasladar a todos los españoles las pérdidas de la banca por su mala gestión.
Pero aún hay más. Si estamos en plena reducción del déficit porque hay que reducir la deuda, con los recortes sociales que estamos viendo en educación y sanidad ¿cómo se puede proponer que haya que emitir deuda para comprar toda esa porquería? ¿Se han vuelto locos? ¿Cuántos millones de euros serían necesarios? ¿Quién pagaría el coste de los intereses de esa deuda? Es totalmente imposible esta solución. Los bancos deben quedarse con sus pisitos y lo que corresponde es bajar los precios para venderlos y así eliminarlos de su balance y asumir las pérdidas consiguientes, que se siguen escondiendo pero que están ahí.
Un peligro público el Sr. Montoro. ¿Qué tal si creamos un banco malo, pero se lo quedan los accionistas de los bancos, y los bancos buenos nos los quedamos todos los españoles? Nosotros también somos listos y sabemos proponer cosas.
Por cierto, en vez de un "banco malo", habría que llamarlo por su nombre: un depósito de mierda.
Y la propuesta es sencilla. Todos esos activos tóxicos del ladrillo, viviendas y terrenos, que se han tenido que comer los bancos por impago de los créditos arriesgados que concedieron en su día, ¿por qué no sacárselos de encima? ¿Por qué no “vendérselos” al estado? Así los bancos se quedarían limpios y radiantes y “la eficiencia” y el crédito fluirían de nuevo por nuestro economía. Una propuesta de gente muy lista.
O sea que el Estado, es decir el contribuyente, se quedaría con todas esas viviendas invendibles y ¿a qué precio? ¿Cómo se puede fijar precio de algo que no se vende (ya que no hay mercado), de algo que pierde valor día a día porque no hay compradores?
Ya vemos como va esto del liberalismo. Si hay negocios estatales que dan beneficios hay que privatizarlos, pero si los negocios privados dan pérdidas entonces ¡viva lo público! Para eso si que ha de haber Estado salva empresarios.
Crear un banco malo estatal sería trasladar a todos los españoles las pérdidas de la banca por su mala gestión.
Pero aún hay más. Si estamos en plena reducción del déficit porque hay que reducir la deuda, con los recortes sociales que estamos viendo en educación y sanidad ¿cómo se puede proponer que haya que emitir deuda para comprar toda esa porquería? ¿Se han vuelto locos? ¿Cuántos millones de euros serían necesarios? ¿Quién pagaría el coste de los intereses de esa deuda? Es totalmente imposible esta solución. Los bancos deben quedarse con sus pisitos y lo que corresponde es bajar los precios para venderlos y así eliminarlos de su balance y asumir las pérdidas consiguientes, que se siguen escondiendo pero que están ahí.
Un peligro público el Sr. Montoro. ¿Qué tal si creamos un banco malo, pero se lo quedan los accionistas de los bancos, y los bancos buenos nos los quedamos todos los españoles? Nosotros también somos listos y sabemos proponer cosas.
Por cierto, en vez de un "banco malo", habría que llamarlo por su nombre: un depósito de mierda.
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