jueves, abril 02, 2009

Krugman. El retorno de la economía de la depresión y la crisis actual


He leído (y algunos capítulos releído) este libro de Krugman, escrito en su día como respuesta a la crisis asiática de los años noventa y que ahora ha vuelto a editar añadiendo una rápida revisión de los problemas actuales. Lo que era un fenómeno lejano, ahora la crisis económica y financiera se globaliza y su orígen se halla en el corazón económico del planeta: EE.UU.

Lo que pensábamos que no podía ocurrir, ha ocurrido. Los tiempos de bonanza han desaparecido y ya la duda es sobre si estamos ante una recesión o una (¿gran?) depresión.

El libro, como indica su autor, es en el fondo un tratado analítico. No se ocupa tanto de qué sucedió cuanto de por qué sucedió; lo que resulta importante comprender es como pudo suceder esta catástrofe, como nos podemos recuperar y cómo podemos evitar que se repita. También hay que agradecer a Krugman el lenguaje utilizado en el libro, que permite su lectura a cualquier persona.

Empieza su libro Krugman analizando lo ocurrido en las crisis latinoamericanas ocurridas desde finales de los ochenta, en la crisis de Japón (que dura desde inicio de los 90) y en el crash asiático en 1997.

Lecciones de las que debería haberse aprendido, tanto en cómo evitar una crisis cómo en las acciones que se tomaron (o no se tomaron, o fueron incorrectas) para corregirlas. Pero eso ocurría en la periferia y el centro económico se sentía inmune y se consideraba a salvo de este tipo de desajustes (quiebras bancarias, precios del suelo y tipos de cambio).

La realidad es que se estaba incubando un desajuste mucho mayor en el núcleo del sistema. Krugman se dedica a analizar los orígenes del problema.

En primer lugar (cap. 6) nos ofrece una explicación soberbia sobre los Hedge Funds y su papel en la crisis. A lo que hay que añadir el cap. 8 donde analiza toda la banca a la sombra, es decir todas las operativas que en el fondo tienen los mismos riesgos que un banco, pero por no tratarse de tales no están sujetos a regulaciones (ej: AIG, la operativa carry trade, los auction-rate securities, etc).

Y aquí está gran parte del problema. Los grandes riesgos asumidos por toda esta parafernalia de ingeniería financiera que no contaba con los controles y seguridad de la banca tradicional, controles que se fijaron en la anterior recesión para evitar la repetición de los pánicos financieros.

A la permisividad reguladora añade Krugman las burbujas: la burbuja en la bolsa y la burbuja inmobiliaria, una tras la otra, con el visto bueno de Alan Greespan, que no hizo nada para frenarlas y que ha pasado de héroe a villano en pocos meses.

Se sorprende Krugman de la capacidad de algunos para embaucar y de otros para suspender su capacidad de razonar. Y así fue como se llegó a la exhuberancia irracional. Frase que acuñó Greenspan, y que a pesar de denunciarla no hizo nada para pincharla, y así se llegó a un índice Dow Jones de 14.000 (ayer estaba en 7.761, ¡casi un 50%! menos).

Con la vivienda pasó algo similar. La gente olvidó, dice Krugman, por completo los principios tradicionales, en parte a causa de la exuberancia irracional de algunas familias que, a la vista de que el precio de la vivienda no se detenía, decidieron lanzarse al mercado sin preocuparse por cómo iban a devolver el dinero.

A esto se añadieron los prestamistas, quienes también se convencieron de que los precios no iban a dejar de subir nunca (hasta Greenspan dijo que era harto improbable que cayeran). Prestaron cada vez más barato y con más riesgo. Riesgo que les importaba muy poco, ya que revendían las hipotecas a otras entidades, exportando así el riesgo a todo el sistema financiero mundial. Ahora se pone en evidencia que todos estos inversores no sabían lo que estaban comprando y lo han pagado muy caro.

La vivienda, en EE.UU y en otros países como España, ha funcionado como un esquema Ponzi sin que nadie hiciese nada por desmontarlo (¿a quién le interesaba hacerlo?).

Finaliza su libro Krugman (hay que tener en cuenta que se escribió hace ya unos meses) indicando que no estamos en depresión. Pero sí que ha vuelto la economía de la depresión. Hace tan sólo un año era impensable pensar que los Estados deberían tomar medidas económicas como las que se están tomando.

Por primera vez en dos generaciones los economistas se han de preocupar de los fallos por el lado de la demanda, es decir la gente no gasta lo suficiente para utilizar toda la capacidad productiva disponible y este se ha convertido en unos de los problemas principales.

Deseo recordar ahora que hablar del crack de la demanda era tabú entre los economistas. Era sencillamente algo que no podía ocurrir. Por lo tanto los remedios por el lado de la demanda ya no tendrían que producirse nunca más. Los neoconservadores impusieron la economía de oferta, que ahora se demuestra desacreditada, ya que todas las soluciones actuales pasan, una vez más, por intentar reanimar la demanda. El ciclo ha muerto, nos decían los Neocons. ¡Gran visión de futuro!

El crack de la demanda ha sido uno de los factores importantes en esta crisis. Pero hay otra también muy importante. Se trata del problema del crédito, que es a su vez un problema doble. Por un lado no hay dinero para prestar y por otra parte hay problemas de confianza. Ya no se deja dinero con esa alegría que infló la burbuja inmobiliaria. Y el consumo se resiente, porque no encuentra financiación. Así caen las ventas, se genera desempleo, se compra menos y así sucesivamente. Señal inequívoca de que se consume menos es el aumento de ahorro, que en España está en niveles ya históricos (increíble, pero cierto). La fiesta del consumo se ha acabado.

Serán necesarias reformas financieras. Todo aquello que en una crisis pueda ser salvado para evitar males mayores, debe ser regulado. Pero eso, que es necesario, no es urgente. Lo inmediato es recuperar el crédito (capitalizar los bancos si es necesario) y reactivar la demanda.
Y finalmente el FMI. Este organismo tendrá que actuar para que el crédito fluya a los países emergentes y evitar que esta crisis, que aparece en el centro económico, se propague a la periferia y autoalimente una segunda ronda recesiva.

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