Parece ser que a los humanos les priva esto de dar premios y recibirlos. Unos y otros disfrutan a lo grande. Ahí tenemos al Rey de Suecia
entregando los premios Nobel concedidos por la Academia Sueca o al Príncipe de
Asturias entregando sus premios anuales (¿sabe alguien de donde sale el dinero de estos premios?¿No será de nuestros bolsillos...?). También hay empresarios que aprovechan
lo de los premios para hacer Marketing y chupar cámara. Un ejemplo es el
Planeta de Literatura, entregado por el presidente de la compañía, José Manuel
Lara. Mucho premio y poca literatura.
Podemos empezar por el premio Nobel. Originalmente Alfred
Nobel creó el premio que lleva su nombre y que se otorga cada año a personas
que efectúan investigaciones, ejecutan descubrimientos sobresalientes y llevan
a cabo el mayor beneficio a la humanidad o una contribución notable a la
sociedad. Los premios inicialmente eran cuatro: Literatura, Medicina, Física y
Química. Este lote ya llevaba incorporada una bomba de relojería: el premio
literario.
Pero como no había suficiente con uno, le añadieron dos más:
el Premio Nobel de la Paz y el de Economía. Este último fue un añadido realizado en el
año 68 y que nunca se ha considerado propiamente un Nobel ya que lo concede el
Banco Central de Suecia. Como a Alfred Nobel no le gustaban las matemáticas, la Ciencia por excelencia se quedó sin premio.
Son y serán estos tres premios fuente sistemática de
problemas y por lo tanto asistiremos anualmente a estropicios sin fin.
En la Literatura el tema es espectacular. Cada año la lista
de escritores con “puntos” abundantes para llevarse el Nobel es barrida (o sea despreciada) por la
Academia. Siempre hay un escritor no incluido en la lista que merece el Nobel (al menos este 2013 no han desvariado como en años anteriores).
Hay que
epatar. Ejemplos de los últimos años han sido los premios a los “conocidos”
escritores Jean-Marie Gustave Le Clézio, Herta
Müller, Tomas Tranströmer y Mo Yan. La regla
se rompe con el premio que se le dio a Vargas Llosa, pero ya sabemos a que
gremio pertenece este escritor y por lo tanto no extraña que se lo
dieran. Memorable el Nobel otorgado en su día a Camilo José Cela, quien parece
ser que tenía un negro que le escribía, ya que esto de escribir es una tarea muy cansada y Don
Camilo se dedicaba a comer bien entre otras cosas. Y sin olvidar
la denuncia por plagio que acabó en los tribunales. Al negro se le acabaron las ideas y había
que seguir vendiendo.
Naturalmente, a los cinco minutos de concederse el Nobel de
Literatura, ante el asombro general aparece siempre el “Gran Lector”, el que se lo
lee todo y nos deja con un palmo de narices. También hay que epatar. Recomiendo tener un libro de cada escritor en la biblioteca, por raro y minoritario
que sea, para así jugar a este juego de lucimientos.
Sobre el Nobel de la Paz mejor correr un tupido velo.
Premiados fueron dos sanguinarios como Kissinger, Beguín y Rabin, y aún me pregunto que
hicieron para merecerlo (ver
lo que dice el escritor Juan Marsé sobre Kissinger
en la entrevista publicada este domingo). Pero al igual que los jugadores de
domino, que se doblan, la Academia repitió hazaña concediendo el Nobel a Obama,
quien no ha parado de disparar desde que asumió la Presidencia. Bueno, deben
ser las suyas guerras para lograr la paz.
Y finalmente llegamos al de Economía, premio fuertemente
contestado y criticado por favorecer habitualmente a los economistas más «ortodoxos»
evitando las corrientes «heterodoxas» y a los estadounidenses sobre otras
nacionalidades. Estas críticas consideran que el historial de concesiones está
sesgado hacia la economía neoclásica, especialmente la Escuela de Chicago (10
premios), y que el 80% de los premiados son estadounidenses (65%) o británicos
(15%). Además, la mayoría de los ganadores del Premio han sido hombres, y sólo
hasta 2009 una mujer, Elinor Ostrom, consiguió el premio por primera vez.
Y supongo que para evitar críticas de este tipo este año han
rizado el rizo, dando el premio a tres economistas,
dos de los cuales sostienen teorías dispares, lo cual supone de entrada que uno de los dos premiados está
equivocado (y a lo mejor los dos), pero dada la ausencia de carácter científico
del discurso económico ya todo es posible. Naturalmente el pensamiento
neoliberal se lleva su premio (el gremio es el gremio) y precisamente se lo dan
a Eugene Fama, defensor de la
Hipótesis de los Mercados Eficientes y cuyas teorías a
la vista de lo ocurrido en la crisis actual han puesto en evidencia que son más
bien fruto del deseo. Ya se sabe que los economistas están para hacer teorías
que satisfagan ideologías. Pagan bien. El tiempo luego las invalida, pero
tanto da. Ya han cobrado y encima hasta puede caer un Nobel.
En el caso de Eugene Fama incluso ni se inmuta y es que cuando
se está en posesión de la verdad, la teoría siempre es correcta y es la
realidad la que se equivoca. Fama afirma sin pestañear lo más mínimo que la
crisis ha mostrado lo acertado de sus teorías. Y a recoger el premio.
Dicen sus teorías que los mercados son eficientes y que
siempre fijan correctamente los valores de los activos. Shiller (y otros muchos
más), otro de los premios Nobel de este año, se burla de esto. Veamos lo que
nos dice sobre el tema: “…descubrí que había ciertas lagunas en la teoría del
mercado eficiente, que representaba la ortodoxia de las finanzas, cosas que
sencillamente no tenían sentido. Los economistas que presentaron esa teoría
sostenían que en los mercados, todo el mundo hacía cálculos, cálculos sobre el
valor actual.
Eso es un disparate, porque sabemos que el 90% de la población ni
siquiera sabe lo que significa eso: no hace ningún cálculo. Entonces los
defensores de la teoría dijeron: bueno, en realidad no es que todo el mundo
haga todos los cálculos, sino que el mercado se comporta de forma eficiente
porque la gente se deja asesorar por los expertos y los gestores de
inversiones. Evidentemente, eso también es falso. Puede que haya algunas
personas que lo hagan. Pero no todo el mundo, ni siquiera la mayoría de la
gente. Se convierte en algo ritualista; tenemos un determinado modelo en el que
se cree porque otras personas creen en él, y así sucesivamente”.
Mercados eficientes = ¡Premio Nobel!
Lo que más me sorprende es
el peloteo que han dirigido todos los economistas a los ganadores a efectos de enjabonar a los colegas (no hay
que hundir el negocio) y echarle un tupido velo. Lo cierto es que dar el
Nobel a dos teorías opuestas es infumable y la Academia, que tiene justificación
para todas sus decisiones (lástima que no la tenga para el Nobel concedido a
Scholes y Merton en 1997, un error brutal ya que la fórmula Black-Scholes es incorrecta), lo razona diciendo que ya no
premia teorías (dado lo resbalazido de la Ciencia Económica, que siempre se
equivoca) sino
el esfuerzo para teorizar y avanzar en el conocimiento de esta
Ciencia.
Krugman
empieza escribiendo en su blog sobre este Nobel citando la vieja chanza entre economistas de que la Economía es el único campo donde dos economistas pueden ganar el Nobel diciendo exactamente lo contrario, pero al final se suma también al peloteo. Al fin y al cabo están todos en el mismo juego trilero.
Nota: Shiller es el autor del formidable libro, que ya comenté en su día,
Animal Spirits.