domingo, abril 01, 2007

Bartleby y compañía


Debo a la conjunción de unas fiestas de Navidad y un regalo fallido el que finalmente cayese en mis manos el libro “1001 LIBROS que hay que leer antes de morir” escrito por el zaragozano José Carlos Mainer y por Meter Boxall. Por lo tanto he de agradecer a Anabel la buena idea que tuvo regalándomelo, ya que los horizontes literarios se me han dilatado gracias a él.
Uno de los 1001 libros que hay que leer es Bartleby y compañía de Enrique Vila-Matas.
Ya lo tenía en mi lista, pero como la lista es larga, iba quedando siempre pospuesta su lectura, hasta que hace unos días lo compré y lo leí.
Casualmente hace pocos días, en una gran encuesta realizada por la revista Semana, de Colombia, 81 escritores, críticos, editores, profesores y periodistas culturales de América Latina y España, que celebraban el IV Congreso Internacional de la Lengua Española en Cartagena de Indias, eligieron las mejoras novelas en castellano (aunque ellos dijeron en Español).
Y las elegidas, por orden, fueron las siguientes:
1. El amor en los tiempos del cólera, Gabriel García Márquez.
2. La fiesta del Chivo, Mario Vargas Llosa.
3. Los detectives salvajes, Roberto Bolaño.
4. 2666, Bolaño.
5. Noticias del imperio, Fernando del Paso.
6. Corazón tan blanco, Javier Marías.
7. Bartleby y compañía, Enrique Vila-Matas.
8. Santa Evita, Tomás Eloy Martínez.
9. Mañana en la batalla piensa en mí, Javier Marías.
10. El desbarrancadero, Fernando Vallejo.

Sólo cuatro de estas obras las localizo en mi biblioteca (1,2,4 y 7).
Podéis comprobar que una de las diez es Bartebly y compañía. No estoy muy de acuerdo ya que me es difícil catalogar este libro como novela. Es una obra inclasificable, mezcla de ensayo y de novela.
Vila-Matas toma el nombre de Bartleby de la obra de Herman Melville, Bartleby el escribiente. Bartleby es un oficinista que se caracteriza porque siempre que se le encargaba un trabajo o se le pedía que contara algo sobre su vida, respondía siempre, indefectiblemente diciendo: Preferiría no hacerlo. ¿Por qué Bartleby el oficinista responde siempre con ese “preferiría no hacerlo” ante pedidos o recados que van más allá de la copia amanuense? ¿Es pensable la inacción? ¿Hay alguna razón de peso para preferir no hacer lo que todo el mundo hace aunque esa indiferencia le reporte desventajas materiales? No sabemos nada de él: ni siquiera el narrador –su jefe en la oficina— consigue arrancarle alguna confesión o información. Y esta pérdida irreparable para la literatura y esa imposibilidad de averiguar las razones de su indolencia, Melville las convierte en objeto de relato, de exposición de un caso en el que el ser humano carece de impulso para seguir o para ambicionar.
Al relato de Melville le dan también otra interpretación, que parece olvidada a causa del enfoque metaliterario que algunos, sobre todo Vila-Matas, han dado a la narración.El “preferiría no hacerlo” es algo más vital, más entroncado con la esencia de la vida, supone una oposición a las imposiciones arbitrarias de un sistema social antinatural… al preferir no hacerlo Bartleby escoge, paradójicamente, vivir. Se ve como un intento, pasivo, quizás, de oponerse a la mecánica social del trabajo. Un trabajo impuesto, insatisfactorio, incomprensible.
Marcelo, el protagonista de Bartleby y compañía también es un oficinista, que simula una depresión, obtiene una baja de la Seguridad Social y se encierra durante un mes en su apartamento, donde se dedica a escribir sobre la pulsión negativa o la atracción por la nada que hace que ciertos creadores, aun teniendo una conciencia literaria muy exigente (o precisamente por eso), no lleguen a escribir nunca; o bien escriban uno o dos libros y luego renuncien a la escritura; o bien, tras poner en marcha una obra, queden, un día, literalmente paralizados.
Este libro habla de los que dejan de escribir (Rulfo, Rimbaud, Salinger...) e indaga en los motivos de cada uno para preferir no hacerlo. El narrador del libro, que está escribiendo un diario que al mismo tiempo es un cuaderno de notas a pie de página que comentan un texto invisible, demuestra su amplia solvencia como rastreador de bartlebys al pasear por el Laberinto del No.
Con una buena prosa Enrique Vila-Matas va saltando de autor en autor indagando en sus razones, en sus impotencias y en sus lucideces, y es gracias a su afán ficcionador que cada breve historia es una novela en sí misma donde la causa última de la negativa a crear de cada autor es parte de una nueva historia de la literatura moderna.
Bueno, ahora cuando me quede bloqueado y en mi blog aparezcan telarañas, tendré el consuelo de pensar que soy un Bartleby más y que no estoy sólo en la difícil tarea de escribir. En el fondo mi blog lo escribo para mí solo, y si otros lo leen mejor. Con estas premisas la labor es más fácil. Ya lo decía Sinhue el egipcio: “Yo, Sinuhé, hijo de Senmut y de su esposa Kipa, he escrito este libro. No para cantar las alabanzas de los dioses del país de Kemi, porque estoy cansado de los dioses. No para alabar a los faraones, porque estoy cansado de sus actos. Escribo para mí solo…"

1 comentario:

Anónimo dijo...

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Alejandro Jodorowsky

casi Borges

 
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