jueves, octubre 25, 2012

Ciclismo y doping

Estos días los periódicos han llenado multitud de páginas gracias al corredor ciclista norteamericano Lance Amstrong sancionado por doping, pasados ya muchos años desde que ganó sus siete Tours y sin que se le detectase nunca nada en ningún control cuando estaba en activo. 

Y sirva como ejemplo de lo que puede caer al mundo del ciclismo la disposición del banco Rabobank, que ha decidido poner fin al equipo que patrocinaba. 

Durante años sostuve contra viento y marea que Amstrong, quien había sido tratado de un cáncer y justo superarlo se convirtió en el fenómeno supremo del ciclismo mundial, estaba utilizando algún producto prohibido. 

Y ya vamos viendo como ha ido esto del ciclismo durante dos décadas: quién descubría como saltarse las normas podía aspirar a ser el mejor. Como todos se las saltaban, era imposible ser un corredor limpio. La realidad es que Amstrong no tenía nada nuevo en su instrumental; sencillamente, era EPO. 

Y de la misma forma que sostenía lo de Amstrong, recuerdo lo que vieron mis ojos con Indurain en 1996: el ganador de cinco Tours, en la edición de 1996, una vez alcanzada la gloria, perdió un montón de minutos en La Madeleine, como si se tratase de un gregario (quedó el onceavo al final del Tour), y después de ganada la medalla olímpica en la contrareloj en Atlanta, en La Vuelta a España en el mes de Setiembre abandonó en los lagos de Covadonga, ya que su ritmo había dejado de ser el que era y dijo adiós al ciclismo profesional. 

A Amstrong no lo pillaron nunca en ningún control. Ya se sabe que cuando hay dinero abundante algunos policías paran la mano. Sin embargo han sido sus compañeros de equipo y otros muchos ciclistas, convictos todos ellos de doping, los que han denunciado que este corredor se inyectaba EPO así como yo me tomó el té. Por lo tanto bienvenida sea la depuración, aunque sea muchos años después, y felicitar al Tour por no aupar a los que quedaron segundos, en los siete años que ganó Amstrong, a la categoría de ganadores, ya que todos ellos estaban en el mismo juego y son tan sospechosos como él (Operación Puerto y el caso Festina). 

Leía este verano el estupendo libro de David Millar (Pedaleando en la oscuridad), un ciclista escocés residente en Girona (como Amstrong, ya que parece ser que en Girona las facilidades para el tema del dopaje eran inmejorables) a quien lo pillaron en el 2004 por doping con EPO y le sancionaron con dos años de inhabilitación. 

Millar cantó de plano, como suelen hacer las personas que no tienen la conciencia tranquila, ya que el tema le asqueó desde un principio, según nos cuenta. En vez de tratar de decir que era debido a un filete de Clembuterol (ya saben todos a quién me refiero), Millar procedió a explicar como funcionaba este mundo y como absolutamente todos los ciclistas que querían ganar algo no tenían otra opción que doparse. La ley del silencio imperaba. Peor que la mafia, todos callaban y miraban hacia otro lado, incluidos patrocinadores, directores técnicos, organizadores de pruebas y la UCI, que era la obligada a hacer explotar todo esto de una vez. 

Sorprende aún ahora ver como defienden a Amstrong algunos de nuestros héroes nacionales, y es que en el fondo e inconscientemente tratan de defenderse a ellos mismos (véase Contador, Indurain, Pereiro, etc.). 

Como hay que ser muy aficionado al ciclismo para leerse el libro de Millar no pretendo que nadie lo haga, pero sí que se puede dedicar media hora a ver el programa que hizo Robinson en C+ sobre David Millar y su experiencia con el tema del doping. El documental es un breve resumen del libro, está muy bien hecho y es muy interesante y clarificador (ver al final de este escrito). 

Notable la afirmación de Millar en el documental indicando que el primer Tour  que ganó Indurain lo hizo limpio, pero no así los cuatro siguientes. 

A destacar como Millar se ha convertido en un Ave Fénix y ha sabido salir del pozo gracias a su tesón y a la ayuda del equipo Saunier Duval, y Garmin después. Este año incluso lo hemos visto ganar una etapa del Tour (ha ganado cinco a lo largo de su vida profesional), aunque con 35 años su trayectoria como profesional ya está en su tramo final. 

Y para terminar este escrito citar algo muy interesante referente al libro que he leído este verano titulado “100 ans de Pyrénées” de Pierre Carrey que versa sobre el Tour en sus cien ediciones a lo largo de los Pirineos. Hay un capítulo por año y es muy interesante recomendar la lectura del relativo al año 1965: diecisiete abandonos en total en las dos grandes etapas pirenaicas (en ocho jornadas había habido solo dos abandonos) y no precisamente de mindundis (Vandekerk, Adorni, Aimar, Gomez del Moral, García Such, Eusebio Velez, Bahamontes, etc.). Unos decían tener fiebre, otros no haber dormido, otros mal de vientre, otros agotamiento… 

Fue al año siguiente cuando ya se establecieron las primeras normas antidoping. ¿Fue el 65 el primer precedente y a estos corredores se les encontró ya sustancias para mejorar su rendimiento y por eso se les forzó a abandonar gradualmente sin destapar lo que ocurría? 

Como vemos las “ayudas” vienen de antiguo.

Nota: propongo un control antidoping inmejorable. Quien suba el Alpe d'Huez en menos de 40' va directamente a comisaría.

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