Soy economista, lector empedernido y curioso. Por lo tanto suelo leerme casi todas las publicaciones que llegan a las librerías con destino al gran público. Curiosidad por saber lo que les explican a las personas ajenas al mundo económico. Este libro venía precedido de gran predicación y fama y así lo indica en su portada: “un libro de lectura obligada”, “best seller mundial” y “más de 400.000 libros vendidos”. Cuando un libro, en su portada, anuncia todas estas maravillas, conviene empezar a sospechar. Pero obediencia y curiosidad obligan y me sumergí en sus páginas. Una vez leído (con gran dolor de mi bolsillo) paso a resumirlo en tres apartados.
Primero. Es una loa panfletaria con el objeto de hacernos creer que estamos en el mejor de los mundos económicos, gracias a lo que ya todos sabemos hace tiempo: la globalización y estos mercados tan eficientes que disfrutamos. Somos unos privilegiados por vivir en momentos así.
Segundo. Corolario del punto anterior, si es un panfleto no es un libro de Economía. El único objetivo del libro, como otros muchos al estilo, es propagar la única verdad actual, que a modo de escolástica medieval económica, pretende dejar grabados en nuestra mente supuestas verdades económicas, como si fuesen el modelo teórico económico definitivo. Nunca ha existido nada definitivo en la Ciencia y mucho menos en la Ciencia Económica, como se ha demostrado continuamente.
Tercero. Es un libro-trampa, ya que el autor se dedica durante un capítulo a explicarnos como hemos de comprar en los supermercados para evitar que nos cobren las cosas más de lo que valen. Se busca la complicidad del lector, viejo sistema para que, una vez lograda, aceptes sin discusión las verdades de un buen amigo.
Y ahora una serie de comentarios sobre algunos capítulos:
Tim Harford dedica páginas y páginas a explicar lo eficiente que es STARBUCKS fijando los precios, lo que le permite segmentar la clientela de forma casi científica, muestra de entrada cual es el objetivo del libro.
A mí ya hace tiempo que STARBUCKS me “segmentó” del todo, porque tengo por norma no pisar un sitio donde me estafan. La estafa consiste en llamar a un café de otra forma (por ejemplo Machiato) y cobrar el triple.
Naturalmente Tim Harford, no esconde los problemas que se producen en los mercados, problemas que ya todos conocemos, como por ejemplo las externalidades o las ineficiencias del mercado, pero los despacha muy fácilmente: la perfección no es posible y siempre hay flecos que no impiden que el mercado funcione casi perfectamente. Y si algo no va perfecto, ya se sabe que siempre hay daños colaterales. Los impuestos le estorban, nada nuevo. Y si no hay impuestos no hay Estado, pero es un daño colateral: no hay sanidad, no hay educación pública, etc. ¡pero precisamente para eso está el mercado!
Sólo el capítulo 6 se salva un poco, ya que se dedica a hablar de los mercados financieros. El capítulo casi lo titula correctamente: “Una locura racional”. Mejor si hubiese escrito irracional.
De golpe el libro se reorienta y se dedica en dos capítulos a explicarnos porque los países pobres son pobres (los problemas ya son muy conocidos y antiguos; podría habérselo evitado) y a mostrarnos como un país pobre se está volviendo rico: China. Este país ha progresado tanto, nos dice, que ya tiene hasta en los lugares más recónditos Coca-Cola, Mc Donald’s y salas de billar. Parece ser que esto es, según su baremo, el colmo del progreso.
Pero el capítulo que no tiene desperdicio es el 9: “Cerveza, patatas fritas y globalización”. Nada mejor que un ejemplo de este capítulo para ver claro cómo se argumenta sin base científica y sin un trabajo mínimamente serio. Ya es sabido que una de las contrapartidas reales no deseadas de la globalización es el incremento del transporte mundial debido a la deslocalización. Si la fábrica que estaba en Zaragoza, se la llevan a China, habrá que traer los productos que antes se vendían en Zaragoza, ahora desde este lejano país, y ya vemos lo que está ocurriendo con el precio de la energía, lo de los alimentos para producir energía y la contaminación en aumento, con el efecto de calentamiento global. Veamos cómo se las arregla “El economista camuflado” para eludir el problema. Sitúa su casa en Arizona y la fábrica en los Ángeles. Una gran distancia. Por lo tanto si ahora la nueva fábrica esta en Osaka dice que ¡la distancia es la misma! ¡No hay incremento de transporte!¡Solucionado el problema, hombre!
Llegados a este punto por suerte quedan ya pocas páginas. Pero lo más grave del libro es la facilidad con que trata los temas de la deslocalización y la pérdida de empleo. El factor humano no sólo desaparece del libro, sino que se dedica a defender la explotación de la mano de obra en los países tercer mundistas con el consabido y manido “gracias a nosotros comen”.
Muy impresentable. Y como traca final un subcapítulo que se titula “la globalización es ecológica” (Pág. 255).
Recomendación. Podéis pasar de él. No aporta nada. Tengo claro que es un libro de encargo. Una persona que presta sus servicios para un determinado fin y escribe lo que quieren que escriba. Para eso le pagan. Normalmente son columnistas de prensa económica. Personas dentro del mundo de la Ciencia Económica (profesores, catedráticos, etc.) no pueden permitirse escribir un libro tan falto de base científica. Ya sabemos quién está detrás de este tipo de publicaciones, para las cuales hay dinero abundante para su publicación continuada (pasa como con el Holocausto, que cada año (*) tenemos una película en las pantallas sobre el tema, y es que el lobby judío tiene mucho dinero) y con redes de distribución, publicidad y crítica favorable, que permiten la publicación de este tipo de panfletos, disfrazados de ciencia económica, para no economistas.
Utilizando el lenguaje de Baltasar Gracián podríamos resumirlo como “mucha apariencia y artificio, poca agudeza y genio, mayor desengaño y ningún provecho”.
(*) Este año la pelicula tiene su estreno actualmente y se títula “El último tren a Auschwitz”.
Primero. Es una loa panfletaria con el objeto de hacernos creer que estamos en el mejor de los mundos económicos, gracias a lo que ya todos sabemos hace tiempo: la globalización y estos mercados tan eficientes que disfrutamos. Somos unos privilegiados por vivir en momentos así.
Segundo. Corolario del punto anterior, si es un panfleto no es un libro de Economía. El único objetivo del libro, como otros muchos al estilo, es propagar la única verdad actual, que a modo de escolástica medieval económica, pretende dejar grabados en nuestra mente supuestas verdades económicas, como si fuesen el modelo teórico económico definitivo. Nunca ha existido nada definitivo en la Ciencia y mucho menos en la Ciencia Económica, como se ha demostrado continuamente.
Tercero. Es un libro-trampa, ya que el autor se dedica durante un capítulo a explicarnos como hemos de comprar en los supermercados para evitar que nos cobren las cosas más de lo que valen. Se busca la complicidad del lector, viejo sistema para que, una vez lograda, aceptes sin discusión las verdades de un buen amigo.
Y ahora una serie de comentarios sobre algunos capítulos:
Tim Harford dedica páginas y páginas a explicar lo eficiente que es STARBUCKS fijando los precios, lo que le permite segmentar la clientela de forma casi científica, muestra de entrada cual es el objetivo del libro.
A mí ya hace tiempo que STARBUCKS me “segmentó” del todo, porque tengo por norma no pisar un sitio donde me estafan. La estafa consiste en llamar a un café de otra forma (por ejemplo Machiato) y cobrar el triple.
Naturalmente Tim Harford, no esconde los problemas que se producen en los mercados, problemas que ya todos conocemos, como por ejemplo las externalidades o las ineficiencias del mercado, pero los despacha muy fácilmente: la perfección no es posible y siempre hay flecos que no impiden que el mercado funcione casi perfectamente. Y si algo no va perfecto, ya se sabe que siempre hay daños colaterales. Los impuestos le estorban, nada nuevo. Y si no hay impuestos no hay Estado, pero es un daño colateral: no hay sanidad, no hay educación pública, etc. ¡pero precisamente para eso está el mercado!
Sólo el capítulo 6 se salva un poco, ya que se dedica a hablar de los mercados financieros. El capítulo casi lo titula correctamente: “Una locura racional”. Mejor si hubiese escrito irracional.
De golpe el libro se reorienta y se dedica en dos capítulos a explicarnos porque los países pobres son pobres (los problemas ya son muy conocidos y antiguos; podría habérselo evitado) y a mostrarnos como un país pobre se está volviendo rico: China. Este país ha progresado tanto, nos dice, que ya tiene hasta en los lugares más recónditos Coca-Cola, Mc Donald’s y salas de billar. Parece ser que esto es, según su baremo, el colmo del progreso.
Pero el capítulo que no tiene desperdicio es el 9: “Cerveza, patatas fritas y globalización”. Nada mejor que un ejemplo de este capítulo para ver claro cómo se argumenta sin base científica y sin un trabajo mínimamente serio. Ya es sabido que una de las contrapartidas reales no deseadas de la globalización es el incremento del transporte mundial debido a la deslocalización. Si la fábrica que estaba en Zaragoza, se la llevan a China, habrá que traer los productos que antes se vendían en Zaragoza, ahora desde este lejano país, y ya vemos lo que está ocurriendo con el precio de la energía, lo de los alimentos para producir energía y la contaminación en aumento, con el efecto de calentamiento global. Veamos cómo se las arregla “El economista camuflado” para eludir el problema. Sitúa su casa en Arizona y la fábrica en los Ángeles. Una gran distancia. Por lo tanto si ahora la nueva fábrica esta en Osaka dice que ¡la distancia es la misma! ¡No hay incremento de transporte!¡Solucionado el problema, hombre!
Llegados a este punto por suerte quedan ya pocas páginas. Pero lo más grave del libro es la facilidad con que trata los temas de la deslocalización y la pérdida de empleo. El factor humano no sólo desaparece del libro, sino que se dedica a defender la explotación de la mano de obra en los países tercer mundistas con el consabido y manido “gracias a nosotros comen”.
Muy impresentable. Y como traca final un subcapítulo que se titula “la globalización es ecológica” (Pág. 255).
Recomendación. Podéis pasar de él. No aporta nada. Tengo claro que es un libro de encargo. Una persona que presta sus servicios para un determinado fin y escribe lo que quieren que escriba. Para eso le pagan. Normalmente son columnistas de prensa económica. Personas dentro del mundo de la Ciencia Económica (profesores, catedráticos, etc.) no pueden permitirse escribir un libro tan falto de base científica. Ya sabemos quién está detrás de este tipo de publicaciones, para las cuales hay dinero abundante para su publicación continuada (pasa como con el Holocausto, que cada año (*) tenemos una película en las pantallas sobre el tema, y es que el lobby judío tiene mucho dinero) y con redes de distribución, publicidad y crítica favorable, que permiten la publicación de este tipo de panfletos, disfrazados de ciencia económica, para no economistas.
Utilizando el lenguaje de Baltasar Gracián podríamos resumirlo como “mucha apariencia y artificio, poca agudeza y genio, mayor desengaño y ningún provecho”.
(*) Este año la pelicula tiene su estreno actualmente y se títula “El último tren a Auschwitz”.
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