El primer sábado de marzo, uno año más, se cumplieron los mismos ritos y la misma tradición. Este
año menos gente en la romería pero con una novedad: teníamos turistas holandeses (a los que
les dimos un curso acelerado de comer calçolts).
Un día excelente y, como ocurre cada año, nos quedamos “fartos”
y después necesitamos varios días de dieta para compensar los excesos (bárbaros) y
eso después de haber dicho “no” a multitud de platos. La oferta gastronómica fue
salvaje.
El santo, como siempre, cosido a flechazos, la charanga de
Graus amenizando la velada, el perro de Jesús, Asland, llevándose el pollo del vecino (tonto no es) y, como no, el sorteo les tocó a otros, para variar.
El año que viene volveremos.
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