jueves, enero 14, 2010

Garbo, el espía que engañó a Hitler


Todo jugador de ajedrez sabe que, además de estructurar su juego, debe observar las posibilidades que tiene el juego del contrario. Es decir, se ha de poner en su lugar y ver que haría en cada momento.

Hay multitud de libros sobre la Segunda Guerra Mundial que nos explican como muchos estrategas militares alemanes, puestos en el lugar de Eisenhower, general al mando del desembarco aliado en Francia, habrían elegido también desembarcar en Normandía (tal como ocurrió) y no en Calais como creía el alto mando alemán.

En realidad el alto mando alemán opinaba lo que ordenaba Hitler. Ya se sabe que en las estructuras jerárquicas dictatoriales las decisiones vienen de arriba y las opiniones en la base de la estructura nunca pueden llegar a lo alto de la organización. A pesar de los años, muchas entidades (especialmente las financieras) y muchas empresas españolas siguen aferradas a estos esquemas de funcionamiento nefastos.

Y Hitler creía a pies juntillas que el desembarco sería en Calais. ¿A que obedecía esta fe ciega de Hitler? Pues obedecía a la confianza absoluta en un espía (Alaric) y su red (Arabel).

Alaric era catalán: Juan Pujol García. Una historia que si nadie nos advirtiese previamente que era cierta, consideraríamos todos que era una gran ficción.

Perteneciente a la burguesía barcelonesa, cuando estalla la guerra civil decidió no presentarse a filas en el Bando Republicano y permaneció escondido más de un año. Al final se incorporó a filas, pero una vez en el frente decidió pasarse al bando nacional, equivocándose en plena noche y volviendo a las líneas republicanas gritando voz en alto que quería cambiar de bando. Salvó el pellejo por poco.

Finalizada la guerra civil, sorprendentemente, se fue a Lisboa y se presentó a las autoridades inglesas para ofrecer sus servicios como espía.
Desde el punto de vista psicológico es bastante complejo entender porque Juan Pujol decidió ser espía por motu propio. Pero Juan Pujol era un gran vendedor, con gran presencia personal. Sin embargo fracasó y no lo admitieron, obviamente, dada su inexperiencia. Fue su mujer, Araceli González, quien buscando una segunda oportunidad (había que conseguir un trabajo a toda costa) esta vez se presentó a los alemanes en Madrid, ofreciendo los servicios como espía de su marido. Y esta vez la cosa funcionó.

Alaric montó una falsa red de agentes que trabajaban para él y se lo inventó absolutamente todo, incluso fingía trabajar desde Londres y pasaba los gastos que devengaba su trabajo en moneda inglesa.

No contento con esta fuente de ingresos, se dirigió de nuevo a los ingleses, acreditando ahora que trabajaba como espía para los alemanes. Se convirtió así en un agente doble: Garbo para los ingleses y Alaric para los alemanes.

Aceptado por los ingleses, ahora sí, se fue a vivir a Londres, para así dar el pego totalmente. Cuesta creer como los alemanes (y en especial Hitler en persona) llegaron a confiar tanto en este hombre, pero ahora ya sabemos que si bien la máquina militar alemana era perfecta, los servicios de espionaje y contraespionaje fallaron de forma abrumadora (véase lo que pasó con el código Enigma).

La primera muestra de cómo los alemanes llegaron a tragarse el anzuelo tan profundamente se pone en evidencia cuando los alemanes derriban un avión de pasajeros (sobre La Coruña) que hacía el trayecto Lisboa-Londres. En ese avión iba un excelente actor, Leslie Howard, que falleció, como el resto de pasajeros. Pues bien, Garbo protestó indignado a los alemanes por este ataque, ya que en el avión podría haber ido unos de sus agentes (todos eran falsos, ver la red imaginaria en Wikipedia). Los alemanes no volvieron a derribar ningún avión de pasajeros.

La segunda es cuando decide que uno de sus agentes imaginarios fallezca. Pues bien, logró que su viuda fuese recompensada por los alemanes ¡con una pensión de viudedad! Pensión que naturalmente fue a su bolsillo.

El gran triunfo de Pujol (Garbo) fue hacer creer a los alemanes que el desembarco aliado sería por Calais (Operación Fortitude). Para ello los ingleses crearon lo que el enemigo quería creer. Nombraron a Patton falso comandante de unas falsas tropas que se estacionaban frente a las costas de Calais. Crearon un ejercito de falsos tanques y armamento hecho de cartón piedra, que fotografiado desde el aire engañaba hasta al más pintado de los observadores alemanes. Para acabar de engañarlos se creó todo un sistema de transmisiones falsas por radio que daban a entender que realmente el ataque se estaba pertrechando donde lo esperaban. Por lo tanto el engaño de Pujol estuve bien arropado y lo acabó de hacer creíble.

Ya sabemos que el desembarco en Normandía no se tomó en serio por los Alemanes y las tropas existentes en el frente norte no se desplazaron hacia el sur hasta muchos días después del ataque, cuando ya los aliados habían situado un impresionante ejercito en territorio francés.

Lo increíble de la historia es que dos meses después del desembarco seguían creyendo en Pujol. Este les indicó que el desembarco había sido una maniobra de distracción, pero al ver los aliados que el ejercitó alemán no se lo tomaba en serio, fueron desembarcando en sucesivas oleadas todo el material y vieron que ya no era necesario desembarcar por Calais.

Un maestro de la mentira este Garbo que nunca espió. Tanto es así que acabada la guerra se presentó en Madrid a su jefe de espías alemán y lloraron juntos por la pérdida de la guerra. Nunca se enteraron del gol que les metieron.

Finalizada la guerra le ofrecieron ser espía en Rusia, pero con las sabrosas ganancias obtenidas decidió darse de baja del gremio y desaparecer del mapa. Sabiendo los ingleses los riesgos que correría una vez se conociese la historia, lo hicieron desaparecer y murió oficialmente en Angola en 1949.

Desaparecido para su familia catalana, fue descubierto en 1984 por un escritor de novelas de espías, Nigel West (Rupert Allason), en Venezuela, donde se había vuelto a casar y creado otra familia, trabajando como profesor de inglés para la Shell.

Pasados ya tantos años, Pujol, descubierto por el escritor, decidió salir de nuevo a la luz, para sorpresa de su primera familia.

Pujol fue doble en todo. Combatió en dos guerras (la española y la mundial, en la cual no disparó ni un tiro) sirviendo en cada una de ellas a los dos bandos.
Tuvo dos familias. Fue agente doble. Tuvo dos profesiones. Y dos muertes.
Única persona que fue condecorado por ambos bandos: los alemanes le dieron la Cruz de Hierro y los ingleses la Orden del Imperio Británico.
El mejor actor del mundo: realmente nunca espió nada, ya que se lo inventó siempre todo.

El documental GARBO, dirigido por
Edmon Roch, ahora en nuestras pantallas, y que pude ver en el cine Verdi, nos resume formidablemente la historia en 89 minutos. A destacar la presencia en el documental del escritor Nigel West, de la Condesa de Romanones, Aline Griffith, (¡que clase la de esta mujer, pero que lío familiar tiene!) que trabajó en Madrid de espía para los aliados y de Xavier Vinader, periodista que hizo sacar a Pujol todos sus recuerdos del cajón del olvido, aunque el mejor libro sobre Pujol ceo que es de Javier Juarez (L'espia Català que va derrotar a Hitler).

Pero el tema no acaba aquí, porque las cosas siempre se cruzan y en estos días navideños, de fluida lectura, el cruce de temas relacionados que he encontrado en artículos en prensa y revistas, libros y películas ha sido formidable.

Pero lo dejo para mañana. Escribiré sobre
Tomás Harris, el jefe (inglés) de Garbo, otro personaje increíble y sobre Anthony Blunt, otro famoso espía doble, que desde el corazón de la aristocracia inglesa espió para los rusos. Y de paso comentaré algo también sobre George Steiner, quien escribió sobre Blunt un artículo memorable (El erudito traidor).

Trailer del documental (que supongo pronto podremos ver en TV).


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