Ya he escrito en ocasiones anteriores (por ejemplo, esta) sobre mis dudas acerca de que la Economía sea una "Ciencia".
¿Qué es Ciencia?, se preguntaban mis profesores de Facultad intentando ver si la Economía cumplía los requisitos para ser considerada como tal.
Si consultamos en Wikipedia la palabra Ciencia veremos que nos dice que “La ciencia (del latín scientia 'conocimiento') es el conjunto de conocimientos obtenidos mediante la observación y el razonamiento, sistemáticamente estructurados y de los que se deducen principios y leyes generales".
¿Deduce la Ciencia Económica principios y leyes generales? Deduce muchos, pero las leyes no son tales y no sirven. Lo que predomina es la improvisación y el dar palos de ciego cada vez que hay crisis, como en estos momentos ocurre, en que vemos darlos, con horror, donde precisamente no procede.
Escribe Bradford DeLong (ex secretario adjunto del Tesoro de Estados Unidos, es profesor de Economía en la Universidad de California en Berkeley e investigador asociado en la Oficina Nacional de Investigaciones Económicas) en el cuaderno Negocios de El País del pasado domingo un interesante artículo sobre el tema titulado “John Stuart Mill contra el BCE”. Nada más gratificante (para los que creemos que la Economía no es Ciencia) que leer su comienzo:
«Uno de los secretos vergonzosos de la economía es el de que no existe una "teoría económica". No existe, sencillamente, un conjunto de principios fundamentales en los que basar cálculos que iluminen los resultados económicos del mundo real. Debemos tener presente esa limitación del conocimiento económico cuando se está impulsando al máximo la austeridad fiscal en todo el mundo.
A diferencia de los economistas, los biólogos, por ejemplo, saben que todas las células funcionan conforme a instrucciones para la síntesis de las proteínas codificadas en su ADN. Los químicos comienzan con los principios de Heisenberg y Pauli, más la tridimensionalidad del espacio, y nos hablan de configuraciones de electrones. Los físicos comienzan con las cuatro fuerzas fundamentales de la naturaleza.
Los economistas no tienen nada parecido. Los "principios económicos" que respaldan sus teorías son un fraude: no verdades fundamentales, sino meros mandos que se giran y se ajustan para que del análisis resulten las conclusiones "adecuadas".
Las conclusiones "adecuadas" dependen de cuál de los dos tipos de economista se sea.
Uno de ellos elige, por razones no económicas ni científicas, una posición política y un conjunto de aliados políticos y gira y ajusta sus tesis hasta que de ellas se desprenden conclusiones que se ajustan a su posición y gustan a sus aliados.
El otro tipo toma los restos de la historia, los echa en la olla, aviva el fuego y los cuece, con la esperanza de que los huesos emitan enseñanzas e indiquen principios con los que guiar a los votantes, burócratas y políticos de nuestra civilización, mientras avanzan lentamente hacia la utopía.
No es de extrañar que solo el segundo tipo de economistas tenga -creo yo- algo útil que decir. Así pues, ¿qué enseñanzas puede brindarnos la historia sobre nuestra difícil situación económica actual?.»
Recomiendo leer todo el artículo.
Queda claro que el primer grupo de economistas, aquellos que paran la mano para ajustar la Teoría Economía a los deseos de los que pagan (Guillermo de la Dehesa sería un buen ejemplo) y así tomar las medidas que les interesan, encaja perfectamente con nuestro preciado colectivo de expertos españoles denominado “Los 100 economistas”, tema ya explicado en este blog.
¿Qué es Ciencia?, se preguntaban mis profesores de Facultad intentando ver si la Economía cumplía los requisitos para ser considerada como tal.
Si consultamos en Wikipedia la palabra Ciencia veremos que nos dice que “La ciencia (del latín scientia 'conocimiento') es el conjunto de conocimientos obtenidos mediante la observación y el razonamiento, sistemáticamente estructurados y de los que se deducen principios y leyes generales".
¿Deduce la Ciencia Económica principios y leyes generales? Deduce muchos, pero las leyes no son tales y no sirven. Lo que predomina es la improvisación y el dar palos de ciego cada vez que hay crisis, como en estos momentos ocurre, en que vemos darlos, con horror, donde precisamente no procede.
Escribe Bradford DeLong (ex secretario adjunto del Tesoro de Estados Unidos, es profesor de Economía en la Universidad de California en Berkeley e investigador asociado en la Oficina Nacional de Investigaciones Económicas) en el cuaderno Negocios de El País del pasado domingo un interesante artículo sobre el tema titulado “John Stuart Mill contra el BCE”. Nada más gratificante (para los que creemos que la Economía no es Ciencia) que leer su comienzo:
«Uno de los secretos vergonzosos de la economía es el de que no existe una "teoría económica". No existe, sencillamente, un conjunto de principios fundamentales en los que basar cálculos que iluminen los resultados económicos del mundo real. Debemos tener presente esa limitación del conocimiento económico cuando se está impulsando al máximo la austeridad fiscal en todo el mundo.
A diferencia de los economistas, los biólogos, por ejemplo, saben que todas las células funcionan conforme a instrucciones para la síntesis de las proteínas codificadas en su ADN. Los químicos comienzan con los principios de Heisenberg y Pauli, más la tridimensionalidad del espacio, y nos hablan de configuraciones de electrones. Los físicos comienzan con las cuatro fuerzas fundamentales de la naturaleza.
Los economistas no tienen nada parecido. Los "principios económicos" que respaldan sus teorías son un fraude: no verdades fundamentales, sino meros mandos que se giran y se ajustan para que del análisis resulten las conclusiones "adecuadas".
Las conclusiones "adecuadas" dependen de cuál de los dos tipos de economista se sea.
Uno de ellos elige, por razones no económicas ni científicas, una posición política y un conjunto de aliados políticos y gira y ajusta sus tesis hasta que de ellas se desprenden conclusiones que se ajustan a su posición y gustan a sus aliados.
El otro tipo toma los restos de la historia, los echa en la olla, aviva el fuego y los cuece, con la esperanza de que los huesos emitan enseñanzas e indiquen principios con los que guiar a los votantes, burócratas y políticos de nuestra civilización, mientras avanzan lentamente hacia la utopía.
No es de extrañar que solo el segundo tipo de economistas tenga -creo yo- algo útil que decir. Así pues, ¿qué enseñanzas puede brindarnos la historia sobre nuestra difícil situación económica actual?.»
Recomiendo leer todo el artículo.
Queda claro que el primer grupo de economistas, aquellos que paran la mano para ajustar la Teoría Economía a los deseos de los que pagan (Guillermo de la Dehesa sería un buen ejemplo) y así tomar las medidas que les interesan, encaja perfectamente con nuestro preciado colectivo de expertos españoles denominado “Los 100 economistas”, tema ya explicado en este blog.
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