Ya es sabido que la Iglesia ha acumulado un patrimonio impresionante gracias a las herencias recibidas de miles de personas a través de los siglos. Muchos feligreses han creído (o les han hecho creer) que las puertas del cielo se abren más fácilmente y una parcela en terreno tan caro queda así asegurada. El miedo ignorante al más allá lo pone fácil. La Iglesia nunca ha rechazado semejantes regalos. Al contrario, al igual que los banqueros rondan en Navidad las administraciones de lotería, los curas en sus parroquias se pegan como lapas y sin disimulo a los potenciales proveedores de testamentos, especialmente solterones y viudas sin hijos. ¡Cuantos problemas sociales se podrían arreglar con ese dinero!
Vemos ahora un caso aún más grave si cabe. No se puede entender como un rico menorquín, Juan Ignacio Balada Llabrés, ha legado la mitad de su fortuna a los Príncipes de España. Uno no logra adivinar con que objetivo se puede actuar así. ¿Conseguir las portadas de los periódicos una vez fallecido? ¿Gloria post mortem?
Lo legado asciende a varias decenas de millones. Como mal menor (por suerte aún no se ha modificado el Impuesto de Sucesiones) el 68% se irá directamente a las arcas de la Comunidad Autonómica de Baleares.
Lo correcto sería que la Casa Real renunciase a este regalo procedente de una mente atolondrada (no tenía relación alguna con los Príncipes) y lo cediese para obra social. No hacerlo es abonar el campo a que otros insensatos o insensibles hagan lo mismo y se convierta esto en la rechifla general. Como la Iglesia, vaya.
Ver artículo en El País
Vemos ahora un caso aún más grave si cabe. No se puede entender como un rico menorquín, Juan Ignacio Balada Llabrés, ha legado la mitad de su fortuna a los Príncipes de España. Uno no logra adivinar con que objetivo se puede actuar así. ¿Conseguir las portadas de los periódicos una vez fallecido? ¿Gloria post mortem?
Lo legado asciende a varias decenas de millones. Como mal menor (por suerte aún no se ha modificado el Impuesto de Sucesiones) el 68% se irá directamente a las arcas de la Comunidad Autonómica de Baleares.
Lo correcto sería que la Casa Real renunciase a este regalo procedente de una mente atolondrada (no tenía relación alguna con los Príncipes) y lo cediese para obra social. No hacerlo es abonar el campo a que otros insensatos o insensibles hagan lo mismo y se convierta esto en la rechifla general. Como la Iglesia, vaya.
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