He de reconocer que esta mujer es portentosa. No hay día que no haga o diga algo que deje al personal anodado.
Primero ha sido con la foto dedicada. Sabiendo que todos los españoles suspiramos por tener en nuestro hogar una foto dedicada de ella, ha establecido un sistema para que todos podamos cumplir tal anhelo. Para ello basta con ir a un acto público de esta mujer (cada día hay uno, por lo menos, como es obligación de todo dirigente populista), apuntarse para hacerse una foto con ella (hasta la puedes coger por el hombro, todo sea por el poder) y a los pocos días la tienes en la página web de la Comunidad de Madrid, desde donde te la puedes bajar. ¿Cuanta cuesta la foto? Pues nada hombre, faltaría más, paga "Espe". Bueno, mejor dicho, la Comunidad. Es decir, todos los madrileños. Divino.
Pero quería hablar de algo más serio. Me remito al artículo que escribió sobre la "Globalización y lucha contra la pobreza" en el Diario El País el 1-8-2006 y que le dió merecida respuesta J.J.Millás al día siguiente en un artículo memorable (no podía ser de otra forma procediendo de este escritor) titulado "Cuota y paridad".
Lo de que lo ha escrito ella es un decir, porque es obvio que se lo ha escrito un negro que tiene las ideas económicas un poco confusas. Con tanta inauguración es evidente que no puede tener tiempo para recoger la mucha información que destila el artículo (no sabría ni donde encontrarla).
Desde los años noventa se mantuvo por los grupos de poder (a efectos de que se aceptase la Globalización) la teoría del derrame, según la cual los buenos resultados macroeconómicos dejarían sentir sus efectos en primer lugar en los estratos más acomodados (naturalmente) de las sociedades para, posteriormente, ir derramándose al resto de la sociedad.
La realidad (siempre tan pertinaz) ha demostrado que los índices de pobreza no han descendido, incluso en países que les ha ido muy bien, como Chile. La teoría del derrame ya no hay quién la mencione. Las motos se pueden vender durante cierto tiempo, pero la realidad siempre acaba imponiéndose.
Pues bien, la Espe nos explica con todo lujo de detalles que estamos en el mejor de los mundos gracias a la Globalización, y que esto no es nada comparado con lo que se avecina.
Todo el artículo está basado en los evidentes crecimientos de los PIB. Esta mujer, en primer lugar, identifica crecimientos del PIB con riqueza, cuando cualquier estudiante de económicas sabe perfectamente que una cosa es el PIB y otra como se distribuye. La forma en que se distribuye ya lo hemos visto recientemente con la compra de un cuadro de Klimt por 107 mill. de euros por el propietario de una empresa americana de cosmética.
Las loas a la globalización recuerdan la épica de Margaret Tatcher (Espe sueña con ser la Tatcher Española), pero se olvida de cosas que tiene muy cerca y que afectan a muchos españoles. ¿De que le sirve a un español que crezca mucho el PIB si para comprarse un piso ha de suscribir una hipoteca a pagar durante toda su vida laboral y que probablemente le supone la mitad de sus ingresos (eso si no suben los tipos)? Esto es neoesclavismo.
El final del artículo no tiene desperdicio. Dice que los que se pronuncian contra la Globalización, sienten preocupación sincera por los cientos de millones de pobres que aún hay, pero que no saben proponer soluciones. Bravo "Presidenta". Toda la oposición antiglobalización descalificada de un plumazo. Pues "mire usted" no hay soluciones alternativas porque uno de los objetivos de la globalización es precisamente eso. Que no las haya. Un único sistema monolítico sin alternativas. Es la Internacional. Pero no precisamente la Socialista. Si Marx levantara la cabeza...
Pongo el artículo de J.J. Millás porque como sé que la Espe lee mi blog tendrá así la oportunidad de disfrutar leyéndolo, ya que seguro que se le ha pasado.
Cuota y paridad
JUAN JOSÉ MILLÁS
EL PAÍS - 02-08-2006
Los kilos que le faltan al niño de la foto han salido a subasta, así que están en el Mercado (con mayúscula), lo mismo que los de 146 millones de niños cuyo peso es inferior al que les corresponde. El año pasado, en Níger, la gente se moría a unos metros de los puestos de venta en los que se exponían cereales y hortalizas. Pero los organismos internacionales aconsejaron que no se bajaran los precios para no romper las reglas del Mercado. Si lees un reportaje sobre desnutrición, tropiezas más veces con el término Mercado que con la palabra metabolismo. ¿Por qué? Porque la desnutrición está gestionada por economistas del ala liberal, según los cuales los kilos regresarán a los niños cuando el Mercado funcione, de una vez por todas, en África. La experiencia, sin embargo, no dice eso. La experiencia dice que la desnutrición infantil, pese a la intervención del Mercado, no ha tenido avances significativos en los últimos 15 años. La ONU ha renunciado prácticamente al objetivo (¡fijado para 2015!) de reducir a la mitad el hambre de los niños.
No sabemos qué significa reducir a la mitad el hambre de los niños, si que se muera uno cada dos minutos (ahora muere uno cada sesenta segundos) o extender la desnutrición hasta lugares donde no es que tengan menos kilos de los que les corresponden, sino que ni siquiera tienen kilos. Hay varios pueblos así en el llamado Cuerno de África, sitios en los que notas a tu alrededor presencias fantasmales que corresponden, en efecto, a personas que flotan, invisibles, a tu alrededor porque no tienen ningún kilo y están muertas. Pero una vez que el Mercado arranque, dicen, comenzará un ciclo de prosperidad. De ahí que, por malo que parezca el panorama, sea preciso mantener la calma y no sacar los kilos del niño de la foto, ni de ningún otro niño, del Mercado. De momento les hemos puesto al niño y a su país una cánula por la que les llega un poco de caridad, para que no se deshidraten.
Es fácil imaginar un mundo sin niños, pero no un mundo sin Mercado. Preferimos el hambre al desorden. De ahí que los organismos internacionales hagan planes a 15 o 20 años, que es como si a usted, frente a un infarto, le dan hora para el año que viene: la lentitud en la atención constituye el modo más eficaz de cronificar el problema. Uno se muere con sus enfermedades crónicas, pero no de ellas. El Mercado no morirá a causa de la desnutrición de los países llamados eufemísticamente "en vías de desarrollo", sino que se alimentará de su cronificación (excelente palabra, cronificación) a través de una cánula que le metemos al Mercado por el culo.
En cualquier caso, y por si en las líneas anteriores se me hubiera deslizado algún juicio involuntario en contra del Mercado, quede claro que esta foto, publicada en septiembre, como las tres o cuatro restantes de niños con moscas aparecidas en los meses posteriores, forman parte de la cuota informativa aconsejada por el Mercado de la información. También mi artículo, no nos equivoquemos, es un artículo de cuota. No escribiré ninguno más sobre el hambre durante el mes de agosto. Únicamente señalar que, como se ha demostrado en otros ámbitos, lo contrario de la cuota es la paridad. Pero no estamos por la labor.
JUAN JOSÉ MILLÁS
EL PAÍS - 02-08-2006
Los kilos que le faltan al niño de la foto han salido a subasta, así que están en el Mercado (con mayúscula), lo mismo que los de 146 millones de niños cuyo peso es inferior al que les corresponde. El año pasado, en Níger, la gente se moría a unos metros de los puestos de venta en los que se exponían cereales y hortalizas. Pero los organismos internacionales aconsejaron que no se bajaran los precios para no romper las reglas del Mercado. Si lees un reportaje sobre desnutrición, tropiezas más veces con el término Mercado que con la palabra metabolismo. ¿Por qué? Porque la desnutrición está gestionada por economistas del ala liberal, según los cuales los kilos regresarán a los niños cuando el Mercado funcione, de una vez por todas, en África. La experiencia, sin embargo, no dice eso. La experiencia dice que la desnutrición infantil, pese a la intervención del Mercado, no ha tenido avances significativos en los últimos 15 años. La ONU ha renunciado prácticamente al objetivo (¡fijado para 2015!) de reducir a la mitad el hambre de los niños.
No sabemos qué significa reducir a la mitad el hambre de los niños, si que se muera uno cada dos minutos (ahora muere uno cada sesenta segundos) o extender la desnutrición hasta lugares donde no es que tengan menos kilos de los que les corresponden, sino que ni siquiera tienen kilos. Hay varios pueblos así en el llamado Cuerno de África, sitios en los que notas a tu alrededor presencias fantasmales que corresponden, en efecto, a personas que flotan, invisibles, a tu alrededor porque no tienen ningún kilo y están muertas. Pero una vez que el Mercado arranque, dicen, comenzará un ciclo de prosperidad. De ahí que, por malo que parezca el panorama, sea preciso mantener la calma y no sacar los kilos del niño de la foto, ni de ningún otro niño, del Mercado. De momento les hemos puesto al niño y a su país una cánula por la que les llega un poco de caridad, para que no se deshidraten.
Es fácil imaginar un mundo sin niños, pero no un mundo sin Mercado. Preferimos el hambre al desorden. De ahí que los organismos internacionales hagan planes a 15 o 20 años, que es como si a usted, frente a un infarto, le dan hora para el año que viene: la lentitud en la atención constituye el modo más eficaz de cronificar el problema. Uno se muere con sus enfermedades crónicas, pero no de ellas. El Mercado no morirá a causa de la desnutrición de los países llamados eufemísticamente "en vías de desarrollo", sino que se alimentará de su cronificación (excelente palabra, cronificación) a través de una cánula que le metemos al Mercado por el culo.
En cualquier caso, y por si en las líneas anteriores se me hubiera deslizado algún juicio involuntario en contra del Mercado, quede claro que esta foto, publicada en septiembre, como las tres o cuatro restantes de niños con moscas aparecidas en los meses posteriores, forman parte de la cuota informativa aconsejada por el Mercado de la información. También mi artículo, no nos equivoquemos, es un artículo de cuota. No escribiré ninguno más sobre el hambre durante el mes de agosto. Únicamente señalar que, como se ha demostrado en otros ámbitos, lo contrario de la cuota es la paridad. Pero no estamos por la labor.
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