Salimos de Gavarnie en plan mindundi, o sea, empujando el coche. Día feo con nieblas y por delante una auténtica etapa del Tour: Col du Tourmalet, Col d’Aspin y Col du Peyresourde. Hasta llegar a las Granjas d’Astau, en el descenso del Peyresourde, cerca de Louchon, no vimos algo el sol.
Astau se halla a 1.139 m. aproximadamente. Antes de llegar se cruza por el pueblo de Ôo, que da nombre al valle. Hay muchos carteles con el nombre puesto así: OO. Queda claro que los de este pueblo están abonados al suspenso. Cero por todos los lados.
Nuestro destino, el Refugio del Portillón se hallaba a 2.570 m. O sea una subida de más de 1.400 m. que cargado con cuerda de 60, más el material, me pusieron a prueba definitivamente el chasis y la suspensión (y de bajada los frenos).
Hasta el lago de Ôo (1.504 m.) el recorrido es multitudinario. Muchas familias, a pesar de que es una excursión exigente. El lago es grande, con gran cascada al fondo, bonito y verde y hay un restaurante-refugio.
La capa de nubes que ocultaba el cielo estaba ya próxima. Cuando llegamos al objetivo siguiente, el refugio de Espingo (1.950 m.) estamos plenamente dentro de las nubes y ya hay mucha menos gente. Próximos al refugio, dos lagos (Espingo y Saussat). Aquí el camino se toma un respiro y hasta baja un poco para fastidiar (en realidad la ascensión es de 1.500 m. si se cuentan los descensos).
El tramo cerca del final, llegando al Refugio del Portillón, es mortal de necesidad. Durillo, aunque casi todo enlosado en piedra, lo que facilita el caminar. Algo es algo. El enlosado se hizo cuando se construyó la presa, en los años 48-51. Entonces no había helicópteros y había que subir todo con mulos.
Llegamos hacía las cinco de la tarde. Bueno, Xavi llego antes, como siempre, porque ya sabéis que va en Harley.
Vi aparecer el refugio entre las nubes. Justo se acababan allí y por lo tanto teníamos el espectáculo servido. Por encima nuestro un bello cielo azul (¡por fin!) por debajo el marrón. Al menos de algo había servido sudar tanto.
Como habíamos llamado al refugio por teléfono, previsores que somos, teníamos sitio a pesar de que estaba llenito. Como parece ser que lo de Barcelona se contagia, estaban sin electricidad y por lo tanto sin agua caliente. O sea que no nos duchamos y volvimos al mantenimiento clásico de siempre, es decir, lavarse un poco, que llevo una minitoalla-nuevo invento que es una virguería que no pesa, ni ocupa lugar y, no os lo vais a creer, seca.
Dijimos que nos tratasen como merecíamos y cenamos opíparamente (no habíamos comido) aunque los colegas que llevaban más días nos advirtieron que cada día comeríamos más de lo mismo. El cocinero no derrochaba imaginación.
Cuando acabamos de cenar salimos a dar un voltio y ver la puesta de sol que prometía mucho, escénicamente hablando. La luz en el Crabioules era fantástica. Pues nada, mañana la crestita del Crabioules, ida y vuelta, nos dijimos. Porque hacer la travesía Seil de la Bacquo-Pico del Portillón de Ôo, se veía (y nos advirtieron) que estaba chunga. La retirada de la nieve lo ha hecho de forma que el nevero que hay llegando al Col del Pico del Portillón se ha convertido en una barrera helada. Sin crampones y piolo (se quedaron en el coche ya que pensamos que a mediados de Agosto ya no harían faltan) era como mínimo un poco arriesgado.
Me despertó el viento a media noche. Huy huy huy, pensaba, mientras daba vueltas en el saquito de suave seda, peso cero, que llevo para dormir en los refugios (la manta la ponen ellos).
Pero amaneció un día espléndido. Ni una nube por arriba. Pero una rasca de chupa domine…No madrugamos, que no hacía falta, ya que los Cabrioules están muy a mano. Y más tarde que habríamos salido, pero no dan desayunos después de las siete. ¡Estos gabachos siempre con los horarios de las gallinas!
Salida multitudinaria porque todo el mundo se apuntó a desayunar tarde y es que ya no engañan a nadie.
Yo iba con todo lo que tenía puesto (a estas alturas ya no me pillan). A pesar de eso me llegaban unos ramalazos de aire frío que me entraban hasta lo más profundo de mi estómago convirtiendo el té que me había tomado para desayunar en ICETEA. Y es agosto, pensaba, mientras que Xavi se calentaba acelerando el paso. Además la subida es por el oeste, que traducido a roman paladino quiere decir que al amanecer no te da el sol ni en broma.
La gente se distribuyó por todos los lados: hacia el Perdiguero, hacia la Punta Lliterola, al collado Mamy para hacer también la cresta al Lezat, etc. Menos al Crabioules. Nos quedamos solos, como los de Tudela. Llegamos al collado superior de Lliterola (2.985 aprox.) y saludamos al sol y a España (muy de la COPE este lenguaje). Estábamos en la frontera. A partir de ahora recorrido siempre con un pie en cada país.
El frío era inmenso. Pues rápido, a currar, sino nos quedábamos pajaritos. Tomamos la primera canal que se nos puso por delante. Eso sí, había una fita. Aquello obviamente no era segundo grado, pero daba igual. De golpe desaparecieron las fitas y ¡a buscarse la vida!. Aún hicimos un flanqueo y dos largos antes de salir…a la cresta, a la derecha del Crabioules Occidental (3.106 m.), pero muy cerca de la cumbre. Mi opinión es que esta es una vía que hicieron Estasen, Guilera y Mosén Oliveras en julio del 1929, y que catalogaron PD. Claro que por aquella época la graduación I-VI de Welzenbach no existía. Como difícil no es, pues ¡hale! Poco difícil. ¡Ve tú a saber!. La cuestión es que subimos por donde nos dio la gana, lo cual es siempre un privilegio. Leía estos días las memorias del Conde Henry Rusell (Souvenirs d'un Montagnard) en las páginas en que relata su ascensión al pico Occidental y me reía mucho con sus descripciones de la ascensión (que cataloga de complicada) y de la cresta (no tuvo valor para atravesarla y por lo tanto no llegó a pisar nunca el Pico Oriental, haciéndolo en 1880 por vez primera Roger de Monts con Firmin Barrau).
Nos pusimos a resguardo en la cumbre porque la rasca atacaba. Eso sí, el día de bandera. Dejé la mochila en esta cumbre y después de animar a Xavi a proseguir seguimos por la cresta, en teoría PD, que une el Crabioules Occidental y el Oriental.
En principio íbamos en ensamble, pero cuando aparecieron los primeros escollos decidimos hacer largos. No teníamos problema de tiempo. Por lo tanto, mejor asegurar y es que el viento no ayudaba a sentirse seguro. La cresta no es difícil, pero el timborro es de espanto. Esto es lo que tiró para atrás a mi amiga Cecilia Bardají cuando un 13 de agosto de 1992 la metí en este berenjenal y dijo que nanai, que para casa. Por lo tanto tenía una cuenta pendiente con esta cresta, que ha quedado bien saldada. Lo siento por mi primo Alberto Alós, que nos acompañaba también aquél día. Quedamos que volveríamos. Bueno, ya le enseñaré las fotos.
Llegamos al Cabrioules Oriental (3.116 m.) y aquí mejoró un poco ya el aspecto temperatura y nos pudimos quitar los forros. También cesó el viento. Esto ya era otra cosa. Fotos y deleite ante la inmensa vista la que hay desde esta cumbre: Perdiguero, Posets, Portillón, Punta Lliterola, Seil de la Bacquo, Gourgs Blancs, Gourdon, Spijeoles, Clarabide, Gias, Bachimala, Lezat, Quayrat, Malpás,etc, etc. Increíble.
Recorrimos otra vez la cresta de regreso cruzándonos con algún que otro que la venía haciendo medio a pelo (aseguraban sólo alguno de los pasos más complicados). Pero eso sí, a toda cresta sólo la hicimos nosotros. Toda esta gente iba buscando como salvar los problemas buscando repisas bajas laterales, evitando así las fuertes impresiones aéreas que transmite el ir a toda cresta. En realidad se aumenta así el riesgo, porque la roca en esos flanqueos suele estar peor que en la cresta (que es bastante buena).
Volvimos muy rapidillos. Más calentitos y más ágiles al llevar menos ropa y con la lección aprendida, sabiendo ya por donde iba la película.
Unas cuantas fotos, comer un poquillo y beber (me había dejado todo aquí en esta cumbre). Y para abajo. Fitas. De repente desaparecieron. Canal cortada y timborro. El descenso elegido del Crabioules (la vez anterior lo bajé mejor) era una desgrimpada guarra y trabajosa. Como no queríamos volver a subir, Xavi vio donde poner una baga de esas que le gusta poner en situaciones similares y de la que se fía sin ningún problema. La cosa tiene mérito. Yo rapelé después, lo confieso, un poco jiñadillo. Menos mal que las cuerdas llegaban (no se veía desde arriba) a zona de pateo (he aquí la ventaja de haber cargado con cuerdas de 60 m.).
Y la anécdota del día. Al acabar el rapel le doy a Xavi el gorro que se le ha quedado olvidado arriba. Menos mal, me dijo, porque también he perdido la boquilla del Camelback. ¡Va, eso no tiene importancia, le contesté! Hombre, esa chorradilla son 6 euros, me replicó, mientras tiraba de la cuerdas de rapel para recuperarlas. De golpe, una cosa azul empezó a rebotar por la pared, arrastrada por las cuerdas. Bajó dando saltos y justo se paró a los pies de Xavi: era la boquilla perdida. Nos reímos un buen rato (y liberamos la tensión, al menos yo).
Estaba más que claro ¡como no me había dado cuenta!: las fitas que desaparecen al subir, las fitas que desaparecen al bajar, el tener que hacer el rapel, el pañuelo olvidado, la coña de la boquilla. Astaroth estaba por allí continuando el cachondeo veraniego. Menos mal que no se le ocurrió aparecer por Asturias.
Y colorín colorado esto se ha acabado. Como estaba previsto cenamos lo mismo que el día anterior, dormimos a pierna suelta, no nos lavamos y seguimos en plan hippie. Era el Sábado 18 de Agosto y el 19 bajamos de nuevo a Astau. Abajo el marrón nuboso seguía vivito y coleando. El coche se portó bien y atravesamos el Col du Portillón para entrar por Bossost a España y no fue hasta pasado el túnel que pudimos disfrutar de este sol tan exquisito, que cuando lo tienes no lo aprecias y cuando no lo tienes te mueres por él (acertijo: ¿en que se parece el sol a las mujeres?).
Por cierto que recorrimos con el coche el Isábena y quedamos con Xavi en ir a escalar un día por las vías que hay cerca de Obarra (y la Okupas en la Sierra de Sis, por el Coll del Vent), de las que tanto habla Luichi. De haber ido sin prisas nos habríamos parado en Pardinellas, a ver si estaba Reixachs. Seguro que tiene buen vino y no es bueno que se lo beba todo el solito.
Fotos: la primera es con Xavi en la cumbre Oriental (la más alta). Después vienen las fotos de la subida (Lago de Ôo, Espingo y Refugio el Portillón entre nubes). Sigue una del interior del Refugio. Pasamos a la ascensión. Primero hasta el collado y luego dos de los largos hasta la cumbre occidental. Foto en la cumbre y luego siguen varias fotos del recorrido por la cresta (5). Viene otra foto en la cumbre Oriental con la Punta Lliterola detrás mío, a la izquierda. Después fotos de los lagos de Literola y del Portillón. Siguen dos del rapel, inicio y final, con el lago a la vista. Y para acabar puesta de sol fantástica que ilumina el Crabioules, a la izquierda, y el Collado superior de Literola, visto desde el Refugio.
Nuestro destino, el Refugio del Portillón se hallaba a 2.570 m. O sea una subida de más de 1.400 m. que cargado con cuerda de 60, más el material, me pusieron a prueba definitivamente el chasis y la suspensión (y de bajada los frenos).
Hasta el lago de Ôo (1.504 m.) el recorrido es multitudinario. Muchas familias, a pesar de que es una excursión exigente. El lago es grande, con gran cascada al fondo, bonito y verde y hay un restaurante-refugio.
La capa de nubes que ocultaba el cielo estaba ya próxima. Cuando llegamos al objetivo siguiente, el refugio de Espingo (1.950 m.) estamos plenamente dentro de las nubes y ya hay mucha menos gente. Próximos al refugio, dos lagos (Espingo y Saussat). Aquí el camino se toma un respiro y hasta baja un poco para fastidiar (en realidad la ascensión es de 1.500 m. si se cuentan los descensos).
El tramo cerca del final, llegando al Refugio del Portillón, es mortal de necesidad. Durillo, aunque casi todo enlosado en piedra, lo que facilita el caminar. Algo es algo. El enlosado se hizo cuando se construyó la presa, en los años 48-51. Entonces no había helicópteros y había que subir todo con mulos.
Llegamos hacía las cinco de la tarde. Bueno, Xavi llego antes, como siempre, porque ya sabéis que va en Harley.
Vi aparecer el refugio entre las nubes. Justo se acababan allí y por lo tanto teníamos el espectáculo servido. Por encima nuestro un bello cielo azul (¡por fin!) por debajo el marrón. Al menos de algo había servido sudar tanto.
Como habíamos llamado al refugio por teléfono, previsores que somos, teníamos sitio a pesar de que estaba llenito. Como parece ser que lo de Barcelona se contagia, estaban sin electricidad y por lo tanto sin agua caliente. O sea que no nos duchamos y volvimos al mantenimiento clásico de siempre, es decir, lavarse un poco, que llevo una minitoalla-nuevo invento que es una virguería que no pesa, ni ocupa lugar y, no os lo vais a creer, seca.
Dijimos que nos tratasen como merecíamos y cenamos opíparamente (no habíamos comido) aunque los colegas que llevaban más días nos advirtieron que cada día comeríamos más de lo mismo. El cocinero no derrochaba imaginación.
Cuando acabamos de cenar salimos a dar un voltio y ver la puesta de sol que prometía mucho, escénicamente hablando. La luz en el Crabioules era fantástica. Pues nada, mañana la crestita del Crabioules, ida y vuelta, nos dijimos. Porque hacer la travesía Seil de la Bacquo-Pico del Portillón de Ôo, se veía (y nos advirtieron) que estaba chunga. La retirada de la nieve lo ha hecho de forma que el nevero que hay llegando al Col del Pico del Portillón se ha convertido en una barrera helada. Sin crampones y piolo (se quedaron en el coche ya que pensamos que a mediados de Agosto ya no harían faltan) era como mínimo un poco arriesgado.
Me despertó el viento a media noche. Huy huy huy, pensaba, mientras daba vueltas en el saquito de suave seda, peso cero, que llevo para dormir en los refugios (la manta la ponen ellos).
Pero amaneció un día espléndido. Ni una nube por arriba. Pero una rasca de chupa domine…No madrugamos, que no hacía falta, ya que los Cabrioules están muy a mano. Y más tarde que habríamos salido, pero no dan desayunos después de las siete. ¡Estos gabachos siempre con los horarios de las gallinas!
Salida multitudinaria porque todo el mundo se apuntó a desayunar tarde y es que ya no engañan a nadie.
Yo iba con todo lo que tenía puesto (a estas alturas ya no me pillan). A pesar de eso me llegaban unos ramalazos de aire frío que me entraban hasta lo más profundo de mi estómago convirtiendo el té que me había tomado para desayunar en ICETEA. Y es agosto, pensaba, mientras que Xavi se calentaba acelerando el paso. Además la subida es por el oeste, que traducido a roman paladino quiere decir que al amanecer no te da el sol ni en broma.
La gente se distribuyó por todos los lados: hacia el Perdiguero, hacia la Punta Lliterola, al collado Mamy para hacer también la cresta al Lezat, etc. Menos al Crabioules. Nos quedamos solos, como los de Tudela. Llegamos al collado superior de Lliterola (2.985 aprox.) y saludamos al sol y a España (muy de la COPE este lenguaje). Estábamos en la frontera. A partir de ahora recorrido siempre con un pie en cada país.
El frío era inmenso. Pues rápido, a currar, sino nos quedábamos pajaritos. Tomamos la primera canal que se nos puso por delante. Eso sí, había una fita. Aquello obviamente no era segundo grado, pero daba igual. De golpe desaparecieron las fitas y ¡a buscarse la vida!. Aún hicimos un flanqueo y dos largos antes de salir…a la cresta, a la derecha del Crabioules Occidental (3.106 m.), pero muy cerca de la cumbre. Mi opinión es que esta es una vía que hicieron Estasen, Guilera y Mosén Oliveras en julio del 1929, y que catalogaron PD. Claro que por aquella época la graduación I-VI de Welzenbach no existía. Como difícil no es, pues ¡hale! Poco difícil. ¡Ve tú a saber!. La cuestión es que subimos por donde nos dio la gana, lo cual es siempre un privilegio. Leía estos días las memorias del Conde Henry Rusell (Souvenirs d'un Montagnard) en las páginas en que relata su ascensión al pico Occidental y me reía mucho con sus descripciones de la ascensión (que cataloga de complicada) y de la cresta (no tuvo valor para atravesarla y por lo tanto no llegó a pisar nunca el Pico Oriental, haciéndolo en 1880 por vez primera Roger de Monts con Firmin Barrau).
Nos pusimos a resguardo en la cumbre porque la rasca atacaba. Eso sí, el día de bandera. Dejé la mochila en esta cumbre y después de animar a Xavi a proseguir seguimos por la cresta, en teoría PD, que une el Crabioules Occidental y el Oriental.
En principio íbamos en ensamble, pero cuando aparecieron los primeros escollos decidimos hacer largos. No teníamos problema de tiempo. Por lo tanto, mejor asegurar y es que el viento no ayudaba a sentirse seguro. La cresta no es difícil, pero el timborro es de espanto. Esto es lo que tiró para atrás a mi amiga Cecilia Bardají cuando un 13 de agosto de 1992 la metí en este berenjenal y dijo que nanai, que para casa. Por lo tanto tenía una cuenta pendiente con esta cresta, que ha quedado bien saldada. Lo siento por mi primo Alberto Alós, que nos acompañaba también aquél día. Quedamos que volveríamos. Bueno, ya le enseñaré las fotos.
Llegamos al Cabrioules Oriental (3.116 m.) y aquí mejoró un poco ya el aspecto temperatura y nos pudimos quitar los forros. También cesó el viento. Esto ya era otra cosa. Fotos y deleite ante la inmensa vista la que hay desde esta cumbre: Perdiguero, Posets, Portillón, Punta Lliterola, Seil de la Bacquo, Gourgs Blancs, Gourdon, Spijeoles, Clarabide, Gias, Bachimala, Lezat, Quayrat, Malpás,etc, etc. Increíble.
Recorrimos otra vez la cresta de regreso cruzándonos con algún que otro que la venía haciendo medio a pelo (aseguraban sólo alguno de los pasos más complicados). Pero eso sí, a toda cresta sólo la hicimos nosotros. Toda esta gente iba buscando como salvar los problemas buscando repisas bajas laterales, evitando así las fuertes impresiones aéreas que transmite el ir a toda cresta. En realidad se aumenta así el riesgo, porque la roca en esos flanqueos suele estar peor que en la cresta (que es bastante buena).
Volvimos muy rapidillos. Más calentitos y más ágiles al llevar menos ropa y con la lección aprendida, sabiendo ya por donde iba la película.
Unas cuantas fotos, comer un poquillo y beber (me había dejado todo aquí en esta cumbre). Y para abajo. Fitas. De repente desaparecieron. Canal cortada y timborro. El descenso elegido del Crabioules (la vez anterior lo bajé mejor) era una desgrimpada guarra y trabajosa. Como no queríamos volver a subir, Xavi vio donde poner una baga de esas que le gusta poner en situaciones similares y de la que se fía sin ningún problema. La cosa tiene mérito. Yo rapelé después, lo confieso, un poco jiñadillo. Menos mal que las cuerdas llegaban (no se veía desde arriba) a zona de pateo (he aquí la ventaja de haber cargado con cuerdas de 60 m.).
Y la anécdota del día. Al acabar el rapel le doy a Xavi el gorro que se le ha quedado olvidado arriba. Menos mal, me dijo, porque también he perdido la boquilla del Camelback. ¡Va, eso no tiene importancia, le contesté! Hombre, esa chorradilla son 6 euros, me replicó, mientras tiraba de la cuerdas de rapel para recuperarlas. De golpe, una cosa azul empezó a rebotar por la pared, arrastrada por las cuerdas. Bajó dando saltos y justo se paró a los pies de Xavi: era la boquilla perdida. Nos reímos un buen rato (y liberamos la tensión, al menos yo).
Estaba más que claro ¡como no me había dado cuenta!: las fitas que desaparecen al subir, las fitas que desaparecen al bajar, el tener que hacer el rapel, el pañuelo olvidado, la coña de la boquilla. Astaroth estaba por allí continuando el cachondeo veraniego. Menos mal que no se le ocurrió aparecer por Asturias.
Y colorín colorado esto se ha acabado. Como estaba previsto cenamos lo mismo que el día anterior, dormimos a pierna suelta, no nos lavamos y seguimos en plan hippie. Era el Sábado 18 de Agosto y el 19 bajamos de nuevo a Astau. Abajo el marrón nuboso seguía vivito y coleando. El coche se portó bien y atravesamos el Col du Portillón para entrar por Bossost a España y no fue hasta pasado el túnel que pudimos disfrutar de este sol tan exquisito, que cuando lo tienes no lo aprecias y cuando no lo tienes te mueres por él (acertijo: ¿en que se parece el sol a las mujeres?).
Por cierto que recorrimos con el coche el Isábena y quedamos con Xavi en ir a escalar un día por las vías que hay cerca de Obarra (y la Okupas en la Sierra de Sis, por el Coll del Vent), de las que tanto habla Luichi. De haber ido sin prisas nos habríamos parado en Pardinellas, a ver si estaba Reixachs. Seguro que tiene buen vino y no es bueno que se lo beba todo el solito.
Fotos: la primera es con Xavi en la cumbre Oriental (la más alta). Después vienen las fotos de la subida (Lago de Ôo, Espingo y Refugio el Portillón entre nubes). Sigue una del interior del Refugio. Pasamos a la ascensión. Primero hasta el collado y luego dos de los largos hasta la cumbre occidental. Foto en la cumbre y luego siguen varias fotos del recorrido por la cresta (5). Viene otra foto en la cumbre Oriental con la Punta Lliterola detrás mío, a la izquierda. Después fotos de los lagos de Literola y del Portillón. Siguen dos del rapel, inicio y final, con el lago a la vista. Y para acabar puesta de sol fantástica que ilumina el Crabioules, a la izquierda, y el Collado superior de Literola, visto desde el Refugio.
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