Escribía ayer sobre este fenómeno que se produce en el mar y
veo que en el ejemplo que puse a boleo acerté en los números. Siempre hay una
neurona que se guarda las cosas, sorprendiéndonos.
Hoy El País publica un artículo en el que explica los medidores
(sondas, con un total de 15 unidades a 50 km. de la costa) que hay en la costa
norte española, dotadas de la última tecnología. Desde el 2008 se miden las
olas y los valores máximos de altura significante de olas medidos en la costa
norte española ronda los 13 metros, todos ellos registrados en invierno, pero
la ola máxima registrada fue en Santander, con una altura de 26,13 metros.
Por lo tanto tenemos una relación de dos a uno. En un mar de
13 metros tendremos superolas de 26 metros. En el ejemplo que ponía ayer decía
que para un mar de 10 metros podíamos tener superolas de 20 metros. Veo que
acerté.
En verano, cuando voy a la playa, me divierto mucho con esto de la superola. A las
nueve de la mañana ya estoy en la orilla y el mar habitualmente está plano como un salón. No
hay olas y la gente se sitúa muy cerca del mar.
Sólo hay que esperar que el sol empiece a calentar y aparezca
fielmente el Garbí, viento del suroeste (en el Adriático es el Siroco) que poco a poco y
a medida que avanza el día va aumentando su fuerza y levantando mar. Primero
son unas olitas simpáticas, pero hacia las dos del mediodía ya tienen a veces medio
metro. Suficiente para que la superola, que solo tendrá un mísero metro de
altura, cuando llegue a la orilla ponga a caldo a todos aquellos que se han
puesto muy cerca del mar y plácidamente toman el sol tumbados sobre la arena. Oiremos
muchos gritos de sorpresa.
¡Esto es una superola!
¡Esto es una superola!
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