La comunidad científica, atónita ante los resultados del experimento italiano, que afirma haber encontrado partículas más rápidas que la luz, se ha puesto a hurgar en la metodología seguida por los italianos y ya hay un mar de dudas.
Wagensberg hace unos días ya se preguntaba si los neutrinos cuya velocidad se midió al salir son los mismos neutrinos que se midieron al llegar.
Pero la cosa no va por ahí. Andrew G. Cohen y Sheldon L. Glashow (Premio Nobel de Física y una de las grandes autoridades en partículas elementales), ambos de la Universidad de Boston (EE UU), afirman que si estas partículas superasen la velocidad de la luz, los datos registrados en el detector Opera serían bien distintos de lo que sus responsables han anunciado. Dicho de manera muy sencilla, el análisis de estos dos físicos indica que unos neutrinos superlumínicos perderían energía muy rápidamente y el Opera habría detectado solo los de energía inferior a un cierto límite, mientras que en los resultados que se han presentado hay neutrinos por encima de ese límite. Experimento refutado.
Y más aún. El físico teórico Carlo Contaldi señala que no se tuvo en cuenta el efecto de la gravedad en los relojes que midieron las velocidades superiores a la de la luz. Experimento mal hecho, experimento nulo.
Y es que, como escribía Wagensberg, si el experimento fuese cierto, la mayoría de físicos cuánticos (los de sexo masculino, claro) tendrían que cortársela. Esto significaría que todos los experimentos efectuados hasta la fecha para comprobar la bondad de la Teoría de la Relatividad (que han demostrando que es correcta) habrían sido erróneos.
El caso de los neutrinos insolentes ya está produciendo deserciones en las filas de los investigadores. Algunos miembros de la colaboración Opera (que así se denomina el grupo que avanzó los resultados, pero que no ha presentado oficialmente el trabajo) temen que puede haber alguna fuente desconocida de error sistemático y por eso defienden la estrategia de realizar más comprobaciones, pese a que pueden durar varios meses, antes de preparar el artículo científico definitivo. Se apuntan, además, posibles puntos donde habría que incidir en las comprobaciones, como la determinación del momento preciso de creación y detección de los neutrinos, más análisis estadísticos de los datos y la sincronización en los relojes, sin descartar fallos en los sistemas electrónicos.
Finalmente todo esto quedará en nada, en un experimento mal planteado. Al menos ha servido para poner en evidencia la ignorancia de los políticos, en este caso de la ministra italiana de Instrucción, Universidad e Investigación, Mariastella Gelmini, que se congratuló de la contribución italiana a la construcción del túnel inexistente de 730 Km. que va desde Ginebra a los Apeninos, donde se halla el detector Opera, y que ha permitido medir la velocidad de los neutrinos.
Pura ignorancia que ha provocado la hilaridad en medio mundo, porque no hay tal túnel y el dinero se invirtió en el CERN en Ginebra.
Wagensberg hace unos días ya se preguntaba si los neutrinos cuya velocidad se midió al salir son los mismos neutrinos que se midieron al llegar.
Pero la cosa no va por ahí. Andrew G. Cohen y Sheldon L. Glashow (Premio Nobel de Física y una de las grandes autoridades en partículas elementales), ambos de la Universidad de Boston (EE UU), afirman que si estas partículas superasen la velocidad de la luz, los datos registrados en el detector Opera serían bien distintos de lo que sus responsables han anunciado. Dicho de manera muy sencilla, el análisis de estos dos físicos indica que unos neutrinos superlumínicos perderían energía muy rápidamente y el Opera habría detectado solo los de energía inferior a un cierto límite, mientras que en los resultados que se han presentado hay neutrinos por encima de ese límite. Experimento refutado.
Y más aún. El físico teórico Carlo Contaldi señala que no se tuvo en cuenta el efecto de la gravedad en los relojes que midieron las velocidades superiores a la de la luz. Experimento mal hecho, experimento nulo.
Y es que, como escribía Wagensberg, si el experimento fuese cierto, la mayoría de físicos cuánticos (los de sexo masculino, claro) tendrían que cortársela. Esto significaría que todos los experimentos efectuados hasta la fecha para comprobar la bondad de la Teoría de la Relatividad (que han demostrando que es correcta) habrían sido erróneos.
El caso de los neutrinos insolentes ya está produciendo deserciones en las filas de los investigadores. Algunos miembros de la colaboración Opera (que así se denomina el grupo que avanzó los resultados, pero que no ha presentado oficialmente el trabajo) temen que puede haber alguna fuente desconocida de error sistemático y por eso defienden la estrategia de realizar más comprobaciones, pese a que pueden durar varios meses, antes de preparar el artículo científico definitivo. Se apuntan, además, posibles puntos donde habría que incidir en las comprobaciones, como la determinación del momento preciso de creación y detección de los neutrinos, más análisis estadísticos de los datos y la sincronización en los relojes, sin descartar fallos en los sistemas electrónicos.
Finalmente todo esto quedará en nada, en un experimento mal planteado. Al menos ha servido para poner en evidencia la ignorancia de los políticos, en este caso de la ministra italiana de Instrucción, Universidad e Investigación, Mariastella Gelmini, que se congratuló de la contribución italiana a la construcción del túnel inexistente de 730 Km. que va desde Ginebra a los Apeninos, donde se halla el detector Opera, y que ha permitido medir la velocidad de los neutrinos.
Pura ignorancia que ha provocado la hilaridad en medio mundo, porque no hay tal túnel y el dinero se invirtió en el CERN en Ginebra.
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