jueves, octubre 13, 2011

Paraguas para la tormenta que se avecina


No me refiero a la tormenta que caerá sobre el trabajador español cuando Rajoy empiece a aplicar su recetario neoliberal. Eso será más bien un tornado. Si a las malas previsiones que tenemos (esto empeora sin pausa y velozmente), le añadimos medicina neoliberal, vamos dados.

Me refiero más bien a la tormenta que se avecina, ya a la vista en los radares económicos, que será la quiebra de la deuda griega.

Escribía no hace mucho Krugman sobre lo que representaba para Grecia el pago de su enorme deuda con la locura añadida de intereses que los sabios prestamistas habían decidido aplicarle leoninamente. Krugman se remitía a las penalizaciones que cayeron sobre Alemania después de la primera guerra mundial y que naturalmente los alemanes no pudieron pagar y ya sabemos que acabó todo como el rosario de la deuda.

Pues bien, lo que debe de pagar Grecia es infinitamente superior a lo que debía pagar Alemania en su día y que no pagó; claro que Grecia no puede solucionarlo repartiendo cañonazos. Más bien los cañonazos han caído sobre el pueblo griego, para al final llegar a la conclusión que no pueden pagar. Vidal-Folch hoy nos describe muy bien la situación, explicando las presunciones erróneas de partida del euro: la unión monetaria es irreversible, la quiebra de un país es impensable y las deudas públicas de los países socios son plenamente seguras.

Los inteligentes austeros que aplicaron receta tras receta se dan cuenta que el medicamento no funciona y el déficit de Grecia ¡ha aumentado un quince por ciento! Hasta el más palurdo estudiante de Económicas habría anticipado semejante resultado. Con Grecia ya estamos al cabo de la calle. Lo que no se puede pagar, no se puede pagar y punto.

Ya se va viendo que lo de la austeridad es una taimada mentira y solo sirve para empobrecer al trabajador y quitarle derechos. Reino Unido está ahora comprobando en sus carnes los efectos de las políticas de Cameron: recesión y paro en mayor dosis. Viendo este panorama uno se pregunta como Rajoy puede atreverse a aplicar tales medidas, sabiendo adonde le llevarán. Pero lo increíble es que el trabajador español vaya a votarle sabiendo lo que va a ocurrir.

La tormenta que se avecina es pues la imparable quiebra griega. Nos podríamos haber ahorrado un año de sufrimientos inútiles si se hubiese aceptado esto desde un principio. Pero, claro, supone aceptar que los bancos que invirtieron en deuda griega (y en la italiana, portugues, española e irlandesa) van a perder dinero y mucho.

Y ese dinero lo vamos a poner en gran parte todos. Hay que capitalizar de nuevo (y urgentemente) a los bancos, es decir, poner más dinero para tapar agujeros, y las cifras que se barajan son de espanto. Se demuestra que las pruebas de stres eran una tontada, ya que no incluían el impago de deudas de países con problemas. Dexia ha sido el primer banco con espasmos y obtuvo en las pruebas de resistencia ¡el tercer mejor puesto!

Un ejemplo sangrante lo vamos a tener en Bankia. El agujero inmobiliario lo salvó esta entidad momentáneamente con la fusión de siete entidades y la captación de 3.400 MM. de euros en los mercados. Dinero privado en este caso, y por lo tanto nada que decir. Pero ¿conseguirá ahora otros 6.000 MM. que es la cifra que se baraja que hará falta? La respuesta es probablemente no y por lo tanto será nacionalizado, ya que habrá que poner dinero público. La tercera entidad bancaria de España ¡nacionalizada!

Si esto ocurre con Bankia pensemos que ocurrirá con aquellas Cajas que necesitaron ya capital público. ¿Se puede seguir inyectando dinero sin fin a unas cajas zombis? ¿No habría ya que fusionarlas todas y liquidarlas? Pero es que las cifras que van a necesitar todos son enormes y los mercados están que no sueltan un euro. Complicada situación.

Espero que la tormenta de la deuda griega (y sus consecuencias sobre la deuda y banca española) no lleguen en plena campaña electoral. Y es que ya no quedan paraguas.

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