sábado, julio 28, 2007

La vida de los otros - Ulrich Mühe


Las cosas hay que hacerlas cuando corresponde. Y ya hace días que debía haber escrito un poco sobre la mejor película que he visto este año: La vida de los otros. Y como lo vas dejando, pues pasa lo que pasa. Y lo que pasa es el que actor protagonista de esta película, Ulrich Mühe, acaba de fallecer.
Esta película fue la ganadora del Oscar 2007 a la mejor película en lengua extranjera. Y esta vez acertaron. Porque La vida de los otros es una película formidable.
Lo que pasó al otro lado del muro de Berlín durante cuarenta años dará para muchas películas. Hace un año vimos una, en clave de humor, deliciosa: Good bye, Lenin.
Pero una dictadura que durante tantos años marcó la vida de los Berlineses no puede tomarse en broma y hacía falta una película así. Y llegados aquí me pregunto porque en España no hemos sido capaces después de tantos años de sacar nuestros demonios y presentar nuestro pasado como fue, es decir, bochornoso. Pero no. Hacemos una serie en TV sobre aquellos años (Cuéntame, una fantochada suprema) y tratamos a nuestro fascismo y dictadura como algo folclórico, como si hubiéramos tenido una verruga en nuestro cuerpo social, que al final desaparece en silencio.
Mühe, un excelente actor, rebajó sustancialmente su caché para poder participar en la película de un estudiante, el perfecto novato Florian Henckel von Donnersmarck, que le ofreció representar en ella al capitán Gerd Wiesler de la Seguridad del Estado (Stasi) de la antigua República Democrática Alemana (RDA). Fue ese papel protagonista el mayor y último éxito de Ulrich Mühe.
En el filme, el agente HGW XX/7 de la Stasi encarnado por Mühe atraviesa un proceso de cambio que le lleva a actuar en contra de sus convicciones iniciales y a ayudar a la persona sobre cuya vida le ordenaron levantar un acta minuciosa. La cinta obtuvo excelentes críticas en todo el mundo y es una de las películas con más éxito de taquilla del cine alemán reciente.
La sombra larga de la Stasi enturbió también la vida del propio actor, que en el libro publicado para el estreno de la película acusa a la que fue su esposa durante la dictadura de haber trabajado para la Stasi como "colaboradora informal" de los temibles servicios secretos. A la publicación siguió un pleito con el que Jenny Gröllmann, actriz también de prestigio, logró que el tribunal ordenase la supresión de los párrafos del libro en los que se aludía a sus supuestas actividades como denunciante. Si bien es casi imposible dirimir hoy en qué grado colaboró Gröllmann con la Stasi, lo cierto es que el pleito y la discusión pública entre los ex esposos impactaron a ambos con dureza.
Y para finalizar un excelente artículo con una entrevista al Director Florian Henckel von Donnersmarck.

"La RDA produjo seres amorales"
JESÚS RUIZ MANTILLA - Madrid - 27/01/2007
El gris nunca ha tenido muchos partidarios, aunque algunos de ellos fueran eminencias. "Fue el color favorito de Bertolt Brecht", dice Florian Henckel von Donnersmarck, director de cine primerizo, autor de la impresionante La vida de los otros, que se estrena el 16 de febrero en España.
El tono que domina todos los inviernos es tan aséptico que refleja mundos y sensaciones nada codiciadas. Sin embargo, representa todo un símbolo moral, el reflejo de una de las formas más recomendables de enfrentarse al mundo: bajo la máxima del relativismo, con el prisma acertado, el que nos hace contar con la certeza de que no hay blancos ni negros, buenos ni malos, verdades absolutas ni dogmas de fe que no puedan derrumbarse.
Gris es el color que domina la paleta de la película de este cineasta de 33 años y dos metros de altura física y moral, un documento sobre la vida en la antigua Alemania del Este que enseña las tripas de un país moralmente podrido, sin salidas ni futuros posibles. "El gris tiene su belleza. Quería que en La vida de los otros hubiese muchos grises y verdes pero ningún rojo ni azul", comenta.
Ayer presentó Von Donnersmarck su película, candidata a mejor cinta extranjera para los Oscar, en Madrid, dos semanas antes de su estreno. Espera que marche en el sur de Europa como lo ha hecho en los países escandinavos, donde ha sido incluso mejor recibida que en Alemania esta historia dura, enmarcada en los métodos y los disparates que llevó a cabo la tristemente famosa Stasi, plagada de policías anulados por el fanatismo, que espiaban a artistas encerrados en sus paradojas, dominada por políticos que interiorizaron como natural el abuso perpetuo y que tenía como víctimas a esos ciudadanos en estado de vigilancia permanente a los que trataban como ganado.
El joven director, que es originario del Berlín occidental, conoció el Este en su versión más cruda, aunque sin muchos tapujos ni oscurantismos baratos: "Mis padres habían nacido en el Este y se pasaron al Oeste. De hecho, mi madre se hizo comunista cuando estaba en Berlín occidental, aunque para las autoridades de la RDA fue siempre sospechosa".
El personaje central de la película, interpretado de manera magistral por Ulrich Mühe, es un agente de la Stasi con principios inquebrantables que decide abordar un camino de iniciación: "No sé en qué momento decide poner todo en duda. En la vida real ocurre lo mismo. La crisis de los cuarenta no llega porque un día ves a una mujer deslumbrante por la calle, aparece cuando tenemos el contenedor del alma tan lleno que no nos cabe ni un grumo", afirma.
Junto al fascinante Mühe, ha recorrido muchos rincones de la zona oriental. "Las proyecciones se convertían en auténticas terapias. Los asistentes comenzaban a contar sus problemas y no terminaban. Para ellos era un verdadero desahogo, y nosotros nos convertimos en una especie de psiquiatras nacionales".
Allí, al otro lado de un muro que todavía existe en el interior de muchos, la película ha sido aceptada como un acto de justicia con sus desgracias: "No les gustaba que su mundo se reflejara en comedias", cuenta el director.
La vida de los otros muestra minuciosamente los métodos de la Stasi, sus escuchas, sus interrogatorios, sus archivos, que acabaron abriéndose a todos los afectados no sin reparos. "Hubo un gran debate en el que mucha gente se mostró en contra ya que creían que daría lugar a venganzas personales, pero se equivocaron. No hubo ningún problema. Todas esas personas sólo querían saber la verdad", afirma Von Donnersmarck.
Cree que eso es todo un síntoma de la transformación que ha experimentado Alemania a lo largo de la segunda mitad del siglo XX: "Ese detalle dice mucho de nuestro país. Ya no somos aquella nación violenta que amedrentaba a Europa, somos un país pacífico, incluso hasta un punto preocupante. No estoy seguro de cómo reaccionaríamos ante cualquier ataque".
Aunque quedan sombras, traumas y huellas muy difíciles de borrar. En la Alemania del Este, aparte de la vivencia del nazismo, el comunismo ahondó en la negrura hasta límites insoportables. El suicidio se hizo infranqueable en muchos lugares: era la única válvula de escape. "Con el nazismo estaba muy claro quiénes eran los malos. En la RDA, todo eso es más confuso. Hay muchas cosas imposibles de saber y por tanto no es tan fácil señalar a los culpables".
Todo estaba rodeado de sospecha, se vivía en mitad de una jaula en la que se había instalado la gran mentira: "Eso es muy difícil de superar. El sistema produjo seres amorales, hay gente a quienes todo les daba igual. El actual líder comunista Gysi es un ejemplo clarísimo. Yo creo que en Occidente no se da tanto esa falta de escrúpulos, la mezcla de catolicismo e intelectualismo ha producido una moral fuerte".




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