De nuevo buen tiempo. Dejamos todo montado en Saas Grund y nos vamos al próximo valle de Zinal, que no conozco. Valles no invadidos por el turismo y que conservan todo su encanto. Bajamos desde Saas Grund hasta Sierre y subimos por el Valle de Zinal, precioso. Nos desvían en un pueblo por celebrar fiestas y nos hacen dar una vuelta tremenda, pero así recorremos las dos vertientes.
Nos cuesta encontrar el camino que sube a Tracuit. Perdemos más de media hora dando vueltas con el coche. Total, está nada más pasar el pueblo de Zinal. Entre una cosa y otra vamos tarde, porque también hemos salido tarde de Saas Grund, ya que hacía mucho frío a primera hora y daba pereza.
La subida a Tracuit es una machacada de orden máximo. 1.600 m. de desnivel, cargados y con nieve al final, debido a la nevada de ayer. Tracuit se halla a 3.256 m.
Cinco horas son lo normal para llegar hasta ahí. Como son las 14.30 h. y las cenas se suelen servir a las siete, tenemos claro que no cenamos. Con las prisas no comemos nada subiendo.
Primero se lanzó al ataque Sara, para intentar llegar antes de las siete y pedir clemencia (a pesar de que tenemos reserva). Después se lanzó al ataque Josep Emili, quedándome solo. Josep Emili pasa a Sara a toda pastilla en el tramo final y llega a tiempo... pero aquí, mira por donde, dan la cena a las 18.30h.
Pero aparece un ángel de la guarda. El refugio, abarrotado al máximo (han hecho dos turnos para cenar), lo llevan dos chicas y un chico... y una de las mesoneras es ¡de Barcelona! Que gustarro hablar catalán por estas alturas. La chica se apiada de nosotros y nos da los restos de una sopa y nos hace una olla de espaguetis. Algo es algo.
Pero falta la noche. Terrible.
Tracuit es un refugio no renovado que conserva todo el encanto de los refugios hechos en los años cincuenta, pero todos los inconvenientes también.
Por ejemplo no tiene agua, por lo que olvidate de lavarte nada.
Los dormitorios son de campo de concentración. No dudé en bautizarlo como Mathausen II. (Mathausen I es el Gouter en el Montblanc).
Nos costó que nos encontraran un hueco donde dormir (25 personas todas juntitas por sección y piso) y cuando ya creía que podría dormir un poco (nos levantábamos a las 4 h.), resulta que el vecino, un tío de dos metros, se había colocado al revés y con la cabeza en el lado opuesto. O sea que su culo quedaba próximo a mis narices. Poco después de apagada la frontal empezó una tormenta no precisamente eléctrica, sino intestinal. El tío cerdo (Pedorreten en alemán), después de varias tracas, procedió a airear sus mantas enviándome un perfume salvajemente parisino. ¡Será hijo de puta!¡Como puede existir gente así! Rato después se levantó y descendió al suelo (estábamos en el primer piso de literas) para proceder a aliviarse. ¡Salvado!, pensé. Pero volvió con la ametralladora y repartió una nueva traca que naturalmente procedió a airear y repartir con cariño (hay gente muy generosa). En mi vida he visto nada igual.
Pero aquí no acaba la cosa. Todo esto iba acompañado de los sonidos emitidos por una chica que procedía a vomitar continuamente. Obviamente era Mal de Altura Agudo.
La noche del lorito, asfixiado además por tanta gente en tan poco espacio y encima oyendo rugir el viento en el tejado del refugio. Mientras desayunabámos, aún de noche, el helicóptero de salvamento suizo se posó detrás del edificio y la chica a trancas y barrancas, envuelta en una manta, llegó hasta él como pudo y se la llevaron volando al valle.
¡Que noche tan inolvidable! Sin comer, casi sin cenar y sin dormir. Y ¡venga! que hay que subir al Bishorn después de los 1.600 m. de machacada previos.
Puede observarse en la foto parte del apelotonamienro infame, con los calcetines malolientes puestos a secar encima de la mesa. Solo le faltaban unas barras para confundirlo con un vagón de metro en hora punta. Al fondo se ve a Josep Emili, que para poder salir ha de pedir que se levanten siete u ocho personas.
Nos cuesta encontrar el camino que sube a Tracuit. Perdemos más de media hora dando vueltas con el coche. Total, está nada más pasar el pueblo de Zinal. Entre una cosa y otra vamos tarde, porque también hemos salido tarde de Saas Grund, ya que hacía mucho frío a primera hora y daba pereza.
La subida a Tracuit es una machacada de orden máximo. 1.600 m. de desnivel, cargados y con nieve al final, debido a la nevada de ayer. Tracuit se halla a 3.256 m.
Cinco horas son lo normal para llegar hasta ahí. Como son las 14.30 h. y las cenas se suelen servir a las siete, tenemos claro que no cenamos. Con las prisas no comemos nada subiendo.
Primero se lanzó al ataque Sara, para intentar llegar antes de las siete y pedir clemencia (a pesar de que tenemos reserva). Después se lanzó al ataque Josep Emili, quedándome solo. Josep Emili pasa a Sara a toda pastilla en el tramo final y llega a tiempo... pero aquí, mira por donde, dan la cena a las 18.30h.
Pero aparece un ángel de la guarda. El refugio, abarrotado al máximo (han hecho dos turnos para cenar), lo llevan dos chicas y un chico... y una de las mesoneras es ¡de Barcelona! Que gustarro hablar catalán por estas alturas. La chica se apiada de nosotros y nos da los restos de una sopa y nos hace una olla de espaguetis. Algo es algo.
Pero falta la noche. Terrible.
Tracuit es un refugio no renovado que conserva todo el encanto de los refugios hechos en los años cincuenta, pero todos los inconvenientes también.
Por ejemplo no tiene agua, por lo que olvidate de lavarte nada.
Los dormitorios son de campo de concentración. No dudé en bautizarlo como Mathausen II. (Mathausen I es el Gouter en el Montblanc).
Nos costó que nos encontraran un hueco donde dormir (25 personas todas juntitas por sección y piso) y cuando ya creía que podría dormir un poco (nos levantábamos a las 4 h.), resulta que el vecino, un tío de dos metros, se había colocado al revés y con la cabeza en el lado opuesto. O sea que su culo quedaba próximo a mis narices. Poco después de apagada la frontal empezó una tormenta no precisamente eléctrica, sino intestinal. El tío cerdo (Pedorreten en alemán), después de varias tracas, procedió a airear sus mantas enviándome un perfume salvajemente parisino. ¡Será hijo de puta!¡Como puede existir gente así! Rato después se levantó y descendió al suelo (estábamos en el primer piso de literas) para proceder a aliviarse. ¡Salvado!, pensé. Pero volvió con la ametralladora y repartió una nueva traca que naturalmente procedió a airear y repartir con cariño (hay gente muy generosa). En mi vida he visto nada igual.
Pero aquí no acaba la cosa. Todo esto iba acompañado de los sonidos emitidos por una chica que procedía a vomitar continuamente. Obviamente era Mal de Altura Agudo.
La noche del lorito, asfixiado además por tanta gente en tan poco espacio y encima oyendo rugir el viento en el tejado del refugio. Mientras desayunabámos, aún de noche, el helicóptero de salvamento suizo se posó detrás del edificio y la chica a trancas y barrancas, envuelta en una manta, llegó hasta él como pudo y se la llevaron volando al valle.
¡Que noche tan inolvidable! Sin comer, casi sin cenar y sin dormir. Y ¡venga! que hay que subir al Bishorn después de los 1.600 m. de machacada previos.
Puede observarse en la foto parte del apelotonamienro infame, con los calcetines malolientes puestos a secar encima de la mesa. Solo le faltaban unas barras para confundirlo con un vagón de metro en hora punta. Al fondo se ve a Josep Emili, que para poder salir ha de pedir que se levanten siete u ocho personas.
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