Escribía el otro día sobre el negocio que representa destruir países. Primero negocio con el armamento necesario para autodestruirse y que naturalmente se pagará a posteriori.
Después el negocio más grande que es el de la reconstrucción a efectuar y que realizarán obviamente las empresas extranjeras que han ayudado a echar al dictador.
Más aún. Siguiendo ya el modelo Iraní, guía ejemplar para la destrucción de un país, esas empresas se instalarán en el país autodestruido barriendo y apartando a las empresas locales. Para relamerse.
Lo que robaba el dictador se lo repartirán ahora estas empresas. Por lo tanto en Libia, por ejemplo, tendrán “democracia”, pero el nivel de vida no solo no mejorará, sino que empeorará ya que lo que se llevaba el dictador ahora se lo llevarán multinacionales democráticamente instaladas. Y no está entre los objetivos de las empresas que se instalarán en Libia mejorar el nivel de vida de sus ciudadanos.
Aquellos países cuyo dictador no abra la puerta al neoliberalismo y no permita que las empresas capitalistas extranjeras entren a saco, verán constantemente amenazada su poltrona (Cuba es un buen pastel, por ejemplo, que apetece desde tiempo inmemorial y que sería fácil comérselo, visto lo de Libia, Túnez y Egipto).
Siria se ha resistido con violencia de Estado, pero el que lo ha hecho de bandera es Mohamed VI de Marruecos. Un premio para el caballero.
Primero aumentó las subvenciones a los alimentos para tapar bocas. Luego subió los salarios a los funcionarios y anunció modificaciones constitucionales que en teoría representan mayor democracia pero que son puro maquillaje. Todo queda igual. Muy lampedusiano.
Después casualmente explotó un bomba de no se sabe quien en Marrakech (llevándose por delante a unos pobres turistas, puro Cisne Negro), bomba que sirvió para justificar la necesidad de un “poder fuerte” para luchar contra tales desmanes.
Pero la mejor viene ahora. ¿Qué quiere esta gente que alimenta revoluciones? ¿Quiere parte del pastel que se lleva el dictador? Pues se les da y así callan y así se sigue en el poder.
Y así vemos como los franceses van a construir un tren de alta velocidad de Tánger a Casablanca. Un país subdesarrollado con necesidades muy básicas no resueltas va a construir un tren de alta velocidad. Sí por aquí no salen los números en la mayoría de trayectos del AVE español, nos podemos imaginar lo que ocurrirá en Marruecos.
En broma hace poco escribía que en Libia construirían uno (la cuestión es construir cosas, aunque no hagan falta) y mira por dónde lo van a hacer en Marruecos. Una locura.
Pero con este regalo de dinero a empresas francesas el monarca marroquí compra seguir reinando y que le dejen seguir acumulando. Un poco menos que antes, ya que ha tenido que hacer concesiones, pero al fin y al cabo sigue atesorando. Muy listo el chico.
Un dictador hábilmente instalado en la categoría de “dictadores de los nuestros”, como los jeques árabes, que aunque en sus países la democracia brille por su ausencia, a estos se les perdona, que dan mucho negocio y por lo tanto son dictadores “buenos”. Obiang, en Guinea, es el paradigma.
Después el negocio más grande que es el de la reconstrucción a efectuar y que realizarán obviamente las empresas extranjeras que han ayudado a echar al dictador.
Más aún. Siguiendo ya el modelo Iraní, guía ejemplar para la destrucción de un país, esas empresas se instalarán en el país autodestruido barriendo y apartando a las empresas locales. Para relamerse.
Lo que robaba el dictador se lo repartirán ahora estas empresas. Por lo tanto en Libia, por ejemplo, tendrán “democracia”, pero el nivel de vida no solo no mejorará, sino que empeorará ya que lo que se llevaba el dictador ahora se lo llevarán multinacionales democráticamente instaladas. Y no está entre los objetivos de las empresas que se instalarán en Libia mejorar el nivel de vida de sus ciudadanos.
Aquellos países cuyo dictador no abra la puerta al neoliberalismo y no permita que las empresas capitalistas extranjeras entren a saco, verán constantemente amenazada su poltrona (Cuba es un buen pastel, por ejemplo, que apetece desde tiempo inmemorial y que sería fácil comérselo, visto lo de Libia, Túnez y Egipto).
Siria se ha resistido con violencia de Estado, pero el que lo ha hecho de bandera es Mohamed VI de Marruecos. Un premio para el caballero.
Primero aumentó las subvenciones a los alimentos para tapar bocas. Luego subió los salarios a los funcionarios y anunció modificaciones constitucionales que en teoría representan mayor democracia pero que son puro maquillaje. Todo queda igual. Muy lampedusiano.
Después casualmente explotó un bomba de no se sabe quien en Marrakech (llevándose por delante a unos pobres turistas, puro Cisne Negro), bomba que sirvió para justificar la necesidad de un “poder fuerte” para luchar contra tales desmanes.
Pero la mejor viene ahora. ¿Qué quiere esta gente que alimenta revoluciones? ¿Quiere parte del pastel que se lleva el dictador? Pues se les da y así callan y así se sigue en el poder.
Y así vemos como los franceses van a construir un tren de alta velocidad de Tánger a Casablanca. Un país subdesarrollado con necesidades muy básicas no resueltas va a construir un tren de alta velocidad. Sí por aquí no salen los números en la mayoría de trayectos del AVE español, nos podemos imaginar lo que ocurrirá en Marruecos.
En broma hace poco escribía que en Libia construirían uno (la cuestión es construir cosas, aunque no hagan falta) y mira por dónde lo van a hacer en Marruecos. Una locura.
Pero con este regalo de dinero a empresas francesas el monarca marroquí compra seguir reinando y que le dejen seguir acumulando. Un poco menos que antes, ya que ha tenido que hacer concesiones, pero al fin y al cabo sigue atesorando. Muy listo el chico.
Un dictador hábilmente instalado en la categoría de “dictadores de los nuestros”, como los jeques árabes, que aunque en sus países la democracia brille por su ausencia, a estos se les perdona, que dan mucho negocio y por lo tanto son dictadores “buenos”. Obiang, en Guinea, es el paradigma.