Otro ejemplo de lo que no hay que hacer en una crisis: el Reino Unido. Ya comentaba hace unos días que pronto el Gobierno inglés enseñaría la segadora social que había escondido sigilosamente. La verdad es que el tamaño de la guadaña ha sorprendido a todos por desmedido. Vayamos pensando lo que puede ocurrir en España cuando gobierne el PP.
¿Están locos? ¿O son tan fundamentalistas estos neoliberales ingleses que pueden ser ya considerados auténticos talibanes sociales?
Vimos como de la primera reunión del G20 salieron todos los políticos convencidos de que había que gastar más como recurso elemental para evitar la Gran Depresión. Poco después el mensaje era el contrario. Dio la impresión que los políticos eran como perritos a los que se les había dado cuerda para hacer un pipí, para recibir inmediatamente un fuerte tirón del amo y volverlos a donde querían ellos, es decir, no solo a no gastar más, sino a reducir lo que se debe. Locura total.
Ya sabemos que a los fundamentalistas les gusta recitar mantras. Tienen como mantra básico el que hay que desmontar el Estado, ese que les cobra impuestos y hace leyes que les impide explotar aún más a la gente y no se cansan de perseguir esos fines aprovechando las circunstancias.
Ahora hay una nueva moda, un nuevo mantra, como nos recuerda Krugman en su último artículo, que consiste en la austeridad.
Plan audaz (yo lo calificaría más bien de demente) pero que justo va en la dirección contraria, justo lo que no hay que hacer. Se calcula que se cepillarán 490.000 empleos en el sector público inglés para abrir boca, en un momento que el sector privado no puede ofrecer alternativas para toda esta gente. No solo eso. Los 490.000 nuevos desempleados obviamente reducirán su consumo y afectarán al empleo privado que se verá fuertemente perjudicado.
Lo que hay en el fondo es la oportunidad que se le ofrece con esta crisis al capital, los mercados o los ricos, según se prefiera, para desmontar el estado del bienestar hasta el máximo. Les es indiferente si lo hunden todo tratando de conseguir sus fines, cual Talibanes afganos.
Pensar que estas políticas llevarán en algún momento a la recuperación podría producir hilaridad si no fuese porque causarán muchas lágrimas.
Krugman avisa del abismo al que se asoman. Esto es lo que hizo EE.UU. en 1931, Japón en 1997 y el mismo Reino Unido en 1931. Harían bien en estudiar historia y ver lo que pasó haciendo lo mismo: fue Andrew Mellon, el secretario del tesoro de Herbert Hoover quien combatió la depresión liquidando a los agricultores y redujo a los trabajadores su salario y así pasó lo que pasó.
El problema es que si Obama pierde las elecciones al Senado y al Congreso en Noviembre (esto lo voy a comentar ampliamente dentro de unos días), podemos ver más de lo mismo en la primera economía mundial y eso será muy grave para todos. Está en los libros que la austeridad fiscal agravará la crisis, pero los gobiernos ciegos están condenados a estrellarse sin remedio.
La búsqueda del beneficio de unos pocos a costa de sacrificar a gran parte de la sociedad me recuerda, con otras formas y otras finalidades, a la locura nazi y su obcecación por considerar que sus creencias eran la verdad absoluta que llevaría a alcanzar el paraíso a la élite capitalista alemana. Como dice Krugman, quienes se niegan a aprender del pasado están condenados a repetirlo.