En estos tiempos de tribulación en que, según frase atribuida a San Ignacio de Loyola, no hay que hacer mudanza, aunque somos conscientes que veremos cambios continuos en lo tocante a medidas económicas y a la vista de lo que voy leyendo en numerosos blogs y medios de comunicación, dedicados a la cacería general de culpables de los males de este país, en que el último y maravilloso hallazgo es la culpabilidad de los funcionarios, me permito copiar las páginas 63 y 64 del libro “Para salir de la crisis” y que lleva el subtítulo de “Un modelo cuantificado hacia la creación de empleo”, escrito por el Equipo MULTIDIS, coordinado por Francisco Parra Luna y José Ignacio Ruiz Rodríguez y editado por Ediciones del Serbal.
En el capitulo titulado ¿Crisis económica o crisis social? se expone una lista de hechos relevantes producidos en nuestras sociedades (en plural, no solo España) que abonan la tesis de una profunda crisis social y que tratan de explicar esta crisis de forma mucho mejor que la simple culpabilización de los funcionarios.
Bien haríamos atacando los problemas que se indican a continuación:
Nos hemos acostumbrado…
1) A convivir, anestesiados por la frecuencia de las dolorosas imágenes que continuamente nos brindan los medios de comunicación, con las más flagrantes injusticias, cercanas o lejanas.
2) A admitir que la mentira pueda utilizarse como variable instrumental en la política.
3) A que la corrupción acompañe frecuentemente al uso del poder.
4) A aceptar que en nuestras grandes empresas –ignorando su cualidad de agentes sociales de primer orden- se generalizaran y se permitieran por sus órganos de gobierno prácticas abiertamente deletéreas que buscaban como objetivo principal el beneficio a corto plazo, ignorando la preocupación por el futuro de las mismas.
5) A aceptar que, en muchos casos, los agentes sociales estuvieran más atentos a los intereses de sus cúpulas que a la verdadera defensa de los intereses de sus representados.
6) A permitir que las empresas medianas o pequeñas carecieran de políticas sociales que permitieran a sus trabajadores organizar su vida sobre bases estables.
7) A contemplar los abusos sistemáticos tanto de empresas como de trabajadores de nuestros sistemas de protección social.
8) A observar pasivamente cómo nuestros medios de comunicación, privados o públicos, se ponían al servicio de los intereses de algunos sectores económicos o ideológicos y abandonaban cualquier intento de ayudar a la sociedad a formar corrientes de opinión libres y responsables.
9) A que a través de algunos de esos mismos medios se difundan contenidos socialmente destructivos amparándose en que “es lo que pide la audiencia…”, que ellos mismos conforman previamente.
10) A que se exhiban en ellos conductas deleznables, en lo privado o en lo público, transformándolas en popularidad y en oportunidades de negocio abiertamente parasitarias.
11) A olvidar el deber moral de cuidar las generaciones que nos siguen, sea preservando el medio físico que les dejamos, o cuidando de su mejor educación.
12) A valorar a la gente por su éxito económico fuera cual fuera el camino seguido para conseguirlo.
13) A que no se promueva, como uno de los valores básicos de la vida colectiva, la responsabilidad (la más inteligente, la que induce al individuo a asumir sin descanso sus propias responsabilidades y a rechazar sistemáticamente las de los demás, exigiendo de ellos actitud parecida).
14) A consumir por consumir tomando como única referencia los intereses propios, nunca referencias éticas.
15) A olvidar que nuestra actuación, la de todos, en los roles que desempeñamos en cualquiera de los ámbitos de la sociedad (familiar, de trabajo, empresarial, deportivo, político, etc.) debe estar presidida por los más estrictos criterios éticos, es decir por la búsqueda de la excelencia en todo lo que hacemos, unida a la más estricta integridad personal.
Como afirmaba Hannah Arendt, no se trata de invocar alguna suerte de responsabilidad colectiva, ya que es la mejor manera de que nadie se sienta responsable. En esta crisis es evidente que unos tienen muchísima más responsabilidad que otros, particularmente en lo que a la génesis directa de la crisis económica se refiere.
Por lo tanto, todos aquellos que busquen culpables, para así buscar soluciones, harán bien en examinar la lista antes de continuar echando piedras a quien no corresponde y acabar con el espectáculo que está dando nuestra sociedad en plena noche de los cuchillos largos.
En el capitulo titulado ¿Crisis económica o crisis social? se expone una lista de hechos relevantes producidos en nuestras sociedades (en plural, no solo España) que abonan la tesis de una profunda crisis social y que tratan de explicar esta crisis de forma mucho mejor que la simple culpabilización de los funcionarios.
Bien haríamos atacando los problemas que se indican a continuación:
Nos hemos acostumbrado…
1) A convivir, anestesiados por la frecuencia de las dolorosas imágenes que continuamente nos brindan los medios de comunicación, con las más flagrantes injusticias, cercanas o lejanas.
2) A admitir que la mentira pueda utilizarse como variable instrumental en la política.
3) A que la corrupción acompañe frecuentemente al uso del poder.
4) A aceptar que en nuestras grandes empresas –ignorando su cualidad de agentes sociales de primer orden- se generalizaran y se permitieran por sus órganos de gobierno prácticas abiertamente deletéreas que buscaban como objetivo principal el beneficio a corto plazo, ignorando la preocupación por el futuro de las mismas.
5) A aceptar que, en muchos casos, los agentes sociales estuvieran más atentos a los intereses de sus cúpulas que a la verdadera defensa de los intereses de sus representados.
6) A permitir que las empresas medianas o pequeñas carecieran de políticas sociales que permitieran a sus trabajadores organizar su vida sobre bases estables.
7) A contemplar los abusos sistemáticos tanto de empresas como de trabajadores de nuestros sistemas de protección social.
8) A observar pasivamente cómo nuestros medios de comunicación, privados o públicos, se ponían al servicio de los intereses de algunos sectores económicos o ideológicos y abandonaban cualquier intento de ayudar a la sociedad a formar corrientes de opinión libres y responsables.
9) A que a través de algunos de esos mismos medios se difundan contenidos socialmente destructivos amparándose en que “es lo que pide la audiencia…”, que ellos mismos conforman previamente.
10) A que se exhiban en ellos conductas deleznables, en lo privado o en lo público, transformándolas en popularidad y en oportunidades de negocio abiertamente parasitarias.
11) A olvidar el deber moral de cuidar las generaciones que nos siguen, sea preservando el medio físico que les dejamos, o cuidando de su mejor educación.
12) A valorar a la gente por su éxito económico fuera cual fuera el camino seguido para conseguirlo.
13) A que no se promueva, como uno de los valores básicos de la vida colectiva, la responsabilidad (la más inteligente, la que induce al individuo a asumir sin descanso sus propias responsabilidades y a rechazar sistemáticamente las de los demás, exigiendo de ellos actitud parecida).
14) A consumir por consumir tomando como única referencia los intereses propios, nunca referencias éticas.
15) A olvidar que nuestra actuación, la de todos, en los roles que desempeñamos en cualquiera de los ámbitos de la sociedad (familiar, de trabajo, empresarial, deportivo, político, etc.) debe estar presidida por los más estrictos criterios éticos, es decir por la búsqueda de la excelencia en todo lo que hacemos, unida a la más estricta integridad personal.
Como afirmaba Hannah Arendt, no se trata de invocar alguna suerte de responsabilidad colectiva, ya que es la mejor manera de que nadie se sienta responsable. En esta crisis es evidente que unos tienen muchísima más responsabilidad que otros, particularmente en lo que a la génesis directa de la crisis económica se refiere.
Por lo tanto, todos aquellos que busquen culpables, para así buscar soluciones, harán bien en examinar la lista antes de continuar echando piedras a quien no corresponde y acabar con el espectáculo que está dando nuestra sociedad en plena noche de los cuchillos largos.
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