Las penas de prisión son eso, cárcel por unos cuantos años. No debemos pedir que, además, las condiciones de los reos sean inhumanas. Esa es el ideal de justicia existente y que encuentro totalmente correcto, pero a veces…
A Madoff, el gran estafador de guante blanco, que limpió 50.000 MM. de dólares (¡eso es estafar!) a sus clientes con un sistema Ponzi, le cayeron 150 años en la mazmorra, que es donde se halla ya actualmente. Y digo ya, porque la justicia en EE.UU. es fulminante, no como la nuestra en que si llega a ocurrir por aquí algo parecido, con toda seguridad cuando saliera el juicio, el tal Madoff ya habría fallecido.
Aprovecho (antes de comentar la noticia que da pie a este post) para recordar el memorable cuento, con Madoff de protagonista, que Woody Allen escribió en The New Yorker y que resumido nos cuenta que:
"Hace dos semanas, Abe Moscowitz murió de un ataque al corazón y se reencarnó en langosta", empieza este relato kafkiano, cuyo título, Tails of Manhattan, es un juego de palabras. Tail, en inglés, significa cola, pero suena como tale, cuento.
El tal Moscowitz acaba en la pecera de una marisquería del Upper East Side de Manhattan, y allí se encuentra con Moe Silverman, un viejo conocido. Ambos fueron estafados por Bernie Madoff y murieron como consecuencia de la estafa, al enterarse que había perdido todo su dinero. Ambos se reencarnan en langostas.
"Al principio me decía que no tenía espacio para un nuevo inversor. Pero cuanto más me rechazaba, más quería yo entrar", dice Silverman, que se suicidó al descubrirse víctima del fraude. "El día que supe que él podía gestionar mis cuentas me emocioné tanto que recorté la cabeza de mi esposa de la foto de nuestra boda y puse la suya en su lugar".
El caso es que un día Madoff burla el arresto domiciliario y aparece en un restaurante donde se hallan las langostas, dedicadas a filosofar. Es más, pide langosta para comer y las elige a ellas. "¡Me timó hasta que me quedé sin los ahorros de toda una vida y ahora se me tragará con salsa de mantequilla! ¿Qué clase de universo es este?", llora Moscowitz.
Pues bien la justicia llega y a Madoff le han roto la nariz y unas cuantas costillas en la prisión. Mala suerte de encontrarse en ella a uno de los estafados y además experto en artes marciales.
Satisfacción al leer la noticia. Uno tiene sus puntos débiles.
A Madoff, el gran estafador de guante blanco, que limpió 50.000 MM. de dólares (¡eso es estafar!) a sus clientes con un sistema Ponzi, le cayeron 150 años en la mazmorra, que es donde se halla ya actualmente. Y digo ya, porque la justicia en EE.UU. es fulminante, no como la nuestra en que si llega a ocurrir por aquí algo parecido, con toda seguridad cuando saliera el juicio, el tal Madoff ya habría fallecido.
Aprovecho (antes de comentar la noticia que da pie a este post) para recordar el memorable cuento, con Madoff de protagonista, que Woody Allen escribió en The New Yorker y que resumido nos cuenta que:
"Hace dos semanas, Abe Moscowitz murió de un ataque al corazón y se reencarnó en langosta", empieza este relato kafkiano, cuyo título, Tails of Manhattan, es un juego de palabras. Tail, en inglés, significa cola, pero suena como tale, cuento.
El tal Moscowitz acaba en la pecera de una marisquería del Upper East Side de Manhattan, y allí se encuentra con Moe Silverman, un viejo conocido. Ambos fueron estafados por Bernie Madoff y murieron como consecuencia de la estafa, al enterarse que había perdido todo su dinero. Ambos se reencarnan en langostas.
"Al principio me decía que no tenía espacio para un nuevo inversor. Pero cuanto más me rechazaba, más quería yo entrar", dice Silverman, que se suicidó al descubrirse víctima del fraude. "El día que supe que él podía gestionar mis cuentas me emocioné tanto que recorté la cabeza de mi esposa de la foto de nuestra boda y puse la suya en su lugar".
El caso es que un día Madoff burla el arresto domiciliario y aparece en un restaurante donde se hallan las langostas, dedicadas a filosofar. Es más, pide langosta para comer y las elige a ellas. "¡Me timó hasta que me quedé sin los ahorros de toda una vida y ahora se me tragará con salsa de mantequilla! ¿Qué clase de universo es este?", llora Moscowitz.
Pues bien la justicia llega y a Madoff le han roto la nariz y unas cuantas costillas en la prisión. Mala suerte de encontrarse en ella a uno de los estafados y además experto en artes marciales.
Satisfacción al leer la noticia. Uno tiene sus puntos débiles.
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