miércoles, febrero 18, 2009

Esquiando en La Molina. Puñales de placer


Nada nuevo bajo el sol, a excepción que era martes… y esquiando en laborable se puede sentir aquello que cantaba Miguel Bosé de “puñales de placer” aunque se refería a Sevilla.

La Molina me es un lugar muy entrañable. Ahí es donde aprendí a esquiar (mejor dicho, me enseñé a esquiar, en 1966). Era socio de la UEC, que tiene un Xalet en La Molina. Subíamos con un tren que salía de la Plaza de Catalunya a las 5.30 h. y llegaba a La Molina a las nueve. Vagones de madera, eso sí, con máquinas eléctricas, todo un lujo en aquella época en que el vapor aún movía muchos trenes de este país. Viajes tan largos daban para hablar (y cantar) mucho con los colegas esquiadores y uno llegaba a la estación con toda la teoría del esquí grabada en las neuronas, pero otra cosa era la práctica: ¡que leñazos! Y es que en aquellos tiempos las botas y los esquís, así como las pistas, eran otra cosa. Las pistas estaban igual que el día de su creación. O sea el Torrente Negro era un torrente, con sus piedrecitas incluidas. Y su teleski era todo un atentado contra el equilibrio. El tirón que daba al salir era de los que dejaban tumbados al respetable, que se lo pasaba a lo grande en las colas, como si fuese un rodeo en USA. El día que bajé esquiando el Torrent Negre sin caer (y salí indemne del arranque), me auto-otorgué el título de esquiador.
Ahora el Torrent ya no existe. Han puesto una tubería bajo tierra y han tapado toda la hondonada. Ahora son dos palas anchas, regulares y preparadas por las máquinas. Y un telesilla de esos de muchas plazas sustituyó hace ya años al inolvidable arrastre. Ahora todo es más fácil y más cómodo.
Pensaba esto bajando Costa Rasa o la Alabau. Nada que ver. Y como la geografía es diferente, me perdía y me equivocaba que daba gusto.
A mediodía me fui a la otra estación: La Masella. Nunca lo había hecho. Me refiero a utilizar el telecabina que conecta las dos estaciones. Estuve esquiando un rato y recordando que hace dos años me hice una rotura fibrilar en el gemelo en una caída tratando de seguir a mi hija. Desde entonces no me había vuelto a poner los esquís.
Por lo tanto a las tres de la tarde ya iba servido y de vez en cuando los esquís mandaban más que yo, momento en que decidí volver a La Molina, lo que no había hecho nunca. No hace falta decir que como era martes y además por las alturas hacia bastante viento, inicié el viaje de regreso totalmente solo. El objetivo era seguir la pista 48 (Comabella), la más larga de la estación con nada menos que 5,5 Km. y 775 m. de desnivel.
Inicialmente todo perfecto. Poco después me pasaron dos personas y yo, que iba colgado escuchando mi Ipod me dejé llevar siguiéndolas y… cuando me di cuenta no se veían ya las señales rojas de la pista 48 y eran negras, sin número. Y así es como me encontré en una pista supernegra (que naturalmente no están pisadas por las máquinas) con bumps incluidos y estrecha como un demonio… y salvajemente larga como un día sin fin.
¡Tierra trágame! No lo habría bajado ni en buena forma, ¡como para bajarla después de dos años sin esquiar! Yo las rojas me las bajo todas, pero las negras…

¿Y que se hace en situaciones semejantes?
El proceso siempre es el mismo:
1) Te insultas un buen rato (de capullo para arriba).
2) Piensas en volver andando hacia arriba. Una locura.
3) Piensas en bajarla andando. Mucho peor. Desistes.
4) Piensas en irte por los lados, flanqueando. Suicido asegurado. Lo dejas.
5) Aceptas la realidad. Hay que bajarla como sea.
6) Rezas un rato y respiras hondo.
7) Le pides a la Virgen que no aparezca un pirao bajando a toda pastilla con una tabla de Snowboard.

Y así es como me acordé de una travesía en Semana Santa del 86, en que después de haber subido con esquís al Montardo bajamos por el coll de Guellicrestada a pasar la noche en el refugio de La Restanca. Al día siguiente nos fuimos para el refugio Ventosa Calvell, pero atravesando por una brecha entre las cumbres de los Tumeneja. La subida a la brecha, con los esquís con las cuchillas puestas, porque era todo hielo, tuvo su cosa, pero el descenso por el otro lado…¡lo bajamos rapelando con los esquís puestos!

Pues bien, ayer tocaba hacer lo mismo…pero sin cuerda. El objetivo era bajarla derrapando sin caerse, porque si me caía estaba claro que no paraba, y ya sabemos lo que pasa en estas ocasiones: tu llegas abajo seguro, pero los esquís se quedan arriba… y ve a buscarlos y repite la película.

Realmente agotador. Así que cuando llegué abajo me di un par de besos por el éxito de tener aún piernas a mi edad que aguantan estas películas (además estuve totalmente solo) y me dí unas bajaditas más por Font Canaleta, más que nada para descargar los gemelos y abductores del sobreesfuerzo y relajarme. Y me equivoqué de nuevo y me tragué otra negra (la 28 - Estadi), pero como es ancha y arregladita, pues otra cosa es...

Por cierto, la canal que bajé se llama Els Cingles (Cingle significa risco, barranco).

Puestos ya a equivocarme lo hice de nuevo al regresar con el coche y en vez de bajar por la ruta normal de la collada de Toses, me fui hacia el pueblo del mismo nombre, siguiendo desde ahí la vía del tren hasta llegar a Planés (pueblo de grato recuerdo familiar) y salir de nuevo a la ruta normal. Un recorrido muy agradable que me gustó mucho.

¡Y como está todo de nieve!¡Que espesores! La cumbre del Taga ¡hasta tiene cornisa!

Fotos: arriba, el restaurante de Costa Rasa, bajando desde el Torrent Negre. En las siguientes puede observarse el gentío que había esquiando.
La última es rapelando en una brecha de los Tumeneja (en 1986). La foto engaña, poruqe al ser todo blanco no se ve el resalte vertical que viene a continuación.

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