Y sin descanso, envalentonados ya después de dos
ascensiones seguidas, nos fuimos al día siguiente, después de subir al duo
Croix de Fer-Glandon, al Iseran.
Para ello había que utilizar el coche y hacer unos cuantos kilómetros
hasta el pueblo de Lanslebourg siguiendo el valle en el que estábamos, o sea la Maurienne. Por lo
tanto el Iseran seguía siendo Saboya.
En Lanslebourg, pueblo donde parte otro col hacia el sur, el de Mont-Cenis, que lleva a Italia (con muchísmo tráfico), aparcamos delante de la Gendarmerie y a
partir de ahí empezamos la ascensión.
El Iseran, si se hace como mandan los cánones, debe hacerse
desde esta villa. Puede hacerse también empezando en el último pueblo antes del
puerto, Bonneval-sur-Arc, pero eso es hacer trampa.
Así que lo hicimos a reglamento y eso supone casi 33 km. hasta la cumbre,
aunque muchos de ellos son llanos, como puede verse en la altimetría que
adjunto, aunque sería preferible que subiese poco a poco, ya que de esta manera
el tramo de Bonneval hasta el collado no sería un auténtico castigo.
Dicen que el Iseran es el col más alto de los Alpes
Franceses. Pero está el Bonnette-Restefond que tiene 2.800 m. de altitud y que
le gana por poco, aunque los detractores dicen que este no es un verdadero col
¿? También en muchos sitios figura que tiene 2.700 m.
Partimos de Lanslebourg sabiendo que inmediatamente nos
encontraríamos una subida y que en la altimetría marcaba un tramo en rojo, o
sea superior al 10%, en este caso del 12%. Palo para las piernas empezar así.
Se trataba del Col de la Madeleine (no confundir con la bestia parda que
subimos el martes pasado) de 1.746 m. de altitud y que una vez alcanzado depara una
bajada que nos lleva al gran llano (una cubeta glaciar impresionante bajo
cumbres muy próximas con grandes cumbres nevadas a la vista) que nos deja en Bonneval. Estábamos
a las puertas del Parque Nacional de la Vanoisse.
En Bonneval, ya a 1.785 m. de altitud, pueblo que dicen que es uno de los seis o siete
más bonitos de los Alpes Franceses, nos tomamos un chupito mientras contemplábamos
ya la serie de lazadas que venían a continuación. Ahora empezaba la guerra de
verdad. A partir de aquí ni un árbol.
El pueblo de Bonneval, auténtico cul de sac y culo del
mundo, vive del esquí (tiene una pequeña estación), de los moteros, de los
ciclistas y de los parepentistas, ya que las laderas del puerto tienen buenas térmicas
y así durante buenos ratos en la subida nos acompañaron colegas aéreos, que despegan de la
parte del collado que da a este valle, y que pasaban justo al lado de la bicicleta. A mi compañero Roberto, exparapentista, se le iban los ojos.
Después de unas cuantas lazadas de buen sudor se domina enseguida el valle pero la ruta se introduce
en el Parque de la Vanoisse y cambia el decorado. Un momento de descanso, se
atraviesa un torrente y la carretera sube sin perdón como le corresponde a un
col de esta categoría. O sea, 9% y 10%. Me encontré a un chaval inglés con bicleta de carretera que llevaba una mochila mínima. Me imaginé que hacía el mismo recorrido que nosotros, pero no, iba recorriendo los Alpes en travesía. Lo mínimo para vestir, buenas piernas y una VISA. No hace falta nada más. ¡Bravo!, le dije, me has dado una idea excelente.
En la parte alta se estrecha la carretera y se alcanza un tramo llano con
un pequeño túnel. Pasado este entramos en la subida final (se pasa por una
pequeña estación de esquí a un km. del collado).
Llegué pidiendo la hora. Nieve aún en las cunetas de la nevada de hace una semana y
espléndido espectáculo con multitud de montañas y glaciares (La Vanoisse, allí
muy cerquita).
Las fotos de rigor y rápido para abajo que había hambre. Nos volvimos a
parar en Bonneval, en el mismo bar que al subir, o sea el primero, y nos dijeron
lo de “je suis désolée”. O sea que te quedas sin comer porque es muy tarde y/o no
tengo ganas de hincarla. Nos fuimos al segundo bar y otro tanto, pero he aquí
que la francesa que nos atendió no era tal, sino que era peruana, y entabló rápida
conversación. Ganas tenía la chica de hablar cristiano. Y mira por donde se
retractó y le hizo cocinar al marido francés algo para los conquistadores españolitos.
Eso si, se lo cobró a precios alpinos.
Nos explicó la chica que en Noviembre se iba para Salou a
darse un baño de sol, porque si se quedaba en Bonneval le pillaba fijo la depre. Ni
moteros, ni ciclista, ni esquiadores, ni parapentistas. Solo lluvia un día tras
otro. Luego el invierno se supera como se puede. Nevadas de dos y tres metros
son habituales, pero el esquí da trabajo. Estuvimos largo rato hablando sobre Perú. Era de Cuzco la chica.
Y poca historia más. Fuerte viento en contra al bajar, lo que me estropeó el descenso y fuerte viento en contra hasta Lanlebourg. Volvimos a subir el Col de la Madeleine,
deshicimos lo andando y totalizamos 65,7 km. y 1.839 m. metros de desnivel acumulado. Tal
como tenía las piernas al llegar arriba pensaba que el regreso sería una
tortura, pero no. Mañana, descanso.
Y un vídeo del recorrido que hice, pero en moto y en descenso. Desde el col hasta casi la entrada a Bonneval. ¡Que gustazo recordar este descenso!
Y un vídeo del recorrido que hice, pero en moto y en descenso. Desde el col hasta casi la entrada a Bonneval. ¡Que gustazo recordar este descenso!
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