Para ello han hecho falta, naturalmente unos cuanto muertos. Los fabricantes de aviones no están dispuestos a aceptar sus errores hasta que la sangre les obliga.
La historia de estas sondas ya es muy antigua. Precisamente
estos días estaba leyendo el magnífico y didáctico libro de Bill Palmer, titulado
“Understanding Air France 447”, en el cual realiza un análisis a fondo de este sombrío accidente en que las sondas ya demostraron sus problemas y al que se añadió una
reacción incorrecta de los pilotos. Cuando se suman dos factores de error el
accidente está servido.
Escribía no hace mucho sobre el susto que se llevaron los de Lufthansa en un vuelo Bilbao-Münich este otoño, naturalmente con un Airbus. Un
fallo, una vez más, de las sondas.
Pero lo que si también tengo claro es que el accidente de Airasia también fue debido a las sondas. Supongo que Airbus ya tiene información confidencial al respecto y que por eso ya, finalmente, ha decidido cambiar estas sondas.
Multiplique usted 4.000 aviones por una cifra evidentemente
de cuatro dígitos, a la que hay que añadir las horas de personal necesarias de
personal cualificado para cambiar las sondas, las necesarias comprobaciones
posteriores y el tiempo que los aviones han de estar parados en hangar y obtendrá
una cifra de pérdidas impresionante. La bajada de un 4% en bolsa de Airbus es
un mal menor.
Por eso y solo por eso han tardado tanto en aceptar el problema y asumir las pérdidas. Lo malo es que se han quedado unas cuantas vidas
por el camino (que podían haber sido más).
Teniendo en cuenta que el cambio de estas sondas llevará dos
años (cuatro mil aviones son muchos aviones), alguno más se puede llevar algún
susto el próximo invierno (que es cuando más probabilidad tienen de congelarse las sondas).
Fotos: Airbus A320 y A330 (Swissair) obtenidas este verano en vuelo Barcelona-Zürich y Zürich-Delhi.
Fotos: Airbus A320 y A330 (Swissair) obtenidas este verano en vuelo Barcelona-Zürich y Zürich-Delhi.
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