Estaba ayer en la fiesta de cumpleaños de un amigo y entre
canapé y copita se inició la inevitable tertulia sobre la situación y
evolución de la crisis. Estábamos en pleno debate de ideas cuando vino la mujer
de uno de ellos y le dijo a su marido que se alejase de mí, “ya que era un
pesimista y lo iba a deprimir” (sic).
Me quedé con las ganas de contestarle debidamente. De
decirle que antes de esta crisis los asquerosos pesimistas veníamos avisando de
lo que llegaba y que si les hubiesen hecho caso probablemente no estaríamos
así. Ilustres asquerosos pesimistas como Roubini y Krugman venían advirtiendo
de lo que podía ocurrir, pero desde los medios afines al Neoliberalismo los
machacaban continuamente acusándoles de meter palos a la rueda y querer estropear años
y años de fiesta sin fin, o sea, el burbujazo neoliberal.
Pesimistas como yo, es decir realistas que tocaban de pies a
tierra, veníamos advirtiendo del burbujazo inmobiliario español y de sus
posibles consecuencias. Este blog lo abrí en el 2006 con varios objetivos y uno
de ellos era denunciar lo que estaba ocurriendo. Puede revisarse lo que fui
escribiendo en el 2007 y en el 2008.
Pero los optimistas son gente simpática y agradable que caen
bien y tienen buena prensa, no como los agoreros cenizos, que intentan
estropear el discurso inacabable de mentiras de nuestros políticos, discurso destinado a
enmascarar la realidad y hacer creer que hay futuro a la vuelta de la esquina.
Parece ser que el mundo solo puede tirar adelante gracias a ellos. Sin embargo,
detrás de los grandes desastres económicos, sociales y políticos (y ya no
digamos de las guerras) de la Historia, siempre ha habido un optimista
iluminado.
Obviamente los pesimistas nunca crearemos desastres. Somos
demasiado conscientes de lo que puede ocurrir con las aventuras desmedidas.
Pero no deja de sorprender que el éxito sea siempre de ellos. Cuando empezó la
crisis naturalmente no podían aceptar tal cosa ya que habían avisado que los ciclos económicos ya no existían. Ni tan siquiera reconocieron que
estaba explotando una burbuja de tamaño colosal. Es un bache pasajero, decían,
cuatro ayuditas por aquí y por allá del gobierno a los empresarios y de aquí
cuatro días ya salimos.
A medida que se agravaba la crisis y ya se veía que el bache
era un serio hundimiento los optimistas seguían activos. Esto lo arreglamos
entre todos en dos años, decían. Y desde entonces vienen repitiendo lo mismo,
solo que los dos años cada año cambian y se alargan uno más. Dada la estulticia
con que mantienen sus ideas habría que empezar ya a tratarlos de estúpidos
optimistas.
Hace unos días hemos visto una nueva demostración de optimismo por parte del gobierno al conocerse que el empleo subía en plena
campaña turística. No ha pasado una semana y el FMI ya nos proporciona una
dosis de realidad y nos dice que hasta el 2015, nada de nada. Y lo que te
rondaré, moreno. Parece ser que los asquerosos pesimistas seguimos teniendo
razón, pero es igual. Cuando explotó el burbujazo inmobiliario, asistí atónito
al espectáculo de ver a muchos de los optimistas que habían negado la burbuja
decir que ellos ya lo habían advertido. Encima cretinos.
Naturalmente el optimismo español se halla concentrado en
una serie de personas con determinadas características. En primer lugar los
políticos que no quieren un río revuelto, en segundo lugar los que tienen el
trabajo y el salario relativamente asegurado (muchos aún no se han dado cuenta que ya están con el culo al aire) y creen que volverán a tener las condiciones de
antaño “cuando esto se arregle”. También hay mucho jubilado de lujo que con los
bolsillos llenos no ve precisamente un futuro negro y las ve venir desde la
barrera. Y ya no digamos la gran empresa (oligopolios en especial), que se está
forrando. Su optimismo es ilimitado y con razón.
Y después están muchos pequeños empresarios. Necesitan,
obviamente, ser optimistas para sobrevivir, pero claro, lo hacen siempre
pensando que el bolsillo se lo seguirá arreglando el actual gobierno
ultraliberal, que no ha dudado en traspasar la crisis a los asalariados, con
una reforma laboral salvaje. Y los empresarios son optimistas porque si hace
falta otra ronda de ajustes, la peor parte se la volverán a llevar otra vez los
de siempre. Y puestos a defraudar lo tienen claro: que los impuestos los paguen los asalariados. Los números cantan.
Ayer, en un artículo muy bueno, Agustín del Valle (Un paro inaceptable) nos
explicaba que las rentas salariales caen el 6% y las empresariales aumentan el
2% y el paro se dispara. La reforma laboral que ha reducido los salarios ¿ha
aumentado el empleo, como pretendía la reforma? Naturalmente se puede ser
optimista, desde el punto de vista empresarial, ya que si sigue yendo mal, la
receta puede ser más de lo mismo y las rentas empresariales, vistas
globalmente, no sufrirán.
¿Pueden ser optimistas los desahuciados? ¿Pueden ser
optimistas los asalariados? ¿Pueden ser optimistas los parados? ¿Pueden ser optimistas las empresas y trabajadores del mundo de la cultura después de la aplicación de un IVA desmedido? ¿Pueden ser optimistas los que están en el mundo
de la investigación? ¿Pueden ser optimistas los estudiantes, visto el panorama
que les espera cuando acaben sus estudios? ¿Pueden ser optimistas los muchos
estudiantes que tienen (mejor decir tenían) becas? ¿Pueden ser optimistas los pensionistas, después de ver la reforma que les viene encima? ¿Pueden ser optimistas muchos deportistas profesionales que ven
como se van hundiendo las sociedades deportivas? ¿Podemos ser optimistas
sabiendo que España ya no la dirigen los políticos que elegimos y que por lo
tanto ya ha dejado de ser una democracia? ¿Podemos ser optimistas viendo como
crecen los oligopolios que se están apoderando de esos mercados que dicen ser
eficientes y transparentes (hasta el más idiota ya está montando cárteles) y
nos meten mano a nuestros bolsillos en las cosas más básicas: agua,
electricidad, teléfono y gas?
Visto el panorama, querida señora, estoy muy satisfecho de
ver que los acontecimientos, hasta la fecha, siguen cumpliendo mis predicciones
y sigo sin encontrar ninguna razón para travestirme en optimista. Prefiero seguir
siendo un apestado y asqueroso pesimista al que le acompaña la razón y del que por
lo visto hay que huir. Siga usted rodeada de estúpidos optimistas que la llevarán
al cielo… o al desastre (y no la deprimirán, que hay que dormir tranquilos).
3 comentarios:
SE PUEDE DECIR MÁS ALTO PERO NO MÁS CLARO.
ESTOY CONTIGO KIM! UN ABRAZO!
VICTOR "GUADIANA"
Se puede decir más alto pero no más claro.
Estoy contigo kim! un abrazo
Victor "guadiana"
Gracias por el comentario, Víctor.
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