Justo acabada la carrera entre Edurne Pasaban y Oh Eun-Sun, para ser la primera mujer en pisar los catorce ocho miles del Himalaya, y que como se veía venir ha conseguido primero la coreana, aunque con serias dudas sobre su ascenso al Kanchenjunga (ya tenemos polémica servida), tenemos un nuevo accidente en la misma montaña donde se hallaba Oh Eun-Sun. El mallorquín Tolo Calafat ha muerto en el descenso, debido a un edema cerebral.
Vemos que cada vez más a menudo el edema se está convirtiendo en la causa más importante de fallecimientos en el Himalaya. Exceptuando el Everest, que sobrepasa en mucho los 8.000 m. y tiene una extrema escasez de oxígeno, lo que obliga a muchos a recurrir a las bombonas, en el resto de ocho miles se considera dopaje utilizar respiración asisitida, y así va la cosa.
Al hacerse con oxígeno por muchos de los ascensionistas, el Everest se ha convertido en una cumbre multitudinaria (son 4.000 las personas que han alcanzado su cumbre) y llena de basura (unos 3.000 Kgs.) por todos los lados, contando ya con 300 fiambres visibles repartidos en el tramo superior (zona de la muerte), pendientes de que algún día alguien los recoja junto con la basura. Leía el domingo pasado que hay una expedición de sherpas que se va a dedicar a ello.
La muerte de Tolo Calafat, aunque terrible, entra dentro de la estadística. El Annapurna tiene una tasa de 4 fallecidos por cada 10 que lo intentan. Una cosa seria. Lo más raro, dada su dificultad, es que fuese el primer ocho mil que se ascendió, pero la expedición contaba con lo mejorcito del alpinismo francés de aquellos tiempos: Maurice Herzog, Louis Lachenal, Gaston Rebuffat, Lionel Terray, Jean Couzy y otros.
Pero no hay accidente de este tipo que no vaya acompañado de polémica. Calafat iba acompañado de Oiarzabal y Pauner, quienes tiraron para abajo y lo dejaron solo con un sherpa, Dawa, quien fiel a la ley del alpinismo, se quedó junto a él (sin tienda) cuando el mallorquín se quedó sin fuerzas, con un edema cerebral y "un hilo de vida" en la voz. Terrible esto de morir explicándole por teléfono vía satélite (como ocurrió aquella noche trágica del 86 en el Everest) a tu mujer lo que pasa y que lo tienes muy mal para salir de allí.
Mejor leer lo que explica la prensa. Entiendo que la gente vaya al límite bajando y que no puede hacer nada. Leo que el helicóptero los sacó (a Pauner y Oiarzabal) del campamento cuatro. O sea que también iban mal. Lo más grave es que cuando Oiarzabal llegó abajo empezó a sacar billetes y exigir a los sherpas de la coreana que fuesen a sacar a Calafat.
Uno de los que tiró para arriba fue Sonam Sherpa (de la expedición de Calafat) y el rumano Horia Colibasanu, que debe vivir allí, ya que en el 2008 también acompaño a Iñaki Ochoa de Olza cuatro noches a más de 7.000 m. sin conseguir sacarlo de allí.
Estos dos sherpas, Sonam Sherpa y Dawa, no aparecían y se temía por su vida. Por suerte aparecieron más tarde, exhaustos.
Por cierto, Oialarzabal debe su vida a Ferrán Latorre que hizo en el K2 en el año 2004 algo que él no ha hecho ahora y le salvó (a Edurne Pasabán la salvaron en el mismo fregado Juan Vallejo y Mikel Zabalza) de una muerte segura cuando andaba perdido a 8.000 m.. Dijo hace años que dejaba esto “de los ochomiles” pero ya vemos que siempre está por ahí, como el rumano. La cosa debe ser droga pura y Oiarzabal va comprando números para que un día de estos se quede por allí arriba para engrosar las estadísticas, aunque visto que un nepalí alcanzó la cumbre del Everest con 77 años, le puede quedar cuerda para rato.
(Este no es el único récord en el Everest: el pasado 22 de mayo, el montañero Appa Sherpa, de 48 años, alcanzó la cima del Everest por decimoctava vez y batió el récord del mundo de ascensiones al pico más alto del mundo).
Vemos que cada vez más a menudo el edema se está convirtiendo en la causa más importante de fallecimientos en el Himalaya. Exceptuando el Everest, que sobrepasa en mucho los 8.000 m. y tiene una extrema escasez de oxígeno, lo que obliga a muchos a recurrir a las bombonas, en el resto de ocho miles se considera dopaje utilizar respiración asisitida, y así va la cosa.
Al hacerse con oxígeno por muchos de los ascensionistas, el Everest se ha convertido en una cumbre multitudinaria (son 4.000 las personas que han alcanzado su cumbre) y llena de basura (unos 3.000 Kgs.) por todos los lados, contando ya con 300 fiambres visibles repartidos en el tramo superior (zona de la muerte), pendientes de que algún día alguien los recoja junto con la basura. Leía el domingo pasado que hay una expedición de sherpas que se va a dedicar a ello.
La muerte de Tolo Calafat, aunque terrible, entra dentro de la estadística. El Annapurna tiene una tasa de 4 fallecidos por cada 10 que lo intentan. Una cosa seria. Lo más raro, dada su dificultad, es que fuese el primer ocho mil que se ascendió, pero la expedición contaba con lo mejorcito del alpinismo francés de aquellos tiempos: Maurice Herzog, Louis Lachenal, Gaston Rebuffat, Lionel Terray, Jean Couzy y otros.
Pero no hay accidente de este tipo que no vaya acompañado de polémica. Calafat iba acompañado de Oiarzabal y Pauner, quienes tiraron para abajo y lo dejaron solo con un sherpa, Dawa, quien fiel a la ley del alpinismo, se quedó junto a él (sin tienda) cuando el mallorquín se quedó sin fuerzas, con un edema cerebral y "un hilo de vida" en la voz. Terrible esto de morir explicándole por teléfono vía satélite (como ocurrió aquella noche trágica del 86 en el Everest) a tu mujer lo que pasa y que lo tienes muy mal para salir de allí.
Mejor leer lo que explica la prensa. Entiendo que la gente vaya al límite bajando y que no puede hacer nada. Leo que el helicóptero los sacó (a Pauner y Oiarzabal) del campamento cuatro. O sea que también iban mal. Lo más grave es que cuando Oiarzabal llegó abajo empezó a sacar billetes y exigir a los sherpas de la coreana que fuesen a sacar a Calafat.
Uno de los que tiró para arriba fue Sonam Sherpa (de la expedición de Calafat) y el rumano Horia Colibasanu, que debe vivir allí, ya que en el 2008 también acompaño a Iñaki Ochoa de Olza cuatro noches a más de 7.000 m. sin conseguir sacarlo de allí.
Estos dos sherpas, Sonam Sherpa y Dawa, no aparecían y se temía por su vida. Por suerte aparecieron más tarde, exhaustos.
Por cierto, Oialarzabal debe su vida a Ferrán Latorre que hizo en el K2 en el año 2004 algo que él no ha hecho ahora y le salvó (a Edurne Pasabán la salvaron en el mismo fregado Juan Vallejo y Mikel Zabalza) de una muerte segura cuando andaba perdido a 8.000 m.. Dijo hace años que dejaba esto “de los ochomiles” pero ya vemos que siempre está por ahí, como el rumano. La cosa debe ser droga pura y Oiarzabal va comprando números para que un día de estos se quede por allí arriba para engrosar las estadísticas, aunque visto que un nepalí alcanzó la cumbre del Everest con 77 años, le puede quedar cuerda para rato.
(Este no es el único récord en el Everest: el pasado 22 de mayo, el montañero Appa Sherpa, de 48 años, alcanzó la cima del Everest por decimoctava vez y batió el récord del mundo de ascensiones al pico más alto del mundo).