viernes, junio 18, 2010

El fin de la clase media


El estado del bienestar era ya hace unos meses como una placa de nieve ventada. Nieve acumulada inestable esperando que cualquier factor la quebrase ocasionando un alud.

El factor desestabilizante, la crisis financiera, ya se ha producido; ahora la quiebra es real y la placa se desliza ladera abajo, incontenible, como un alud de consecuencias impredecibles.

Las fuerzas invisibles, el poder económico, ayudado por el poder mediático (véase el ejemplo de la editorial de El País), están logrando con esta crisis objetivos que hace tan solo un año eran impensables. No solo están consiguiendo que los trabajadores paguen la factura de los desperfectos. Lo que se trata ahora es de desmontar el estado del bienestar hasta límites insospechados, tal como ayer pudimos comprobar en la CNN, en una entrevista a Guillermo de la Dehesa, conocido adalid de los Neocon.

La cosa va por etapas, como un Tour antitrabajador: primero subiendo los impuestos pero sin respetar la progresividad que se hace a través de la imposición a las rentas, pagando más quien más gana. Vemos que se hace mediante la subida del IVA, impuesto nada progresivo, aumento que se producirá dentro de diez días.

Intentan despistarnos, como cuando
se establecen medidas contra la banca (no ya para que pague los desperfectos, sino tan solo para que haga un fondo para prevenir que en el futuro, si vuelve a las andadas, no sea el dinero del contribuyente el que haya de arreglar el entuerto), nos indican rápidamente que la pagarán sus clientes. O sea nosotros, como no podía ser de otra forma.

A continuación hemos visto como el ataque se ha centrado en los salarios. Se ha dividido a los trabajadores y primero se han reducido los salarios de los trabajadores públicos.

Ahora, siguiente etapa del Tour, estamos en el ataque a los trabajadores de la empresa privada. Se ha instaurado el despido libre (Magistratura se va a quedar así sin trabajo) y más barato (de 45 a 20 días por año trabajado).

Comentaba hace unos días que la condición para aplicarlo sería que las empresas tuvieran pérdidas, cosa fácil de conseguir. Pues ni eso. Más fácil aún. Bastará con declarar que la empresa “tiene problemas”. Lo bueno es que nos dicen que esta medida es para crear empleo. Una auténtica tomadura de pelo. Tomo nota de esta falsedad para dentro de un año comprobar cuanto empleo se ha creado. Ahora empiezo a pensar que el catedrático Niño Becerra tenía razón al afirmar que el paro alcanzará en España el 30%, cifra que parecía una barbaridad. Con todas estas medidas es obvio que no solo no se creará ni un solo puesto de trabajo sino que se acabará de rematar el poco que queda.

Pero la cosa no quedará ahí. Como ya era demasiada ración para el Gobierno, que no quería quemarse más, ha tramitado esta modificación como proyecto de ley de forma que sean otros partidos los que acaben de rematar al trabajador. Como el PP, aprovechando que es oposición, quiere salir de rositas de este cepillado del trabajador y no está dispuesto a quemarse lo más mínimo, han cedido la fregona a CiU que será el partido encargado de añadir al paquete el tema de la negociación colectiva.

Si “el despido libre aumentará el empleo” (vivir para ver), la modificación de la negociación colectiva mejorará la productividad. Todas las empresas de un sector, podrán descolgarse (a lo mejor ni eso, ya que puede aprobarse la filosofía contraria, es decir que las empresas por definición ya no estén en el convenio del sector y sea necesaria su adhesión para estar en él) de su convenio colectivo y aplicar el cepillo unilateralmente a los salarios de sus trabajadores. Productividad pretendidamente mejorada vía reducción salarial, no por innovación, inversión y desarrollo. Muy del empresario español.

Pero ya quebrada la placa de nieve y en pleno alud, ¿por qué no ir a por todo? Vayamos también por las pensiones y jubilaciones. Hagámosles trabajar gradualmente más años y así llegará un momento que ya no habrá que pagar jubilaciones. Negocio redondo. Y si la vida media se alarga, maldita costumbre del trabajador, pues que cobre cada vez menos. Basta que tenga para comer.

No son conscientes de que están ocasionando la muerte de la clase media (ya en el 2006, antes de la crisis, leí un libro de los italianos Massimo Gaggi y Edoardo Narduzzi, titulado “El fin de la clase media y el nacimiento de la sociedad de bajo coste”, premonición y aviso de lo que nos venía), la que precisamente ha mantenido con su poder de consumo el crecimiento de estos últimos cincuenta años.

Más aún: el paro. Veremos reducir las prestaciones y desaparecer aquellas que están manteniendo con 400 € al mes la dignidad de los que ya se han quedado sin paro. ¡Que espabilen! Como si espabilando se creasen puestos de trabajo.

Y también habrá que persistir con la privatización de los fondos de pensiones. Ingentes cantidades de dinero, un pastel maravilloso que la banca persigue gestionar (¡las pensiones en manos de los que han originado la crisis!) y que no dudemos que cuando gobierne el PP irán a por ello, ya que observan con alegría y maravillados que los trabajadores lo aguantan todo y encima linchan moralmente a sus únicos defensores, los sindicatos. Si los asalariados están en plena enajenación mental hay que aprovecharlo.

¿Y la Sanidad? De momento nos harán pagar por visitar al médico. Pero ideas hay muchas al respecto, ya que la privatización gradual la intentarán sin duda.

¿Ya está? No. Queda mucho por desmontar. Auténticos filones para el capital privado. Uno ya nos la adelantaba Guillermo de la Dehesa: la enseñanza pública. Eso hay que desmontarlo también. La educación ha de ser de nuevo elitista. Bueno, con cuatro becados ya que siempre hay cuatro muy listos que son hijos de trabajadores y hay que vender la moto de aquello de la igualdad de oportunidades. Veremos reducir el gasto universitario y la potenciación de lo privado. Si tienes dinero estudias y si no al paro (sin cobrar nada porque no has trabajado nunca).

El tema de fondo es si un estado (y no solo el español) puede aguantar este tirón contra el empleo y el consumo, que es lo mismo que decir la renta disponible del asalariado español. Adelgazar a
todo el mundo podría ser sano, pero que pasa si los adelgazados lo son tanto que se mueren de hambre o se vuelven anoréxicos y les da (o no pueden) por no comprar. Es la contrapartida a todas estas medidas que el poder económico no quiere contemplar: el crack de la demanda. Soñando con paraísos perdidos, cifran el coste en una ligera bajada del PIB.

La ofensiva neoliberal, pretendidamente para salir de la crisis, que tiene por objetivo aprovechar las circunstancias para traspasar aún más rentas del trabajo al capital, va mostrando detalles de cómo se lleva a cabo. Hemos visto estos últimos días como el Deutsche Bank, un banco que depende en mucho de que el euro funcione, no ha dudado en ponerse con ventas cortas contra España, es decir con posiciones bajistas que ganan más cuanto España esté peor. Ahí tenemos identificado a un miembro de esa secta que denominamos “mercado”. Un banco europeo. ¡Vaya calaña, la de esta gente! (Banqueros o hienas). Todo orquestado, todos ayudando al apretón.

Veremos hasta donde llega el alud, pero puede tener un recorrido imparable. Mientras, cada uno en su casita, mirando por la ventana y esperando que sea la casa del vecino la que quede arrasada. Antes había ciudadanos, ahora tan solo consumidores. Bueno, mejor digamos que ex-consumidores, nueva masa de proletarios sin voz y sin voto. La redistribución de la renta se ha acabado. Y lo que es más grave, la democracia también (imprescindible leer este artículo de Josep Ramoneda).

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