Volvemos a la España de Franco, aquellos tiempos en que los
viajes a Londres o al otro lado de los Pirineos eran las únicas opciones que tenían
las jovencitas españolas para abortar.
Esta ley está hecha para satisfacer a la caverna meapilas.
Gallardón sabe que no se pueden poner puertas al campo y que probablemente los
médicos franceses (Perpignan es el sitio óptimo) ya se están frotando las
manos ante el diluvio de dinero que les va a caer.
Bastará coger el AVE y en un santiamén las mujeres podrán
seguir decidiendo sobre su vida sin que ningún ayatolá les destroce la vida.
Tanto preocuparnos por los talibanes de Asia y los tenemos por aquí bien cerca.
Naturalmente las jovencitas que estén en manos de familias
de misa y rosario lo tienen crudo. Recordarán a sus padres con cariño toda su
vida, ya que les impedirán abortar. Aunque la vida da sorpresas y muchos de
estos meapilas que han estado presionando para que se apruebe esta ley, serán
los primeros que luego llevarán a abortar a su hija al extranjero. Ya pasó en
EE.UU. cuando se descubrió que el líder del movimiento antiabortista había llevado
a su hija a una clínica para abortar. La hipocresía y el cinismo no faltan precisamente
entre esta gente.
También serán carne de cañón las mujeres sin recursos. Hijos
no deseados de familias pobres son buena materia para tener mano de obra barata
en el futuro.
Lo dicho. Un buen empujón de Gallardón (hasta rima y todo)
al AVE. Y otra cosa más que tendremos que barrer cuando nos saquemos de encima está
basura retrógrada que nos gobierna.
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