¿Quién no ha leído El Principito? Uno de los cuentos universales más vendido y leído del mundo, válido para todas las culturas, fue escrito en 1943 por el conde Antoine Jean-Baptiste Marie Roger de Saint Exupéry, piloto de guerra (fotógrafo - observador) en la Segunda Guerra Mundial y que desapareció misteriosamente después de despegar de Córcega un 31 de julio de 1944.
El misterio se desveló parcialmente, cuando un pescador, en 1998, halló una pulsera que permitió descubrir años más tarde su avión en el fondo del mar, cerca de Marsella. Faltaba saber que ocurrió. Y ahora lo ha desvelado precisamente quien lo derribó: un piloto alemán que avistó el Lightning P38 (¡que avión tan bonito!, que marca el final de la evolución de los aviones de guerra propulsados con hélice) de Saint-Exupery y lo envió al fondo del mar sin la más mínima oposición.
Supongo que Horst Rippert, que así se llama el piloto, que se dedicó al periodismo en la cadena de televisión ZDF al acabar la guerra, ha tenido que vivir con la amargura de haber matado al autor de El Principito y a sus 88 años no ha querido irse a la tumba con el remordimiento: “si llego a saber que Saint-Exupéry iba en aquel avión no lo habría derribado”, ha afirmado. La confesión pública como penitencia y arrepentimiento.
Un misterio más desvelado y la solución era precisamente la más fácil. Que tomen nota todos aquellos que han escrito tantas teorías sobre la desaparición de Amelia Earhart.
El misterio se desveló parcialmente, cuando un pescador, en 1998, halló una pulsera que permitió descubrir años más tarde su avión en el fondo del mar, cerca de Marsella. Faltaba saber que ocurrió. Y ahora lo ha desvelado precisamente quien lo derribó: un piloto alemán que avistó el Lightning P38 (¡que avión tan bonito!, que marca el final de la evolución de los aviones de guerra propulsados con hélice) de Saint-Exupery y lo envió al fondo del mar sin la más mínima oposición.
Supongo que Horst Rippert, que así se llama el piloto, que se dedicó al periodismo en la cadena de televisión ZDF al acabar la guerra, ha tenido que vivir con la amargura de haber matado al autor de El Principito y a sus 88 años no ha querido irse a la tumba con el remordimiento: “si llego a saber que Saint-Exupéry iba en aquel avión no lo habría derribado”, ha afirmado. La confesión pública como penitencia y arrepentimiento.
Un misterio más desvelado y la solución era precisamente la más fácil. Que tomen nota todos aquellos que han escrito tantas teorías sobre la desaparición de Amelia Earhart.
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