Finde en Calella/LLafranc de nuevo, gracias a la gentileza de Pili y Vicente que nos dejaron el apartamento.
Comimos en Llafranc y la tarde la pasamos en la playa. Hacia las siete me di el último baño, a pesar de que el mar había estado "heavy" todo el día y darse un chapuzón iba acompañado de ciertas emociones. Lo que no me esperaba era una ola, como la que se me vino encima, justo cuando salía del agua y que me arrolló y me arrastró como un corcho. Estabamos comentando la jugada extendidos en la toalla, cuando otra enorme ola casi nos pone la ropa a caldo. En tres ocasiones tuvimos que tocar retirada cambiando nuestra posición hasta llegar cerca de la pared que marca el final de la playa. Calculé que como mínimo el mar había subido dos metros en quince minutos y decidimos irnos mientras unos ingleses hablaban de mini-tsunami.
Hoy leo en la prensa que una rissaga o resaca (variación brusca e inesperada del nivel del mar) provocó la alarma en el puerto menorquín de Ciutadella. Produjo de madrugada oscilaciones del mar de hasta dos metros, lo que obligó a desalojar los bares del puerto, repletos de turistas durante estos días, y a cerrar al tráfico rodado los accesos. El cambio de la altura de las aguas en el puerto se originó lentamente durante dos horas y dejó inundadas varias plantas bajas. No obstante, sus efectos no fueron tan devastadores como los causados por este fenómeno metereológico durante la noche del jueves. Los daños económicos han sido cifrados en 9 millones de euros. Un total de 30 barcos quedaron hundidos y otras 100 embarcaciones resultaron dañadas.
Mientras cenábamos en la terraza exterior, muy próxima al mar, del Restaurante Tragamar, en la playa del Canadell, las olas continuaban amenazando. Fue como cenar con un tigre a la espalda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario