No sé a dónde vamos a
parar. Resulta que, en el nuevo parlamento, han aparecido unos individu@s que van en tejano y camiseta, y los
tíos incluso no llevan corbata. Más aún, dejan los abrigos en los asientos (son
tan incultos que no se han enterado que hay guardarropa) y van con mochila en
vez de llevar una cartera de piel.
Pero más aún, a la reina de
los videojuegos en las Cortes, Celia Villalobos, le preocupan los piojos de esta
gente.
Ha hecho muy bien Luis Gonzalo Segura en escribir un artículo sobre esta mujer tan ruin. Entre otras cosas, escribe: “Hay que tener una colosal bajeza
moral y un enorme déficit educativo para juzgar a una persona por su aspecto y
hay que ser todavía más inconsciente y más estúpido para compartir dicho juicio
con la ciudadanía, con el daño que ello ocasiona a la tolerancia. Pero todavía
se puede llegar a cotas mayores de indigencia moral y ello es posible
introduciéndote en las listas de un partido político, el PP en este caso, o no
exigiéndote de inmediato la dimisión”.
Pero, ¿cómo van a
cesarla si está ahí por ser la mujer de Pedro Arriola, asesor del PP?
Esta es la diferencia entre
Catalunya y España. Cuando en el Parlamento catalán apareció la CUP con sus
camisetas y sus tejanos, nadie dijo nada. Pero los señoritos madrileños…
Pero el mejor artículo lo
publicaba en Público Facu Díaz:
No teman, señorías
Asistimos al enésimo y
previsible espectáculo infame de la caverna: el debate sobre la preocupante
higiene de Las Cortes. Más allá de las políticas que ejecute cada uno de los
diputados que conforman el nuevo Congreso, en esta legislatura veremos rastas,
prendas reivindicativas y todo tipo de complementos de dudoso gusto, cosa que
nos vuelve locos a quienes notamos que en los trajes de sus señorías todavía
permanece el hedor del Ducados de la Transición. Gracias por eso también, 1978.
Esta misma mañana, Celia
Villalobos, una de las mejores jugadoras de Candy Crush del Parlamento, fijaba
sus límites: “Rastas sí, piojos no.”. Y es que posiblemente Celia ha visto unas
rastas por primera vez en el pleno de constitución, lo cual no es reprochable
(es lo que tiene ser de barrio bien) pero debería acostumbrarse. La desnortada
progresía, que diría el buen Sigfrid Soria, tiene costumbres que deben empezar
a ser visibles en las instituciones. Pongo algunos ejemplos para que el
liberalismo patrio se sitúe:
Camisetas reivindicativas:
a los rojos de vez en cuando les gusta vestir camisetas con mensaje. Eso es
incompatible con la corbata y por ende, con la seriedad que el Parlamento
exige. Estas camisetas suelen sugerir que hay algún tipo de problema con un
colectivo de pobres. No hagan mucho caso, eso no va con ustedes. El Club de
Golf nunca verá en peligro sus instalaciones, ni habrá un ERE de esos mientras
Percival Manglano siga siendo aficionado.
Dicen cosas raras: el
progresismo utiliza términos distintos a “España” a la hora de referirse a la
población de nuestro país. Algunos hablan de “pueblo”, otros de “gente”. Tengan
a mano el ventolín, a esta caterva de antiespañoles, de vez en cuando, se les
ocurre hablar en lenguas cooficiales. En ese caso, deben prevalecer las buenas
formas que siempre: ¡Fuera! ¡Guarros! ¡Vivaspaña! suelen ser respuestas válidas
y respetuosas para generar un buen clima de trabajo.
Suelen ir a trabajar:
posiblemente lo hagan para dejar a la bancada de la derecha en evidencia, pero
los izquierdistas tienen la fea costumbre de trabajar. Han tenido que hacerlo
para ganarse el pan y les ha quedado ese feo vicio. Esto choca frontalmente con
la actividad del diputado liberal, que habitualmente toma posesión de su cargo
y marcha libre a gestionar sus negocios privados, pero no se achanten: un grupo
de desarrapados no acabará con sus costumbres y tradiciones.
Hay mercado de invierno:
todavía no se aclaran con el tema de los grupos parlamentarios, pero otra de
las tradiciones de la progresía es dividirse, cambiarse de organización, o
incluso dimitir. Sí, alguno ha renunciado incluso a parte del dinero que les
corresponde, así que se intuye que su inestabilidad les puede llevar a cambiar
el equipo varias veces durante la legislatura. Lo hacen para marear al
personal.
Espero que sus señorías
tengan claro que todo cambia, incluso ese rancio habitáculo en el que se reúnen
para destruir los derechos de los trabajadores. Y si todo cambia, señorías, no
teman. Tienen una salida: acostumbrarse.
¡Qué horror! Naturalmente
los pactos se harán entre los portadores de corbata. PSOE y PP
se preparan para el gran beso, ya sea ahora o después de otras elecciones.
Ha comenzado la saga de
descalificaciones procedente de la derecha cavernícola de este país, que
olvidándose que ellos son pura caspa, ahora resulta que los nuevos inquilinos
son trogloditas.
Dicen que los “podemitas”
(¿deberíamos calificar a los Peperos como los “manguis”, para compensar?) están
dando el espectáculo. Pues prefiero espectáculo que la ausencia de Parlamento.
Durante cuatro años los debates han estado ausentes de un Parlamento
secuestrado por el PP. Ha llegado el momento de que este partido empiece a ver la
realidad que han obviado poniendo la cabeza en un agujero.