Sobre el entetanimiento creciente ya escribí un día al comentar el libro de Gabriel Sala, Panfleto sobre la estupidez contemporánea.
El entretenimiento mediocre y vulgar va en aumento y este fin de semana pasado hemos tenido sesión doble mejorada, ya que el lunes continuó y hoy sigue y sigue.
Para empezar el sábado tuvimos boda real. Dicen que unos 27 millones de espectadores en el Reino Unido (ignoro cuantos en el mundo), se engancharon delante de la caja tonta para ver tamaña bobada. Los británicos se dedicaron a contemplar como con sus impuestos han conseguido que una familia inglesa disfrute de una de las fortunas más grandes del planeta y sin dar golpe. Tiene mérito el tema. Que no se quejen si no comen, ya que al menos saben donde va su dinero.
Por aquí no nos quedamos cojos y teniendo en cuenta que el Reino Unido queda lejos, el grado de atontamiento parece ser que fue parejo.
Pero el domingo siguió a más. La Iglesia Católica montó su ceremonia particular de los balones de oro (no todo el protagonismo mediático se lo ha de llevar Messi) y ya vemos como cada Papa muerto se convierte en santo para el calendario (por cierto, que ya no caben). Veo que lo de la santería va barato: con un milagro te hacen beato y con dos santo. Por lo tanto se busca monja con parkinson (enfermedad que va y viene) reversible y lo del beato es pan comido. Yo lo pondría un poco más exigente el tema y pediría un milagro más significativo, que todos lo notasen, como reducir el paro en un 50%. Se dejaría ver y hasta aumentaría la clientela, agradecida por que el cielo se acordase por una vez de los más desfavorecidos, aprovechando que toca subir Papa a los altares (asunto ya obligado so pena de que al Papa que no lo santifiquen a su muerte será una auténtica denigración). Buen marketing este el de las beatificaciones sin fin.
Entretenido estuvo por lo tanto el personal católico. En el Telenoticies de la TV3 el tema ocupó medio telediario, como si no hubiese otros problemas en el mundo. Y es que el tema es muy importante. Se nota que gobierna en Catalunya de nuevo la derecha meapilas de Durán i LLeida.
Parecía que el lunes íbamos a descansar, pero no, ya que va y matan a Fu-Manchú (*), retransmitido en directo para el César. Me refiero naturalmente a Bin Laden, el Frankenstein que nadie nunca vio en persona desde el 11-S y al que nadie nunca verá muerto (espero que no nos enseñen esta vez la foto de Llamazares) nadie sabe por qué (aunque me lo huelo).
Diez años han tardado los sagaces servicios secretos norteamericanos (en este caso “los buenos”) en localizar este engendro de cómic generado por el lobby armamentístico yanqui, o sea, “los malos”. Toca generar otra vez follón, ya que lo del norte de África da para poco y hay que seguir reactivando el mercado, no sea que baje la facturación.
Divertido es ver hoy en la prensa que unos alaban la noticia porque significa el fin del terror y otros nos dicen que ahora la novia de Frankenstein, o su cuñado, o su suegra, llámense Ben-Yusuruf-Jamalajá o Alí-Mustafá-Rajalá, se han enfadado mucho y nos van a dar otra ración de atentados y así hasta el día del juicio final, para que no decaiga la fiesta.
La verdad es que si todas las declaraciones que he oído sobre la muerte de Fu-Manchú se toman en lenguaje de humor, hasta resulta entretenido y se entiende el éxito dada la tontez que nos invade viendo a nuestros sabios gobernantes (ya que como se ve siempre saben de todo) hablando del tema. Daba risa ver la reunión especial hoy de Zapatero-Ruba-Chacón-Jiménez para estudiar las "estrategias a seguir" en un mundo post-Bin-Laden.
Y hoy martes nos llega el cuarto partido de la saga Barça-Madrid al que seguirán mañana las demenciales declaraciones post partido que llenarán páginas y páginas y minutos y minutos de los informativos y que empalmarán con las sanciones que la UEFA impondrá a Mouriño, quien volverá a rajar de nuevo… y el entetanimiento seguirá en altos niveles productivos, también sine die.
(*) Fu-Manchú fue un personaje de novela barata/cine/cómic, ya desde principio del siglo pasado. Se trataba de un chino que desde un lugar secreto perseguía destruir el mundo occidental, nadie sabe aún por qué. Muy malo el villano este.
El entretenimiento mediocre y vulgar va en aumento y este fin de semana pasado hemos tenido sesión doble mejorada, ya que el lunes continuó y hoy sigue y sigue.
Para empezar el sábado tuvimos boda real. Dicen que unos 27 millones de espectadores en el Reino Unido (ignoro cuantos en el mundo), se engancharon delante de la caja tonta para ver tamaña bobada. Los británicos se dedicaron a contemplar como con sus impuestos han conseguido que una familia inglesa disfrute de una de las fortunas más grandes del planeta y sin dar golpe. Tiene mérito el tema. Que no se quejen si no comen, ya que al menos saben donde va su dinero.
Por aquí no nos quedamos cojos y teniendo en cuenta que el Reino Unido queda lejos, el grado de atontamiento parece ser que fue parejo.
Pero el domingo siguió a más. La Iglesia Católica montó su ceremonia particular de los balones de oro (no todo el protagonismo mediático se lo ha de llevar Messi) y ya vemos como cada Papa muerto se convierte en santo para el calendario (por cierto, que ya no caben). Veo que lo de la santería va barato: con un milagro te hacen beato y con dos santo. Por lo tanto se busca monja con parkinson (enfermedad que va y viene) reversible y lo del beato es pan comido. Yo lo pondría un poco más exigente el tema y pediría un milagro más significativo, que todos lo notasen, como reducir el paro en un 50%. Se dejaría ver y hasta aumentaría la clientela, agradecida por que el cielo se acordase por una vez de los más desfavorecidos, aprovechando que toca subir Papa a los altares (asunto ya obligado so pena de que al Papa que no lo santifiquen a su muerte será una auténtica denigración). Buen marketing este el de las beatificaciones sin fin.
Entretenido estuvo por lo tanto el personal católico. En el Telenoticies de la TV3 el tema ocupó medio telediario, como si no hubiese otros problemas en el mundo. Y es que el tema es muy importante. Se nota que gobierna en Catalunya de nuevo la derecha meapilas de Durán i LLeida.
Parecía que el lunes íbamos a descansar, pero no, ya que va y matan a Fu-Manchú (*), retransmitido en directo para el César. Me refiero naturalmente a Bin Laden, el Frankenstein que nadie nunca vio en persona desde el 11-S y al que nadie nunca verá muerto (espero que no nos enseñen esta vez la foto de Llamazares) nadie sabe por qué (aunque me lo huelo).
Diez años han tardado los sagaces servicios secretos norteamericanos (en este caso “los buenos”) en localizar este engendro de cómic generado por el lobby armamentístico yanqui, o sea, “los malos”. Toca generar otra vez follón, ya que lo del norte de África da para poco y hay que seguir reactivando el mercado, no sea que baje la facturación.
Divertido es ver hoy en la prensa que unos alaban la noticia porque significa el fin del terror y otros nos dicen que ahora la novia de Frankenstein, o su cuñado, o su suegra, llámense Ben-Yusuruf-Jamalajá o Alí-Mustafá-Rajalá, se han enfadado mucho y nos van a dar otra ración de atentados y así hasta el día del juicio final, para que no decaiga la fiesta.
La verdad es que si todas las declaraciones que he oído sobre la muerte de Fu-Manchú se toman en lenguaje de humor, hasta resulta entretenido y se entiende el éxito dada la tontez que nos invade viendo a nuestros sabios gobernantes (ya que como se ve siempre saben de todo) hablando del tema. Daba risa ver la reunión especial hoy de Zapatero-Ruba-Chacón-Jiménez para estudiar las "estrategias a seguir" en un mundo post-Bin-Laden.
Y hoy martes nos llega el cuarto partido de la saga Barça-Madrid al que seguirán mañana las demenciales declaraciones post partido que llenarán páginas y páginas y minutos y minutos de los informativos y que empalmarán con las sanciones que la UEFA impondrá a Mouriño, quien volverá a rajar de nuevo… y el entetanimiento seguirá en altos niveles productivos, también sine die.
(*) Fu-Manchú fue un personaje de novela barata/cine/cómic, ya desde principio del siglo pasado. Se trataba de un chino que desde un lugar secreto perseguía destruir el mundo occidental, nadie sabe aún por qué. Muy malo el villano este.
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