viernes, mayo 08, 2009

"Habíamos ganado la guerra" de Esther Tusquets


Memorias parciales de la editora Esther Tusquets, ya que se remiten a su infancia y adolescencia.
Interesante su lectura ya que nos explica uno de los muchos submundos (como diría Don DeLillo) que tenemos tan próximos, conviviendo a nuestro alrededor y con los que no tenemos ni tendremos nunca el más mínimo contacto, como si se tratase de universos paralelos.

Es de agradecer que la burguesía de este país, de vez en cuando, nos cuente (tal como hizo José Luis de Villallonga) sus interioridades y miserias. Siempre pensamos que el dinero hace la felicidad, por lo que a veces es de agradecer que nos expliquen que no es tanto como parece.

Esther Tusquets, “una Tusquets”, nos cuenta la Barcelona de la posguerra, como vivían y como eran los que ganaron la guerra. Miseria humana pura, tal como era fácil imaginar.

Esther Tusquets padeció la ausencia de padres. El dinero permite que sean otros los que eduquen a los hijos y sus padres así lo hicieron. Y así salió una generación de desnortados que dieron origen a la Gauche Divine, esa burguesía de izquierdas metida en el PSUC hasta que murió Franco (o antes ya) y que volvió a sus rediles rápidamente. A más de uno que ahora vota PP se le deben poner los pelos de punta recordando que fue afiliado del PSUC. Ejemplos los hemos tenido a manos llenas (¿verdad Sr. Piqué?).

El desnortamiento de Esther Tusquets fue supremo. Pasó por cuatro colegios, primero ferviente y devota cristiana, apuntándose después a Falange Española (¡pensando "a pie juntillas que era de izquierdas"!) cuando ya la mayoría de sus afiliados buscaban la puerta de salida y no sabiendo nunca lo que quería estudiar o tan siquiera hacer. Pero los errores de los burgueses no tienen las mismas consecuencias que para el resto de la tropa. Bastó con ponerle una editorial
(Lumen) a la niña y asunto arreglado.

Los padres solo aparecían para hacer las correcciones oportunas cuando el desnortamiento se salía de madre. Un enamoramiento no admitido por la familia la llevó a trabajar de esclava, por una temporada, en el ¡Cotolengo!. Aunque ahora nos parezca imposible, así se arreglaban este tipo de problemas por aquella época.

Más que querer explicarnos aquellos tiempos, lo que consigue en gran modo, Esther Tusquets es sacar sus demonios internos escribiendo sobre su pasado. Sin embargo da la sensación de que no acaba de explicarlo todo. Y es que llegar al fondo tiene sus límites.

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