Con Sábado (Saturday) de Ian Mac Ewan me ha pasado como con Paul Auster, autor recientemente leído. Parece ser que no he leído su mejor obra.
Debería haber empezado por Ámsterdam o Amor Perdurable.
Sábado es una obra intrascendente. De las que cuando llegas al final dices: bueno, ¿y qué?
Ni el tema engancha (solo al final), ni la literatura es sublime, aunque tratándose de obra escrita en otro idioma siempre dudo de la fidelidad de la traducción.
Sábado es una novela que nos describe lo que le ocurre a un neurocirujano londinense en una única jornada, que es día de descanso y por lo tanto a una persona del mundo occidental es cuando le pueden ocurrir cosas. Porque los días de jornada laboral lo único que aportan es monotonía.
La tentación tanto en el cine como en la literatura de reducir una obra a espacios mínimos de tiempo siempre ha sido un desafío. En el cine nadie olvida, así pasan los años, a Sólo ante el peligro y en la literatura tenemos la obra maestra de Joyce, Ulysses, que dura también una jornada.
Al doctor Perowne, que así se llama el protagonista, le ocurren muchas cosas en un solo día. McEwan intenta magnificar lo que ocurre con una prosa detallista sin alcanzar el objetivo. Y así llega a dedicar páginas y páginas a un banal partido de Squash entre amigos o a introducirnos en el arte de la cirugía craneal (que a veces es interesante, ya que son mundos que no podemos llegar a conocer de otra forma) extendiéndose en demasía.
Sus reflexiones existenciales (y las de su familia) durante la jornada aportan muy poco y acaban siendo superficiales. Muchos temas, pero todos tratados sin llegar al fondo. Y el más grave, teniendo en cuenta que cuando escribió la novela la guerra de Irak y las falsedades derramadas por los políticos sobre ella eran evidentes, su ambivalencia sobre el tema es lamentable.
Lo mejor del libro es el pasaje en el que la hija del protagonista es salvada de unos vándalos al recitar, como suyo (es poetisa), un poema clásico de Matthew Arnold, Dover Beach (época victoriana). Algo totalmente irreal, ya que la poesía no salva nada en este mundo. Pero el símbolo que transmite, la victoria del arte sobre la violencia, me encanta. Es el poder de la literatura en su más alta expresión.
Un autor valorado en toda Europa, pero que en este libro le falta chispa. Aún así, se puede leer. Es el problema de los autores de éxito que se ven abocados a publicar continuamente, so pena de desaparecer del mundo literario (al igual que ocurre en el mundo de la música Pop) que quema autores a velocidades increíbles. Y es que la imaginación se agota. O se compran negros, como hacía Cela.
Sábado es una obra intrascendente. De las que cuando llegas al final dices: bueno, ¿y qué?
Ni el tema engancha (solo al final), ni la literatura es sublime, aunque tratándose de obra escrita en otro idioma siempre dudo de la fidelidad de la traducción.
Sábado es una novela que nos describe lo que le ocurre a un neurocirujano londinense en una única jornada, que es día de descanso y por lo tanto a una persona del mundo occidental es cuando le pueden ocurrir cosas. Porque los días de jornada laboral lo único que aportan es monotonía.
La tentación tanto en el cine como en la literatura de reducir una obra a espacios mínimos de tiempo siempre ha sido un desafío. En el cine nadie olvida, así pasan los años, a Sólo ante el peligro y en la literatura tenemos la obra maestra de Joyce, Ulysses, que dura también una jornada.
Al doctor Perowne, que así se llama el protagonista, le ocurren muchas cosas en un solo día. McEwan intenta magnificar lo que ocurre con una prosa detallista sin alcanzar el objetivo. Y así llega a dedicar páginas y páginas a un banal partido de Squash entre amigos o a introducirnos en el arte de la cirugía craneal (que a veces es interesante, ya que son mundos que no podemos llegar a conocer de otra forma) extendiéndose en demasía.
Sus reflexiones existenciales (y las de su familia) durante la jornada aportan muy poco y acaban siendo superficiales. Muchos temas, pero todos tratados sin llegar al fondo. Y el más grave, teniendo en cuenta que cuando escribió la novela la guerra de Irak y las falsedades derramadas por los políticos sobre ella eran evidentes, su ambivalencia sobre el tema es lamentable.
Lo mejor del libro es el pasaje en el que la hija del protagonista es salvada de unos vándalos al recitar, como suyo (es poetisa), un poema clásico de Matthew Arnold, Dover Beach (época victoriana). Algo totalmente irreal, ya que la poesía no salva nada en este mundo. Pero el símbolo que transmite, la victoria del arte sobre la violencia, me encanta. Es el poder de la literatura en su más alta expresión.
Un autor valorado en toda Europa, pero que en este libro le falta chispa. Aún así, se puede leer. Es el problema de los autores de éxito que se ven abocados a publicar continuamente, so pena de desaparecer del mundo literario (al igual que ocurre en el mundo de la música Pop) que quema autores a velocidades increíbles. Y es que la imaginación se agota. O se compran negros, como hacía Cela.
En la página de Ian McEwan: http://www.ianmcewan.com hay un enlace a un artículo de Eloy M. Cebrián muy bien escrito y naturalmente con buena opinión de la novela.
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