Bonita foto, ¿eh? Anochece y estamos rodeados de torrecumulus, las nubes más peligrosas para la aviación. Época de monzones y los torrecumulus, con intensa actividad eléctrica, jalonaban todo el recorrido, así que fue fácil obtener innumerables fotos de este espectáculo que nos brinda la naturaleza, visto esta vez desde una perspectiva inusual.
El atardecer prometía. ¡Qué espectáculo! ¡Y los hay que en el avión solo duermen! Más o menos, si puedo, me siento en el mismo sitio, así puedo ver los alerones, slats, flaps y speedbrakers.
Volábamos de Hanoi (Vietnam) a Siem Reap (Camboya). Vuelo con amigos, nada de viaje organizado.
Mira por donde pude saborear una sucesión de tormentas eléctricas espectaculares (hasta cuatro) mientras el sol se escondía en el horizonte. Delicioso para los que no tenemos miedo a volar.
Mira por donde pude saborear una sucesión de tormentas eléctricas espectaculares (hasta cuatro) mientras el sol se escondía en el horizonte. Delicioso para los que no tenemos miedo a volar.
Pero el vuelo especial fue el de Seam Reap a Singapur, con la compañía
JetStar, filial de la veterana compañía australiana Qantas. Salía al inicio de la tarde, a las 15.45, llegando
a Singapur a las siete. Bueno, eso era lo previsto.
Nuestro avión, a punto y muy limpito gracias a los chaparrones que iban cayendo cada poco rato.
El vehículo que nos va a empujar, ya poniéndose en posición. Se avecina tormentón.
A pie al avión. Suerte que el cielo hizo una pausa. A la derecha un turboprop bien conocido, el ATR42.
Y llega la lluvia de nuevo.
A la hora exacta iniciaron el pushback, o sea el retroceso, ya que los aviones no tienen marcha atrás (bueno, algunos turboprops modernos, con esas hélices tan especiales, tan avanzadas tecnológicamente, parece ser que lo consiguen).
Nuestro avión, a punto y muy limpito gracias a los chaparrones que iban cayendo cada poco rato.
El vehículo que nos va a empujar, ya poniéndose en posición. Se avecina tormentón.
A pie al avión. Suerte que el cielo hizo una pausa. A la derecha un turboprop bien conocido, el ATR42.
Y llega la lluvia de nuevo.
A la hora exacta iniciaron el pushback, o sea el retroceso, ya que los aviones no tienen marcha atrás (bueno, algunos turboprops modernos, con esas hélices tan especiales, tan avanzadas tecnológicamente, parece ser que lo consiguen).
Es durante el retroceso que se ponen los motores en marcha.
Normalmente se pone en marcha primero el motor de la derecha, ya que a la
izquierda, como se ve en la foto virtual que incluyo, el marshaller, que dirige la
operación, se sitúa normalmente en este lado (el del capitán).
Foto virtual del pushback de un vuelo partiendo de Malaga con JetStar. Puede observarse el marshaller a la derecha.
Foto virtual del pushback de un vuelo partiendo de Malaga con JetStar. Puede observarse el marshaller a la derecha.
Todo normal. Uno, ya con horas de práctica, iba reconociendo todos los pequeños ruidos que van delatando todas las maniobras y que pasan totalmente desapercibidos para los que no les interesa el tema (que son mayoría). Nos dejaron ya en posición para iniciar el taxi (rodaje) y mientras ya se habían puesto los flaps necesarios para el despegue.
Y he aquí que ya se observaba que el motor izquierdo no arrancaba.
En un aeropuerto con tráfico mínimo, llevábamos ya 20 minutos de espera con la
intentona, y nada. Cuando vi que cerraban flaps, señal inequívoca de que no íbamos a
despegar, pegué un bote en el asiento. ¡Volvemos a la terminal!
En efecto, así fue, regreso a la terminal (con el motor que
funcionaba) con el correspondiente murmullo del pasaje.
Regreso a la terminal
Regreso a la terminal
Parada y fonda a la espera de que llegase “el ingeniero” a resolver el problema. En la primera explicación del comandante este indicó que era un “engine failure”. Más claro, agua.
Como el aeropuerto de Siem Reap es pequeñito, hubo que traer una
escalerilla para que subiera el ingeniero. Con las puertas abiertas de la
cabina todo el mundo estiraba el cuello mientras se oían los ñigo-ñagi de las
sucesivas intentonas de puesta en marcha por parte del ingeniero. La gente empezó a retorcerse en los
asientos porque estuvimos bastante rato en el intento.
Escalerilla puesta, esperando al "ingeniero".
La gente estiraba el cuello para intentar ver lo que ocurría en cabina.
Escalerilla puesta, esperando al "ingeniero".
La gente estiraba el cuello para intentar ver lo que ocurría en cabina.
Pero parecía que lo habían conseguido. Con los dos motores apagados iniciamos otra vez el pushback y nos llevaron al mismo sitio. Flaps puestos, ñigo-ñagi durante un buen rato, cierre de flaps... ¡y a la terminal otra vez! Muchos nervios y peticiones de gente para bajarse. Sin problema. Nos desembarcaron a todos y nos fuimos al bar. Más de dos horas de espera mientras observábamos el tormentón que estaba en plena efusión.
Angelines, mesandóse los cabellos, descendiendo obligatoriamente del avión, después del segundo intento.
En la espera nos obsequiaron con una falsa llamada que provocó una carrera con la cerveza y el bocata en la boca. Y vuelta a sentarse. La cosa seguía sin funcionar. Más yu-yu.
En la espera estuve hablando con una chica que trabajaba en
Airbus en Madrid y, claro, esto de entender de aviones, o te vuelve confiado, o
todo lo contrario. La chica conocía a los pilotos del A400 que se estrelló en
Sevilla hace poco, y claro, estaba como un flan y no quería subir. Hablamos largo y tendido de aviones.
Más de uno desapareció, como el que se sentaba a nuestro
lado, que cuando abrieron puertas fue el primero en bajar y salir corriendo. A
lo mejor entendía castellano y me oyó comentar la jugada.
Veáse el tamaño del torrecumulus que está sembrando el terror al fondo, muy cerca.
Veáse el tamaño del torrecumulus que está sembrando el terror al fondo, muy cerca.
Hablé con el capitán, que era mejicano, al descender obligatoriamente del aparato, y me dijo que era un generador. ¡Ándale!, le dije, pero si has dicho que era un “engine failure” y os habéis roto los cuernos intentando poner el motor en marcha. Sonrisas. No, no, le digo la verdad, me repetía. Sonrisas mías también. No era cuestión de asustar más a la gente. Así que tocó transmitir que era un generador y no el motor, y así todos más tranquis.
Mi temor y nervios iban por la posibilidad de que anularan el
vuelo, ya que al día siguiente volvíamos a Barcelona desde Singapur, vía China
y París y no era cuestión de perderlo.
Bueno, al final subimos al avión ya anocheciendo, y como
dice el refrán, a la tercera va la vencida. Eso sí, más de uno iba rezando en
el despegue.
Un enorme retraso, que nos dejó en Singapur ya
cercanos a la media noche, pero ¡volamos!
Y aprovechando que escribo de aviones, otras dos fotos virtuales de mi vuelo de ayer con un turboprop, por Florida (golfo de Méjico, entre Pensacola y el delta del Mississippi), (EE.UU.). Un placer recorrer el mundo desde el aire sin salir de casa (y viéndolo mejor).
Y aprovechando que escribo de aviones, otras dos fotos virtuales de mi vuelo de ayer con un turboprop, por Florida (golfo de Méjico, entre Pensacola y el delta del Mississippi), (EE.UU.). Un placer recorrer el mundo desde el aire sin salir de casa (y viéndolo mejor).
1 comentario:
Entretenida narración. Por un momento he pensado que estaba leyendo un guión de Mayday. No me extraña que algunos pasajeros decidieran desaparecer. Si se llega a conocer la macabra coincidencia con una empleada de airbus (¿scarebus?) "vuelan" todos.
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