Los criterios que el sector financiero había seguido durante años se empezaron a quebrar en los 80’s, con el triunfo de los Neocons y su toma de poder en el partido Republicano. En ese momento se inició la siembra de lo que ahora estamos cosechando.
No es tan sólo que antiguos bancos, como Lehman Brothers, quiebren o que Merril Lynch desaparezca tragado por Bank of America. Que grandes aseguradoras como AIG hayan de ser salvadas. No es solo que bancos de inversiones como Bear Stearns o agencias hipotecarias como Fannie y Freddie hayan de ser nacionalizadas.
Lo que realmente ocurre es que el modelo financiero con el que se ha desarrollado la economía global los últimos 25 años se ha derrumbado.
Los parámetros con que funcionaban las grandes firmas de inversión, hedge funds, brokers y empresas de capital privado, estaban basados hasta esa fecha en un equilibrio entre la codicia y el miedo. Y era este equilibrio el que impedía cracks financieros.
Pero, visto lo ocurrido, lo que todo el mundo se pregunta es ¿cómo hemos podido llegar a esto? ¿Cuáles han sido los parámetros en que se ha basado este desarrollo financiero con pies de barro?
Cuatro son los elementos que han permitido este desarrollo salvaje, ahora quebrado y cuyo final no se atisba.
Primero.
Las firmas financieras han ido más allá de su papel tradicional de intermediarios y asesores. Antes trabajaban para sus clientes. Negociaban bonos y acciones para grandes inversores. Obtenían capitales que necesitaban las compañías clientes para sus inversiones y asesoraban sobre adquisiciones, fusiones y escisiones de empresas. Por este trabajo cobraban comisiones y este era su negocio y su beneficio.
Pero gradualmente se incluyeron ellos en el negocio. También captaban capital pero para invertirlo ellos y no sus clientes. Así entraron en el terreno proceloso de la Banca de Inversión gracias a que en 1999 se revocaron las restricciones legales que lo impedían (the Glass-Steagall Act of 1933).
Segundo.
Los sueldos de los directivos de todas estas entidades financieras son de mareo. Un ejemplo de esta locura es lo que le van a pagar al presidente y consejero delegado de Merrill Lynch, John Thain, y al jefe del área de intermediación, Thomas Montag, en sus despidos: 47 millones de dólares (32,8 millones de euros) . ¿Puede un país seguir aceptando estas inmoralidades?
Pero esto no es todo. Los extras o bonus que pueden percibir en función de los beneficios son auténticamente salvajes. Cualquier directivo puede percibir más o menos un bonus de 5 a 10 veces su salario que fácilmente es de 200.000 o 300.000 $.
Tercero.
Para llevar a cabo sus propias inversiones, estas entidades financieras tuvieron que recurrir a un endeudamiento impresionante. En el argot financiero a esto se le denomina apalancamiento. Lehman era un caso de libro. Mientras tenía inversiones de 700 billones de dólares para realizar sus inversiones, su capital era de 23 billones. Hagamos un sencillo cálculo. Si sus inversiones perdían un 5%, es decir 35 billones, esta cifra ya superaba de largo su capital. Insolvencia.
Es decir, de los 700 billones sólo tenía 23 billones y el resto era prestado. Apalancamiento de 30 a 1.
Pero ese apalancamiento era el que permitía generar beneficios impresionantes.
Mirar. Si se compra una acción a 100$ y se vende a 110$ se gana un 10%, que no está nada mal.
Ahora supongamos que de los 100$ solo tenemos 10$ y nos prestan 90$. Tan solo subiendo a 101$ la acción ya hemos ganado el mismo 10% que ganábamos antes (hemos ganado uno sobre diez, lo que da un 10%).
Pero si sube a 110$, ganamos ¡un cien por cien, yupiii! (diez sobre diez). Vale que hay que restar el coste del préstamo, pero con los tipos de interés por los suelos esto es un coste despreciable.
Visto esto parece lógico que este tipo de entidades financieras se hayan convertido en máquinas de apostar. La búsqueda del beneficio a corto era lo que imperaba. No importaba colocar subprimes disfrazadas como una inversión segura y excelente. El incentivo para apalancarse era enorme. Una drogadicción. Así Frennie y Faddie que deberían haber sido controladas por el Gobierno alcanzaron un apalancamiento de ¡60 a 1!. De ahí la enorme inyección de dinero que tuvo que hacerse para tapar pérdidas.
Cuarto.
La medida del riesgo. Había desaparecido. Todo era bueno. No había ningún activo con riesgo si era útil para apostar por él. ¿Se volvieron locos? ¿O quedaron cegados por el dinero que podían ganar a corto plazo, ignorando así los riesgos que incurrían a largo plazo?
Y así al final la mentira ha salido a la luz. No todo era tan bueno. Y el terrible apalancamiento se ha vuelto del revés. Si se había ganado mucho dinero, ahora se está perdiendo a chorro, y como el capital de las sociedades no era suficiente su supervivencia es imposible.
Las entidades que no han entrado en esta locura, gran parte de los bancos comerciales, como Bank of America que ha tenido que tragarse a Merrill Lynch, han mantenido su negocio de siempre. Clientes, redes de oficinas y apalancamiento limitado. Este tipo de bancos (me refiero a los grandes) pueden tener problemas con la morosidad debida al derrumbe del mercado inmobiliario, pero no hasta el punto de llevarlas a la quiebra.
¿Quién pondrá el dinero para capitalizar todas estas entidades, en las que hay que incluir a los Hedge Funds? ¿Quién absorberá los miles de personas que se han ido al paro en el sector de las finanzas?
Por lo tanto el cambio de modelo es obligado. De nuevo la intervención del Estado (reglamentado y haciendo cumplir las reglas), ese que debía desaparecer porque limitaba el crecimiento e impedía que todos fuésemos más ricos debido a sus impuestos, volverá con toda su fuerza. O eso o el crack definitivo. Por eso es importante que gane Obama (a pesar de que fue Clinton el que firmó la revocación de la Glass-Steagall Act), ya que McCain nunca dará los pasos para frenar a esos tiburones, sencillamente porque han sido los que han financiado al Partido Republicano consiguiendo así que el Gobierno mirase hacia otro lado en esta y en otras muchas cosas.
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