miércoles, enero 09, 2013

Fahrenheit 451 se queda obsoleta

He aquí como las obras de ciencia ficción van quedando obsoletas. En la sociedad imaginada por el escritor de la novela Fahrenheit 451, Ray Bradbury, los bomberos tienen la misión de quemar libros ya que, según el gobierno, leer impide ser felices porque llena de angustia; al leer, los hombres empiezan a ser diferentes cuando deben ser iguales (ahora ya sabemos que esa igualdad se llama mileuristas), lo que es el objetivo del gobierno, que vela para que los ciudadanos sean felices y así no cuestionen sus acciones y  rindan en su trabajo (competividad, eficiencia, etc.).

Fahrenheit, una obra distópica, nos mostraba la cara del fascismo del futuro (entonces Bradbury no sabía que se llamaría Neoliberalismo), en que la cultura debía desaparecer para el solaz y disfrute del capital y de los políticos a su servicio.

Pues bien, ya no hace falta quemar libros. Con algo tan tonto como subir el IVA es suficiente. Se queman solos.

Vemos como librerías que han superado cien años de problemas, guerra civil incluida, caen ahora víctimas de los nuevos bomberos-piromanos Peperos, como es el caso de la antigua librería Catalonia, en pleno centro de Barcelona. La distribución de libros también empieza a oler a oligopolio.

Hoy he pasado por la puerta de esta librería y he hecho una foto con el móvil, al mismo tiempo que un cámara de TV me filmaba a mí en la misma tarea. La TV filmando el fin de una época: librerias en liquidación por fin de temporada. Por cierto, en vez de la librería tendremos un McDonald. Era fácil de prever.

Es evidente que la Cultura va en regresión. Los medios de comunicación son los primeros en mostrar la debacle, al sustituir profesionales por becarios que hacen el ridículo, como vimos con los kilos que no tienen mil gramos. Pero la TV no se queda corta. 

Y para muestra nada mejor que el momento de la conexión de TVE1 con Catalunya para seguir el Premi Nadal de novela, cuando se vio de fondo una imagen del tenista Rafa Nadal, asociando la conexión con el tenista. Los ilustrados realizadores del Telediario se pensaban que el Premi Nadal era un premio al tenista o algo parecido o vete tú a saber (todo menos un premio literario), cuando este premio es unos de los más antiguos (1944) e importantes premios literarios de España y mucho más antiguo que el tenista, que por cierto, su relación con los libros es la misma que la que tiene Messi con los textos escritos, o sea cero patatero. Debe ser por eso que ganan tanto dinero.

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