Muchos son los libros que llevo leídos a lo largo del 2010 y pocos los comentados en este blog. Voy a hacer un esfuerzo para dedicar algo de tiempo a comentar alguno de ellos ya que merece la pena.
El alemán Max Otte escribió este libro que se publicó en mayo del año pasado con ánimo de denunciar los mecanismos de la desinformación cotidiana. Bueno es que nos lleguen cosas que no provengan solo de los Estados Unidos, fuente inagotable de publicaciones de este género.
Max Otte, profesor en el Instituto de Ciencias Aplicadas de Worms se le conoce en Alemania como el “profeta de la crisis” (epíteto que le disgusta), ya que en el 2005 predijo la crisis que se inició en el otoño del 2008.
Dice Max Otte en el prólogo del libro que “de hecho hubo un tiempo en el que creímos en una información ideal o al menos válida en general. Los ideales de nuestra generación se vieron traicionados, pero manteníamos incluso esa fórmula, por maltrecha que fuera, en el terreno social, económico y político. Hoy ya no es así… la desinformación destruye nuestra sociedad; sólo beneficia a los mandamases de las grandes empresas, bancos, partidos y grupos de interés. Ciudadanas y ciudadanos nos vemos arrojados a una nueva lucha por la existencia, en la que se nos arrebata el sustento de la información para controlarnos más fácilmente”.
En este libro Otte explica que las principales fuerzas políticas, económicas y sociales tienen un gran interés en la desinformación y se dedica a explicarnos como funciona esta “economía de la desinformación” y como podemos (entendiendo sus mecanismos) intentar protegernos de ella.
Otte expone claramente que nos hemos alejado de la economía social de mercado y nos encontramos ante el capitalismo depredador de una nueva economía feudal. Los fundamentos de derecho en los que nos hemos educado se ven socavados a fondo por los funcionarios de un nuevo orden económico y social sometido a los intereses de las grandes empresas, de los políticos y de los grupos de presión.
En la sociedad actual hay determinadas fuerzas muy interesadas en convertir la información en desinformación. Desfigurar, dar datos falsos, minimizar las circunstancias agravantes con mensajes positivos pero inanes, desorientar deliberadamente, soliviantar o aturdir, exagerar… todo eso pertenece al repertorio de la desinformación, algo que se ha vuelto corriente. Ahora empuñan el timón los agentes de la desinformación. Los poderosos dirigentes de las grandes empresas, la política y los grupos de interés forman una casta cada vez más dominante y cada vez más amurallada, que deja en la estacada a los ciudadanos.
Las empresas, especialmente las multinacionales, van ampliando su influencia. Ya son tan fuertes que el estado no puede hacer nada contra ellas. Ya no es ni siquiera posible regularlas. Leyes enteras son escritas por los grupos de presión o por despachos de abogados contratados por ellos. Mientras que en la Edad Media se ampliaban dominios haciendo la guerra o mediante hábiles componendas matrimoniales, hoy se practican las “adquisiciones hostiles” y las “fusiones y absorciones”, instrumentos refinados del neofeudalismo que nos se ve frenado por ningún tipo de valores civiles o democráticos.
El estado ha cedido frente a las empresas, ha establecido un fiel pacto de no agresión con el pensamiento neoliberal y en muchos sentidos les ha despejado el terreno de forma que pueda desarrollarse el sistema con todo lo que trae consigo.
La profesión periodística, antes crítica, se ha convertido también desde hace tiempo en un rebaño de incondicionales que se lo tragan todo y ya ni se dan cuenta de lo que pasa. Se ha abandonado el debate y la valoración del transfondo de los acontecimientos, debido a que lo que priva es la velocidad en las noticias. Una información es buena cuando se adelanta a los demás.
Otte hace también un repaso a las mentiras empresariales, poniendo como ejemplo el Actimel de Danone, un producto-mentira en el que se gastan entre 50 y 60 MM. de euros en lo que es un ejemplo de desinformación (sus ventas le suponen 265 MM. de euros al año).
Muchas son también las páginas dedicadas a criticar y denunciar el neoliberalismo, la nueva religión de la economía de mercado, que al igual que el antiguo feudalismo ve como el pueblo siga entregando voluntariamente su cosecha a las puertas del palacio del rey por la gracia de Dios. Mientras lo sigan haciendo sin chistar, ¿por qué poner en cuestión el sistema? Si queremos sacarnos de encima el poder financiero lo primero que debemos hacer es no dejarnos embaucar por la ideología de la mano invisible y reclamar un estado de derecho que se base en el bien común y no en el egoísmo.
Otte incide con profundidad en el tema de la Publicidad, exponente máximo de la desinformación, donde los reyes son las empresas de alimentación y la telefonía (“mientras que un taxista sólo pude cobrarle al cliente lo que marca el taxímetro, en el sector de los medios de comunicación el suministrador del servicio le clava al cliente lo que le parece”).
La gran mentira ha sido hacernos creer, con la publicidad oportuna, que la privatización de los servicios de energía eléctrica, agua, teléfonos (y correos en algunos países) significaría para el usuario un abaratamiento y ya vamos viendo que ocurre exactamente lo contrario.
También dedica bastantes páginas a Internet (muy crítico en algunos aspectos, como cuando indica que prevalece la anarquía de prensa, la mayoría de blogs se dedican a hablar de perros, gatos y vacaciones y advierte sobre el peligro de que no exista un filtro de “comprobación de competencia” de los que escriben) y especialmente a Google, analizando los métodos que se utilizan para obtener y utilizar el rastro de información que vamos dejando con nuestras acciones en la red (y con nuestras tarjetas).
Especial interés tiene el capítulo dedicado a analizar como mienten las estadísticas económicas, especialmente las oficiales. He de reconocer que es un tema que me encanta leer ya que hace tiempo que lo vengo denunciando.
Así explica como se reduce la inflación, como se exagera el aumento de la productividad, como se hace subir el PIB, como se ocultan los riesgos de la inflación, como se embellecen las cifras del desempleo y como se producen números que no significan nada.
Pero las empresas no están exentas de hacer lo mismo. La manipulación de Resultados y Balances está a la orden del día. Para ejemplo el de la banca española que sigue sin reflejar en sus cuentas la totalidad de pérdidas que les ha ocasionado la explosión de la burbuja inmobiliaria. El ejemplo máximo de desinformación lo hemos tenido con las agencias de Rating que han realizado el engaño máximo, origen de la crisis, y ahí están como si nada hubiese pasado.
Otte nos explica como se MacDonaliza la sociedad. Todos los sectores de la economía o de la sociedad están siguiendo las mismas pautas: buscar que los negocios pueden ser llevados adelante por trabajadores de muy baja cualificación. Cuanto más estúpidos mejor, y menor salario (sobre este tema ya escribió Sennett un excelente libro hace años: La corrosión del carácter - libro gratis en Scribd si se abre cuenta). Lo paradójico es que todo esto suceda en el hipercapitalismo y no en el comunismo, al que precisamente se le criticaban cosas así.
Ignorando todos los riesgos que supone para la economía este atontamiento de los trabajadores, los consorcios ven en él grandes ventajas. Lo inmediato es lo único que interesa actualmente en el mundo de los negocios.
Los vasallos de los grandes señores, esto es, los ciudadanos corrientes, se convierten cada vez más en una masa disponible y prescindible a voluntad: la horda de los señores puede hacer lo que quiera.
Como puede verse se trata de un libro que profundiza en muchos aspectos de la sociedad actual y que nos expone los muchos factores que han originado la crisis, que no está ya cerrada, pues los desequilibrios y el sistema que la permiten siguen en pie sin que haya cambiado nada.
Un libro recomendable.
El País publicó en diciembre un interesante artículo sobre Max Otte y este libro.
José Antonio Millán también escribió ayer sobre el tema.
El alemán Max Otte escribió este libro que se publicó en mayo del año pasado con ánimo de denunciar los mecanismos de la desinformación cotidiana. Bueno es que nos lleguen cosas que no provengan solo de los Estados Unidos, fuente inagotable de publicaciones de este género.
Max Otte, profesor en el Instituto de Ciencias Aplicadas de Worms se le conoce en Alemania como el “profeta de la crisis” (epíteto que le disgusta), ya que en el 2005 predijo la crisis que se inició en el otoño del 2008.
Dice Max Otte en el prólogo del libro que “de hecho hubo un tiempo en el que creímos en una información ideal o al menos válida en general. Los ideales de nuestra generación se vieron traicionados, pero manteníamos incluso esa fórmula, por maltrecha que fuera, en el terreno social, económico y político. Hoy ya no es así… la desinformación destruye nuestra sociedad; sólo beneficia a los mandamases de las grandes empresas, bancos, partidos y grupos de interés. Ciudadanas y ciudadanos nos vemos arrojados a una nueva lucha por la existencia, en la que se nos arrebata el sustento de la información para controlarnos más fácilmente”.
En este libro Otte explica que las principales fuerzas políticas, económicas y sociales tienen un gran interés en la desinformación y se dedica a explicarnos como funciona esta “economía de la desinformación” y como podemos (entendiendo sus mecanismos) intentar protegernos de ella.
Otte expone claramente que nos hemos alejado de la economía social de mercado y nos encontramos ante el capitalismo depredador de una nueva economía feudal. Los fundamentos de derecho en los que nos hemos educado se ven socavados a fondo por los funcionarios de un nuevo orden económico y social sometido a los intereses de las grandes empresas, de los políticos y de los grupos de presión.
En la sociedad actual hay determinadas fuerzas muy interesadas en convertir la información en desinformación. Desfigurar, dar datos falsos, minimizar las circunstancias agravantes con mensajes positivos pero inanes, desorientar deliberadamente, soliviantar o aturdir, exagerar… todo eso pertenece al repertorio de la desinformación, algo que se ha vuelto corriente. Ahora empuñan el timón los agentes de la desinformación. Los poderosos dirigentes de las grandes empresas, la política y los grupos de interés forman una casta cada vez más dominante y cada vez más amurallada, que deja en la estacada a los ciudadanos.
Las empresas, especialmente las multinacionales, van ampliando su influencia. Ya son tan fuertes que el estado no puede hacer nada contra ellas. Ya no es ni siquiera posible regularlas. Leyes enteras son escritas por los grupos de presión o por despachos de abogados contratados por ellos. Mientras que en la Edad Media se ampliaban dominios haciendo la guerra o mediante hábiles componendas matrimoniales, hoy se practican las “adquisiciones hostiles” y las “fusiones y absorciones”, instrumentos refinados del neofeudalismo que nos se ve frenado por ningún tipo de valores civiles o democráticos.
El estado ha cedido frente a las empresas, ha establecido un fiel pacto de no agresión con el pensamiento neoliberal y en muchos sentidos les ha despejado el terreno de forma que pueda desarrollarse el sistema con todo lo que trae consigo.
La profesión periodística, antes crítica, se ha convertido también desde hace tiempo en un rebaño de incondicionales que se lo tragan todo y ya ni se dan cuenta de lo que pasa. Se ha abandonado el debate y la valoración del transfondo de los acontecimientos, debido a que lo que priva es la velocidad en las noticias. Una información es buena cuando se adelanta a los demás.
Otte hace también un repaso a las mentiras empresariales, poniendo como ejemplo el Actimel de Danone, un producto-mentira en el que se gastan entre 50 y 60 MM. de euros en lo que es un ejemplo de desinformación (sus ventas le suponen 265 MM. de euros al año).
Muchas son también las páginas dedicadas a criticar y denunciar el neoliberalismo, la nueva religión de la economía de mercado, que al igual que el antiguo feudalismo ve como el pueblo siga entregando voluntariamente su cosecha a las puertas del palacio del rey por la gracia de Dios. Mientras lo sigan haciendo sin chistar, ¿por qué poner en cuestión el sistema? Si queremos sacarnos de encima el poder financiero lo primero que debemos hacer es no dejarnos embaucar por la ideología de la mano invisible y reclamar un estado de derecho que se base en el bien común y no en el egoísmo.
Otte incide con profundidad en el tema de la Publicidad, exponente máximo de la desinformación, donde los reyes son las empresas de alimentación y la telefonía (“mientras que un taxista sólo pude cobrarle al cliente lo que marca el taxímetro, en el sector de los medios de comunicación el suministrador del servicio le clava al cliente lo que le parece”).
La gran mentira ha sido hacernos creer, con la publicidad oportuna, que la privatización de los servicios de energía eléctrica, agua, teléfonos (y correos en algunos países) significaría para el usuario un abaratamiento y ya vamos viendo que ocurre exactamente lo contrario.
También dedica bastantes páginas a Internet (muy crítico en algunos aspectos, como cuando indica que prevalece la anarquía de prensa, la mayoría de blogs se dedican a hablar de perros, gatos y vacaciones y advierte sobre el peligro de que no exista un filtro de “comprobación de competencia” de los que escriben) y especialmente a Google, analizando los métodos que se utilizan para obtener y utilizar el rastro de información que vamos dejando con nuestras acciones en la red (y con nuestras tarjetas).
Especial interés tiene el capítulo dedicado a analizar como mienten las estadísticas económicas, especialmente las oficiales. He de reconocer que es un tema que me encanta leer ya que hace tiempo que lo vengo denunciando.
Así explica como se reduce la inflación, como se exagera el aumento de la productividad, como se hace subir el PIB, como se ocultan los riesgos de la inflación, como se embellecen las cifras del desempleo y como se producen números que no significan nada.
Pero las empresas no están exentas de hacer lo mismo. La manipulación de Resultados y Balances está a la orden del día. Para ejemplo el de la banca española que sigue sin reflejar en sus cuentas la totalidad de pérdidas que les ha ocasionado la explosión de la burbuja inmobiliaria. El ejemplo máximo de desinformación lo hemos tenido con las agencias de Rating que han realizado el engaño máximo, origen de la crisis, y ahí están como si nada hubiese pasado.
Otte nos explica como se MacDonaliza la sociedad. Todos los sectores de la economía o de la sociedad están siguiendo las mismas pautas: buscar que los negocios pueden ser llevados adelante por trabajadores de muy baja cualificación. Cuanto más estúpidos mejor, y menor salario (sobre este tema ya escribió Sennett un excelente libro hace años: La corrosión del carácter - libro gratis en Scribd si se abre cuenta). Lo paradójico es que todo esto suceda en el hipercapitalismo y no en el comunismo, al que precisamente se le criticaban cosas así.
Ignorando todos los riesgos que supone para la economía este atontamiento de los trabajadores, los consorcios ven en él grandes ventajas. Lo inmediato es lo único que interesa actualmente en el mundo de los negocios.
Los vasallos de los grandes señores, esto es, los ciudadanos corrientes, se convierten cada vez más en una masa disponible y prescindible a voluntad: la horda de los señores puede hacer lo que quiera.
Como puede verse se trata de un libro que profundiza en muchos aspectos de la sociedad actual y que nos expone los muchos factores que han originado la crisis, que no está ya cerrada, pues los desequilibrios y el sistema que la permiten siguen en pie sin que haya cambiado nada.
Un libro recomendable.
El País publicó en diciembre un interesante artículo sobre Max Otte y este libro.
José Antonio Millán también escribió ayer sobre el tema.
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